Max llegó a casa en plena oscuridad, las luces apagadas y el silencio absoluto le indicaban que Louis ya se había ido a la cama. Era su rutina perfecta: escabullirse a través del jardín, usar la manguera para eliminar cualquier rastro de la noche, y luego entrar silenciosamente por la puerta trasera para subir a su habitación. Nadie tenía que saber lo que hacía, y Louis, siempre confiado, nunca le había preguntado demasiado. Pero esta noche, algo no iba a salir como esperaba.
Max abrió la puerta trasera con cuidado, deslizándose dentro con la agilidad que no parecía propia de alguien de su tamaño. Sus músculos, siempre tensos y listos, ahora estaban relajados tras una noche de diversión, su mente aún nublada por las sustancias que había consumido. Con pasos sigilosos, cruzó el umbral de la sala, pero un instante después, su pie tropezó con algo que no debería haber estado allí.
Antes de que pudiera evitarlo, el cuerpo enorme de Max se desplomó hacia adelante, su peso haciendo que el suelo temblara con un estruendo ensordecedor. Sus músculos, por lo general tan bajo control, fallaron en coordinarse, y la caída fue inevitable. Soltó una maldición ahogada, su voz profunda resonando como un trueno en la quietud de la noche. "¡Maldita sea!" bramó, el dolor punzante recorriendo su cuerpo cuando su rodilla golpeó el suelo.
De repente, las luces se encendieron con un aplauso, bañando la sala en una luz blanca y reveladora. Max parpadeó, deslumbrado por el cambio repentino, y cuando su vista se aclaró, vio a Louis sentado en el sofá, una expresión de calma severa en su rostro.
Louis no necesitó decir nada al principio. El silencio entre ellos era más elocuente que cualquier palabra. Max, aún en el suelo, se quedó congelado, el miedo mezclado con la adrenalina recorriendo su cuerpo. Sus ojos se movieron rápidamente hacia Louis, buscando una señal de lo que vendría después. Pero lo que encontró fue la mirada de su padre, una mezcla de decepción y enojo que lo hizo sentir más pequeño que nunca, a pesar de su tamaño colosal.
"¿Creías que no me daría cuenta?" La voz de Louis, normalmente suave y callada, era ahora afilada como una cuchilla. Max sintió el peso de cada palabra, su volumen de voz inusualmente calmado para el impacto que causaba. Louis se puso de pie, su figura menuda casi insignificante en comparación con el gigante frente a él, pero en ese momento, era él quien tenía el control. "¿Pensabas que podrías seguir mintiéndome, Max? ¿Que no me daría cuenta de tus idas y venidas, de cómo cada noche vuelves más tarde, de la ropa mojada que encuentro en el jardín?"
Max intentó encontrar una excusa, algo que pudiera explicar lo que estaba haciendo, pero las palabras se le atoraron en la garganta. Su cuerpo masivo estaba tenso, los músculos de sus hombros y brazos rígidos como si estuviera a punto de entrar en un combate. Sin embargo, no había escape. Louis había preparado esta confrontación, y Max estaba acorralado.
Louis se acercó, cada paso lento y deliberado, hasta quedar frente a Max. A pesar de la diferencia de estatura, la mirada de Louis era imponente. "Lo que me duele más, Max, es que no confíes en mí lo suficiente como para decirme la verdad. ¿A dónde ibas? ¿Qué es lo que tanto necesitas esconder?"
Max apretó los puños, la frustración burbujeando dentro de él. Sus músculos se tensaron aún más, cada fibra visible bajo la piel bronceada, como un tigre listo para atacar. Pero en lugar de responder con violencia o con su habitual sarcasmo, Max bajó la mirada, sintiendo la vergüenza arder en su rostro. Sabía que estaba atrapado, que las mentiras ya no servirían.
Louis, notando el paquete que Max intentaba ocultar en su chaqueta, estiró la mano y lo tomó. Su expresión se endureció al descubrir lo que había dentro. Droga. Una cantidad suficiente como para preocuparse, pero no tanto como para ser tráfico. Louis sintió una ola de ira y miedo recorrer su cuerpo. Recordó a amigos, conocidos, que habían tomado ese camino y nunca regresaron. No permitiría que su hijo se uniera a esa lista.
"Max," dijo, su voz un susurro bajo pero firme, "esto no lo voy a tolerar. No en mi casa, no en tu vida. He visto lo que esto hace a la gente, cómo los destruye. No dejaré que eso te pase a ti."
Max levantó la cabeza, su enorme cuerpo pareciendo encogerse ante la intensidad de la mirada de su padre. Nunca había visto a Louis tan decidido, tan firme. Era como si la fuerza de voluntad de Louis, pequeña y delgada en comparación con la suya, fuera una cadena de hierro que lo mantenía atrapado.
"Estás castigado," continuó Louis, sin dejar espacio para la discusión. "No más salidas, no más fiestas. Quiero que te concentres en tus estudios, en tu equipo, en tu vida. Y si te veo con esto otra vez, llamaré a la policía yo mismo."
Max asintió lentamente, su voz finalmente rompiendo el silencio. "Lo siento, viejo. No quise... no quise que te preocuparas." Sus palabras eran sinceras, cargadas de un arrepentimiento que hasta él mismo apenas reconocía.
Louis suspiró, dejando caer el paquete sobre la mesa con un ruido sordo. "No es cuestión de preocupación, Max. Es cuestión de amor. Quiero que tengas una vida mejor, no una vida de mentiras y autodestrucción."
El silencio se instaló de nuevo en la sala, esta vez con un entendimiento tácito entre padre e hijo. Max, aún en el suelo, se sintió pequeño, vulnerable. Y Louis, parado frente a él, parecía más grande de lo que jamás había sido. Juntos, enfrentaron la realidad de las consecuencias, sabiendo que el camino hacia adelante sería difícil, pero con la promesa de un cambio verdadero.
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Dudas [terminada]
Short Story¿Qué pasa cuando el mundo que conoces cambia en una noche? los cimientos caen cuándo la verdad aparece. Ninguna mentira es para siempre, y Max tiene que aceptarlo.