8.

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Otro día más.


Otra desilusión más.


Con mi café matutino y periódico en mano.

Escuché a la campanilla,

Avisándome que ya venías.


Y ahí estabas tú.


Hermosa como la verdadera flor.

Pero sigilosa como un avestruz. 

¿Qué sucedía?


Estabas completamente de negro.


Y tú te caracterizas por la alegría y el color.


Tu cabello despeinado y lentes oscuros apartaban a mis ojos seguir observando tal obra maestra.

Tras cruzar la puerta, él nuevamente estaba ahí.

Y lo comprendí.


Estabas asustada.


De él.


Y yo no podía hacer nada.


Porque no eramos nada.


El amor en tiempos de  CafeteríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora