Capítulo 4: ¿En tu casa o en la mía?

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Narra Camila:

Cuando dicen que el tiempo puede ser tan efímero como una brisa de viento es demasiado cierto. Y es que el primer mes de instituto se había encargado de volar fugazmente, mientras las hojas de otoño se iban acumulando por todas las calles de Madrid.

Nos encontrábamos en la última hora de clase del viernes. En ese momento, pocos le prestaba ya atención a las palabras de Gustavo teniendo el fin de semana a la vuelta de la esquina, al igual que los exámenes. Estos estaban repartidos durante todos los días de la próxima semana. Por suerte, ya tenía estudiados casi todos los temarios que habíamos estado dando durante estas semanas para así evitarme dolores de cabeza. Además, tiempo atrás habíamos organizado varias quedadas en la biblioteca para estudiar juntas, cosa que me generaba mucha tranquilidad. Desafortunadamente, no todo pintaba tan bien para mí. Como de costumbre, para la gran mayoría de estudiantes siempre hay una asignatura que le provoca terrores nocturnos. Para Taylor, por ejemplo, son las matemáticas. Por ello, como Alex es bastante buena en esa materia, la había estado ayudando durante nuestras quedadas y milagrosamente había conseguido que Taylor les pillara el puntillo. Mientras que, en mi caso, mi peor asignatura es la parte de geografía que alberga historia. Siempre he tenido problemas con ella y hasta el momento nunca había conseguido pasar del cuatro, lo que hace que mi media en los demás temas de baje cuesta abajo notablemente.

—Oye Cami. —dijo Noah en susurros, llamando mi atención. —¿Qué te pasa? Te noto algo perdida. —me preguntó algo preocupada. Noah siempre nota cuando algo no andaba bien en mi actitud. Esa es una de las razones por las que se convirtió en una de mis mejores amigas.

—¿Eh? —pestañé varias veces. —Lo siento, estaba demasiado absorta en mis pensamientos. —le dije en el mismo tono, intentando excusarme.

—Ya me he dado cuenta de eso. —dijo rodando los ojos haciendo que soltase una disimulada carcajada.

—Estoy algo preocupada por el examen de geografía. Ya sabes lo mal que se me da. —dije haciendo una mueca.

—Suponía que sería por eso. —me dijo con una pequeña sonrisa. —¿Por qué no le pides ayuda a tu amorcito? —preguntó ella mientras yo levantaba una ceja de forma interrogante. —Alex. —dijo volviendo a rodar los ojos.

—No es mi amorcito. —dije nerviosa mientras me ruborizaba.

—Lo que tú digas... la cuestión es que se le da bastante bien geografía. Tal vez pueda echarte una mano al igual que lo hizo con Tay. —me explicó mientras se encogía de hombros.

—Se lo preguntaré después de clase entonces. —dije finalmente, y justo dos segundos después sonó la campana.

—Es decir, ahora. —dijo Noah mientras soltaba una carcajada.

Recogí mis cosas rápidamente, mientras que las demás ya estaban a punto de salir por la puerta, exceptuando a Noah.

—Camila ¿Puedes quedarte un minuto? —me preguntó Gustavo justo cuando estábamos a punto de irnos.

—Eh…claro profe. Vete si quieres, luego intentaré alcanzaros. —dije dirigiéndome a Noah.

—Está bien, luego hablamos. —dijo ella mientras me daba un beso en la mejilla antes de marcharse.

—Bueno Camila, sabes con creces que eres una de mis mejores alumnas. —empezó a decir por lo que yo asentí. —Pero también sabes que geografía no es tu mejor apartado, así que he estado pensando que tal vez algún alumno o alumna de la clase pueda ayudarte durante este fin de semana. No quiero que te vuelva a pasar lo mismo que otros años respecto a la nota. —me dijo con cierta preocupación en su rostro.

—Claro, no se preocupe por ello, ya había pensado en esa posibilidad. De hecho, ya sé a quién pedírselo. — le dije con una sonrisa, tratando de tranquilizarlo.

—Me quitas un gran peso de encima entonces. Espero que consigas mejores resultados con esa ayuda extra —me dijo mientras me devolvía la sonrisa. —Bueno, ya eres libre de irte, buen fin de semana. —dijo señalando la puerta con una sonrisa

—Igualmente profe. —le dije de la misma manera.

—Una cosa más. —dijo haciendo que me diese la vuelta. —No hace falta que me sigas llamando de usted. Prefiero que me tutees, así me siento algunos años más joven. —me dijo mientras soltaba una carcajada.

—De acuerdo. —le dije soltando una carcajada antes de salir por la puerta. Baje apresuradamente las escaleras para intentar, con suerte, alcanzar a las demás, pero al salir del Instituto no divise a ninguna de ellas. —Mierda. —maldije mientras miraba la hora, notando que había tardado más de cinco minutos en salir.

—¿Dónde? No la quiero pisar. —dijo voz de Alex a mis espaldas.

—¿Alex? ¿Qué haces aquí todavía? —le pregunté mientras me daba la vuelta.

—Esperando a una castaña. ¿La has visto por algún casual? —preguntó mientras levantaba una ceja.

—No me suena haber visto a ninguna la verdad. —dije mientras dibujaba una sonrisa en mi rostro.

—Bueno, no importa, puedo encontrar a otra copiloto. ¿Te animas? —me preguntó mientras señalaba su moto.

—Claro, no tengo ningún otro plan en mente. —le dije volviendo a sonreír.

Se había hecho costumbre para mí el ser llevada por la morena a casa todos los días. Este repentino cambio de rutina no paso para nada desapercibido, teniendo incluso que explicarle hace pocos días a mi madre la razón por la que había empezado a llegar más pronto a casa y, para nuestra fortuna, no le puso ninguna pega, pero si una condición. Y es que Alex debía hacer acto de presencia ante ella para que la pudiese conocer, momento que estaba mucho más cerca de convertirse en una realidad.

—Ya hemos llegado señorita. —me dijo Alex en cuánto llegamos.

Después de bajarme y de entregarle su casco, me acerqué a ella, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello, dándole así un cálido abrazo. Ella lo correspondió rápidamente aferrándose a mi cintura.

—¿A qué hora quieres que nos veamos entonces? —me preguntó Alex haciendo que me separase unos centímetros de ella desconcertada, pero sin soltar mi agarre. —Como te quedaste hablando con Gustavo, Noah se encargó de contarme tu pequeño problema con geografía. —dijo mientras sonreía levemente.

—Él también sabe de sobra el problema que arrastro. Me dijo que debería pedirle ayuda a alguien de clase durante este fin de semana. —le expliqué.

—Estás de suerte, porque eso ya está hecho. —sentenció. —¿En tu casa o en la mía? —me preguntó pícaramente.

—¡Idiota! —exclamé sonrojada. —Creo que deberías de dejar de juntarte tanto con Taylor. —empecé a reírme mientras le daba un pequeño golpecito en el cuello.

—Me temo que ya venía así de fábrica, pero tal vez tengas algo de razón. —dijo mientras se unía a mi risa.

—Y respondiendo a tu pregunta, mejor en mi casa. Mi madre está deseando conocerte desde hace días. —le expliqué.

—¿Enserio? ¿Por qué? —preguntó algo asustada.

—Tranquila, no es nada malo, sólo que ya sabe que me traes a casa todos los días así que supongo que quiere asegurarse de que eres una buena compañía. —le expliqué.

—No sé si eso debería tranquilizarme del todo. ¿Y si le caigo mal? —dijo mientras levantaba una ceja.

—Vamos, ¿cómo vas a caerle mal con lo adorable que eres? —dije sonriendo tiernamente mientras pellizcaba sus mejillas. —Además, eres amable, educada, divertida, inteligente...—empecé a enumerar mientras su sonrisa se agrandaba.

—Vale, no sigas, ya lo he captado. —dijo con las mejillas enrojecidas, haciendo que soltase una sonora carcajada.

—¿Entonces a las seis y media en mi casa? —le pregunté con una sonrisa.
—Perfecto. —dijo ella devolviéndome la sonrisa. Después, me acerqué más a ella para dejar un beso en su mejilla.

—Hasta entonces, ojitos. —le dije sonriendo.

De un momento a otro las dos nos enrojecimos al darnos cuenta de que seguíamos abrazadas sin el amago de querer separarnos.

—¡Lo siento! —dijimos las dos a la vez mientras nos separábamos bruscamente.

—Bueno yo… me voy. —dijo mientras se colocaba de nuevo el casco y se subía rápidamente a la moto.

—Sí, yo…también. —dije torpemente mientras me dirigía a la puerta de mi edificio.

Después de aquel incómodo momento, ya me encontraba comiendo junto con mis padres y mi hermana.

—¿Entonces va a venir esta tarde? —asentí. —Menos mal, por fin podré conocer a tu amiga especial. —dijo guiñándome un ojo.

—¡Mamá! —dije enrojeciéndome mientras me atragantaba con el bocado de espaguetis que estaba comiendo.

—¿Qué he dicho? —dijo aparentando no saber a lo que me refería.

—Nada mamá, no has dicho nada. —contesté tajantemente mientras bebía un trago de agua.

—Tranquilas chicas, ¿qué tiene de malo que tu madre quiera conocer a tu mejor amiga? —me preguntó mi padre desconcertado. En cuánto lo hizo mi madre estalló a carcajadas. —¿Qué pasa? —preguntó igual de confundido.

—Nada cariño, mejor sigue comiendo antes de que se te haga tarde para volver a la discográfica. —le dijo mi madre mientras acariciaba levemente su espalda.

Afortunadamente, ya no volvimos a tocar el tema durante el resto de la comida. En cuánto terminados de recoger la mesa, me fui a mi habitación para hacer las tareas que habían mandado en el día de hoy.

Sin darme cuenta, ya eran las seis de la tarde, generándome cierto nerviosismo. La visita de la morena comenzaba a impacientarme bastante por el simple hecho de tenerla en mi zona de confort. Una cosa era poder vernos en otros diversos lugares, pero otra muy distinta el compartir el mismo espacio vital en uno de los sitios más íntimos de todo el mundo, que era mi habitación.
Después de mi pequeña charla mental, me senté en mi cama mientras esperaba la llegada de Alex. De repente, escuché dos golpes en mi puerta.

—Camila, ya llegó tu amiga. —dijo mi madre a través de mi puerta.
Eso hizo que me levantará rápidamente y me precipitara por la puerta.

—Está en el salón. —me indicó mi madre.

Al llegar a la sala de estar, me encontré con una escena totalmente adorable. Alex se encontraba sentada en el sofá, sosteniendo a mi hermana pequeña encima de sus piernas, mientras la morena le hacía cosquillas en la tripa. Tras varios segundos observándolas en el marco de la puerta, se dieron cuenta de mi presencia.

—¡Cami, Cami! —exclamó Luna mientras saltaba de las piernas de Alex para acercarse a mí. —Alex me ha dicho que un día vendrá a jugar conmigo a la consola. —dijo Luna entusiasmada mientras se agarraba a mi sudadera.

—Ah, ¿sí? —cuestioné a Alex con una sonrisa mientras esta asentía.

—¿Jugaras tú también? —me preguntó Luna con una sonrisa.

—Claro que sí tesoro, si a Alex le parece bien. —dije acariciando su mejilla tiernamente.

—Cuántas más mejor. —dijo guiñándole un ojo a Luna.

—Bueno cariño, tenemos que irnos a estudiar. Mamá te está esperando en la cocina para darte tu meriendo. —dije mientras le daba un beso en la mejilla.

—Vale Cami. Adiós Alex. —dijo la pequeña, despidiéndose con la mano.

—No sabía que tenías tan buena mano con los niños. —le dijo algo sorprendida a la vez que sonreía.

—Yo tampoco sabía que tenías un mini clon tuyo correteando por tu casa. —me contestó encogiéndose de hombros.

—Estamos a mano. —dije soltando una carcajada. —¿Quieres algo de beber? —le pregunté cordialmente.

—Oh, ya tengo aquí un vaso de agua. Eva es muy amable. —dijo mientras agarraba el vaso.

—¿Eva? —pregunté con una sonrisa burlona.

—Insistió en que la llamara por su nombre y yo no soy quién para contradecir a tu madre. —dijo soltando una carcajada.

—No deberías. —dije mientras fingía estar seria.

—¿Por qué? —preguntó la morena algo asustada.

—Imagínatelo tu misma. —dije mientras le guiñaba un ojo y con una sonrisa burlona que me delató.

—Eres mala cuando quieres. —dijo Alex cruzándose de brazos aparentando estar enfadada.

—Sólo un poquito. —dije mientras reía, consiguiendo contagiar a la morena.

Par de ojos azulones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora