3.

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El cielo lloraba.

Rugía y mandaba.

El frío y las lágrimas de las nubes se fusionaron.

Empapándome y enfriándome a la par.

Corrí con prisas hasta llegar al local.

¡Qué dichoso era!

El aroma a granos de café y cacao me daban la bienvenida a la dichosa cafetería.

Mientras que el aura tibia del lugar obligaba a mi cuerpo a olvidar el frío del exterior.

Tomé mi típica taza de café y te esperé como se hacía costumbre.

Afuera cada vez más llovía con potencia.

¿Ya llegarías?

No quería que te mojaras.

¿Estarías cerca?

Esperé y esperé.

Hasta que por fin llegaste.

Pero no llegaste sola.

Un hombre te acompañaba.

Y mi ira creció repentina.

No tomaste tu típica taza blanquecina.

Tomaste un cappucino.

Mientras agarrabas con dichosa alegria la palma de aquel hombre.

Pagaste sonriente.

Y saliste del local sin importar el mojarte.

Te observé.

A la vez que salías de mi vida.

Era tan perfecto para ser real...

El amor en tiempos de  CafeteríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora