-FINAL-

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Shinobu se arrodilló en silencio, susurrando una plegaria al dios que había dejado atrás hace mucho tiempo. Esperaba, con el corazón lleno de angustia, una respuesta que nunca llegó. Frente a ella, el cuerpo sin vida de su amada yacía en el suelo, frío, inerte. Las alas de Shinobu, que solían brillar con un blanco radiante, se extendieron ahora sobre el cuerpo de la humana, tornándose de un negro profundo, como si el dolor de su pérdida las hubiera corrompido.

Una pequeña luz emergió de la oscuridad, suave pero persistente, iluminando los contornos de la escena.

-Mi amada... -susurró, su voz quebrándose. -Aquella que yace fría sobre la tierra... -cerró los ojos, conteniendo el llanto-. Te ofrezco mis alas... mi alma... todo lo que soy...

En el limbo entre la vida y la muerte, Mitsuri abrió los ojos. Se encontraba en un campo de flores tan vasto y hermoso que parecía infinito. Los pétalos danzaban a su alrededor, pero su corazón estaba inquieto. Comenzó a caminar, buscando respuestas, hasta que una figura apareció en la distancia.

Un ángel.

Pero no era cualquier ángel. Era ella... Shinobu. La chica que una vez estuvo a su lado, su amiga, su confidente. El ángel que había iluminado su vida.

Al girar su cabeza, vio otra figura: Shion, su amado. Sin embargo, algo extraño sucedía. Las dos figuras se fundían la una en la otra, y en ese momento de claridad, Mitsuri lo comprendió todo.

Shinobu y Shion... siempre habían sido uno solo. Su amado no era otro que el ángel que la había salvado en aquel bosque.

-¿Qué es esto...? -su voz apenas era un susurro, sus ojos llenos de un dolor profundo. Un ardor indescriptible quemaba en su pecho mientras gruesas lágrimas caían por sus mejillas. -¿Por qué...? ¿¡Por qué me hiciste esto!?

El dolor en su corazón era insoportable, pero no tuvo tiempo para quejarse, porque la figura de Shinobu comenzaba a desvanecerse ante sus ojos.

-¡Espera! ¿Qué está pasando? ¡No te vayas!

Pero ya era demasiado tarde. El campo de flores, el ángel... todo desapareció. Mitsuri despertó de golpe, su respiración agitada, rodeada de un charco de sangre. Miró frenéticamente su cuerpo, pero no había ninguna herida. Estaba ilesa, pero la realidad era tan devastadora que se sentía rota por dentro.

Desorientada, se levantó con dificultad, su cuerpo pesaba como si cargara el mundo entero sobre sus hombros. Avanzó tambaleándose hacia la puerta, pero antes de abrirla, algo pequeño captó su atención. Una mariposa, delicada, se posó en su mano. La conexión fue inmediata. Sintió el toque de Shinobu en ese pequeño ser.

Las lágrimas brotaron nuevamente, esta vez más gruesas, más profundas. Sus pupilas se dilataron al comprender lo que había sucedido. Shinobu... su ángel dorado... había sacrificado su inmortalidad, su propia existencia, para salvarla.

Un grito desgarrador emergió de lo más profundo de su ser, resonando en cada rincón de aquel pueblo silencioso. Era el lamento de una alma rota, una alma que había perdido todo.

Mitsuri cayó al suelo, abrazándose a sí misma, temblando. No deseaba esto... jamás habría querido que Shinobu pagara ese precio. Pero ya estaba hecho. No había vuelta atrás.

Con la mirada perdida en el cielo, su rostro se endureció. Hizo una promesa, una que resonaría en cada fibra de su ser.

-Destruiré el cielo -murmuró, su voz llena de odio y determinación-. Lo destruiré, aunque me tome años, milenios... No importa el tiempo que pase. Encontraré al ángel que causó todo esto, y cuando lo haga... recuperaré a mi amada.

Las estrellas brillaban sobre ella, indiferentes a su dolor. Pero Mitsuri no vacilaría. No descansaría hasta que el cielo le devolviera a Shinobu.

HIMITSU - KURO NO CHIKAI (SHINOMITSU) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora