VII

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Louis apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que los brazos enormes de Max lo envolvieran. Fue un movimiento repentino, un gesto lleno de urgencia y desesperación, como si Max temiera que su padre pudiera desvanecerse en cualquier momento. El aire fue expulsado de los pulmones de Louis cuando el abrazo de Max lo apretó con una fuerza que sólo un hombre de semejante tamaño podía ejercer. Louis sintió cómo sus pies se levantaban del suelo, su delgado cuerpo arrastrado hacia el pecho inmenso de Max. Era como si estuviera atrapado en las garras de un oso gigante.

Max abrazó a su padre con una intensidad que nunca antes había mostrado, sus brazos musculosos apretando con una mezcla de fuerza y ternura. Los músculos de Max, grandes y definidos, se tensaron alrededor del cuerpo de Louis, cada fibra de su ser tratando de transmitir cuánto lo sentía, cuánto lamentaba cada palabra y cada acción. Louis, con su metro setenta y su cuerpo delgado, se sentía diminuto, casi frágil, en comparación con la mole que era su hijo. Su columna vertebral crujió ligeramente bajo la presión del abrazo, cada vértebra protestando ante el peso aplastante de Max.

"Max... suelta un poco, hijo," jadeó Louis, su voz casi inaudible entre los poderosos pectorales de su hijo. Pero Max no aflojó de inmediato. Su mente estaba abrumada, inundada por un torbellino de emociones que nunca antes había permitido salir. Sus ojos, todavía húmedos por las lágrimas, estaban cerrados con fuerza, su mandíbula cuadrada y fuerte apretada mientras intentaba controlar el sollozo que amenazaba con escapar.

Louis se sintió como un peluche en manos de un niño, su cuerpo completamente atrapado en el abrazo de Max. Aunque había un dolor creciente en su espalda y una falta de aire en sus pulmones, no pudo evitar sentir una extraña calidez. Había algo reconfortante en ese abrazo, una sinceridad y un amor que rara vez había percibido en Max. Louis levantó lentamente los brazos, devolviendo el abrazo lo mejor que pudo, sus manos apenas alcanzando a rodear la cintura de Max.

Finalmente, Max aflojó su agarre, lo suficiente como para que Louis pudiera respirar de nuevo. Pero no lo soltó por completo. Sus manos grandes, que podrían haber aplastado una roca, se posaron con suavidad en los hombros de su padre, manteniéndolo cerca. Max bajó la cabeza, su voz resonando profunda y cargada de emoción, como un trueno distante.

"Perdóname, viejo... Perdóname por ser tan estúpido... Por no ver cuánto te importaba..." Max tragó saliva, su garganta seca y áspera, cada palabra cargada de un peso que ni siquiera sus músculos podían soportar. "No quiero perderte. No después de todo..."

Louis, aún sintiendo los latidos fuertes y rítmicos del corazón de Max contra su pecho, miró a su hijo a los ojos. A pesar de la diferencia de tamaño, a pesar de la fuerza abrumadora que Max siempre había representado, en ese momento, Louis vio a su hijo como era realmente: un hombre que buscaba desesperadamente redención, un hombre que quería ser mejor.

"Max," susurró Louis, su voz suave pero firme, "nunca me has perdido. Estoy aquí, siempre he estado aquí. Pero necesitamos cambiar. Ambos necesitamos ser mejores, por nosotros mismos y por el otro."

Max asintió, sus ojos brillando con una mezcla de gratitud y resolución. Había mucho que reparar, mucho que entender. Pero por primera vez en su vida, sentía que podía hacerlo. No por su tamaño, no por su fuerza, sino por el amor que, a pesar de todo, siempre había estado allí, oculto bajo capas de orgullo y resentimiento.

Louis, sintiéndose aliviado y esperanzado, acarició suavemente la espalda de Max, su gesto un recordatorio de que, sin importar cuán grande o fuerte fuera su hijo, siempre habría espacio para el amor y la comprensión. Juntos, de pie en la cocina, mientras la luz de la mañana se derramaba por las ventanas, los dos hombres encontraron en ese abrazo la promesa de un nuevo comienzo.

Dudas [terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora