Capítulo 20: Yo tu Romeo y tú mi Julieta

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Narra Alex:

Podemos estar de acuerdo en que cuando el universo conspira a nuestro favor, para que todo aquello que queremos salga bien, significa todo un alivio existencial. Al igual que esta afirmación, para mí es todo un consuelo que al día de ayer sólo pueda calificarlo como fructífero. Todo había sucedido de la mejor manera posible: nuestros padres estaban encantados con nuestras respectivas relaciones, y Camila y yo pudimos tener un momento más íntimo en el que expresar nuestros sentimientos sin ninguna duda de por medio a pesar de todas las dificultades que se nos habían presentado en el camino.

La mañana siguiente, en cambio, me sirvió de recordatorio de mi dificultad vocal. Una vez despierta, no me atreví a hablar. Simplemente me limité a tomar los remedios que me habían recomendado e hice algunas gárgaras para ayudar a las cuerdas vocales. Después, me vestí de forma casual y me maquillé de forma superficial, ya que dentro del teatro teníamos un vestuario específico, de la moda actual, para cada acto.

—¿Has intentado hablar? —me preguntó Celeste a lo que yo negué.

—Esperemos que puedas actuar. —dijo mi padre cogiendo las llaves del coche.   —Vamos, vuestra madre ya debe de estar de camino al instituto para recoger tus notas antes de la obra. —terminó de decir.

Al llegar, el edificio estaba bastante abarrotado por gente de todas las edades que venían a recoger notas o a asistir a alguna graduación. Por mi parte, me despedí de mi padre y de Celeste antes de precipitarme rápidamente hacia el salón de actos. Cuando entré, ya estaban todos ensayando alguna de las escenas.

—¡Alex! ¿Cómo va esa voz? —preguntó César nada más verme.

Por ende, me escogí de hombros.

—Creo que igual. —dije con la voz totalmente rota.

—¿Eso quiere decir que el papel es mío? —intervino Lucas eufórico.

—Supongo que sí, Lucas. —pronunció César con media sonrisa. —Lo siento chicas. —se disculpó él.

—No lo sientas. —comencé a decir. —¡Porque estoy perfectamente para actuar! —dije con la voz totalmente recuperada, desvelando así mi intento de broma.

—¡Ay, estos jóvenes bromistas! Me vais a llevar por el camino de la amargura entre todos. —dijo negando. —Pero estupendo ¡Volvemos al plan original! —exclamó César.

Inmersa en aquella exaltación, sentí unos brazos enganchándose a mi cuello.

—Idiota, me habías asustado. —dijo Camila cerca se mi oído.

—Te dije que no iba a permitir que volviese a tocarte. —dije mientras envolvía mis brazos alrededor de su cintura para impulsarla en el aire.

—¡Abrazo grupal! —exclamaron las demás estrechándose contra nosotras.

En consiguiente, ensayamos la obra durante el tiempo restante y después nos preparamos el vestuario para la primera salida al escenario. Los minutos habían pasado volando y ya nos encontrábamos representando el primer acto de la obra con éxito. Los demás sucedieron de la misma manera, llegados a la parte musical de la obra, siendo también la escena final de esta versión. El escenario yacía bastante oscuro, únicamente iluminado en la parte central donde se encontraba un piano de cola blanco. Camila se colocó en este y comenzó a tocar la melodía mientras yo aún permanecía alejada de la escena.

Nada tienen de especial.
Dos mujeres que se dan la mano.
El matiz viene después, cuando lo hacen, por debajo del mantel.
Luego a solas, sin nada que perder.
Tras las manos, el resto de la piel. —comenzó a cantar Camila provocando algunos aplausos del público.

Par de ojos azulones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora