Verano del año en que Anelix tenía 25.
El aire de otoño acariciaba suavemente el rostro de Anelix mientras estaba sentada en su lugar habitual del parque, inmersa en su libro favorito. El sol comenzaba a bajar en el horizonte, y el ambiente era perfecto para perderse en la lectura. De repente, una sombra familiar cubrió la página que leía.
Cassius, con su habitual sonrisa despreocupada, apareció frente a ella: "¿Estás leyendo otra vez?", comentó burlón mientras se inclinaba hacia ella. "Estás pegada a ese libro como si fuera lo único que existe."
Anelix levantó la vista con una sonrisa juguetona en los labios: "¿Y bien? ¿Qué te trae por aquí? ¿Me estás acosando? Quizás debería ir a la policía ahora mismo."
Cassius soltó una carcajada: "Jajaja, vamos, sabes que siempre puedo saber dónde estás, tenemos una especie de radar natural entre nosotros." Su expresión cambió ligeramente, más suave, casi nerviosa, "Pero no vine solo para bromear... Estoy aquí por otra razón."
Anelix cerró su libro, interesada: "¿A ver? ¿Qué cosa?"
"Bueno..." Cassius hizo una pausa dramática, rascándose la nuca: "Sé que tu cumpleaños ya pasó, y siento que el regalo que te di no fue el adecuado. Así que... te traje una sorpresa. ¡Y esta sí que es especial!."
Anelix arqueó una ceja: "¿Una sorpresa? ¿Qué tipo de sorpresa?"
Cassius sonrió, y con un brillo en sus ojos dijo: "Si te lo digo, no sería una sorpresa. Ven conmigo." Antes de que pudiera protestar, la tomó de la mano y la arrastró alegremente fuera del parque. Ambos corrieron entre risas hasta una bahía cercana, donde el aire salado y el sonido del mar llenaban el ambiente.
Anelix, algo desconcertada, se detuvo: "¿Qué hacemos aquí?"
"Solo espera," respondió Cassius, casi emocionado. "¿Recuerdas esa comida italiana que probamos una vez y dijiste que era la mejor pasta que habías comido en tu vida?"
Anelix sonrió al recordar: "Cómo olvidarlo. Era deliciosa."
"Bueno," dijo él, sonriendo aún más: "He contratado a un chef italiano, especialmente para ti, para que prepares esa misma pasta esta noche."
Anelix lo miró, entre sorprendida y divertida: "Cassius, no puedes derrochar así tu dinero. Además, ya te lo he dicho, soy una mujer independiente ahora. No puedes esperar que siga disfrutando de estos lujos."
Cassius la miró con ternura, sus ojos fijos en los de ella: "Mientras me tengas a mí, puedes disfrutar de todos los lujos que quieras." Soltó una risita, pero había algo genuino en su mirada, algo que hizo que el corazón de Anelix latiera un poco más rápido.
Ambos se sentaron en una pequeña mesa frente al mar, donde el chef preparó una cena exquisita. La puesta de sol pintaba el cielo de tonos anaranjados y rosados, mientras una suave brisa envolvía el momento. Anelix suspiró, apreciando la tranquilidad de la escena.
"Y bien, ¿dónde está la gran sorpresa que me prometiste?", preguntó Anelix, entre broma y curiosidad. "No me digas que era solo la comida."
Cassius sonrió misteriosamente: "Calma, calma, aún falta lo mejor."
Justo en ese instante, la melodía de una banda comenzó a sonar desde la distancia. Anelix se giró, sorprendida: "¡Es mi canción favorita!" exclamó.
Cassius, intentando parecer despreocupado, respondió: "Claro, ¿cómo no iba a saberlo?"
De pronto, un niño pequeño vestido de traje se acercó a la mesa, llevando un pequeño cofre dorado. Lo colocó frente a Anelix y se retiró en silencio. Anelix lo miró, algo confundida, mientras abría el cofre. Dentro solo había un pequeño trozo de papel.
ESTÁS LEYENDO
El Mar de los Recuerdos Perdidos
Teen FictionAnelix despierta en un hospital tras un aparatoso accidente de auto, solo para descubrir que ha olvidado los últimos ocho años de su vida. Atrapada entre la confusión de no recordar su matrimonio ni a su pequeña hija, su mundo se convierte en un cao...