La noche envolvía la casa en un silencio acogedor, roto solo por el leve sonido de sus pasos al caminar juntos hacia la cocina. Antony le indicó a Anelix que debían disfrutar algo de postre. Mientras preparaban el dulce, sus conversaciones se mantuvieron en lo cotidiano: detalles triviales del día, la risa juguetona de Sofía resonando en sus mentes, pequeños recuerdos compartidos que, aunque simples, lograban tejer algo profundo entre ellos.
Antony rompió esa armonía tenue con una pregunta que abrió puertas al pasado.
Dijo suavemente: "¿Recuerdas las peleas tontas en la empresa? Siempre discutíamos por tonterías... y así, entre debates y desafíos, terminamos enamorados".
Anelix dejó la cuchara en el platillo, su mirada perdida por un segundo en aquellos días, cuando sus discusiones apasionadas se transformaban en momentos íntimos, casi como si el enfrentamiento fuera solo una excusa para acercarse.
Antony continuó con voz más baja, casi en un susurro: "Lamento haber sido tan impulsivo el día de nuestra boda. No debí perder los estribos de esa forma". Sus ojos brillaban con una mezcla de arrepentimiento y vulnerabilidad, una faceta rara de ver en él.
Anelix le contestó dulcemente: "Está bien, Antony. Aunque ese es el último recuerdo que tengo de ti, sé que lo pasamos bien ese día".
Antony la miró, sus ojos buscando algo más allá de las palabras.
"¿Te gustaría bailar?". Le extendió la mano con una sonrisa que, aunque contenida, revelaba todo lo que sentía. "Como lo hicimos ese día".
Anelix titubeó, el peso del pasado aún presente en su pecho. Pero en su corazón, sabía que lo deseaba. Siempre había visto a Antony como un hombre distante, pero con el paso de los años había comprendido que bajo esa frialdad se escondía alguien que solo necesitaba calidez. Un hombre que, a veces, se comportaba como un niño necesitado de atención, pero ese lado vulnerable lo hacía más humano, más real.
Las palabras que había pronunciado en los votos de su boda resonaron en su mente, llenando su corazón nuevamente. Sin más dudas, tomó su mano. Antony sonrió mientras sacaba su celular y buscaba una canción. Unos acordes familiares llenaron la habitación.
Anelix estaba sorprendida: "¿Aún la tienes guardada?".
Sonaba la canción que bailaron en su boda.
Antony respondió con una sonrisa sincera: "Por supuesto. Fue el día más feliz de mi vida".
Esa simple confesión encendió algo dentro de Anelix. Ese hombre, que siempre había parecido tan impenetrable, realmente la amaba con una profundidad que a veces ella no comprendía del todo. Mientras giraban lentamente en la cocina, el mundo a su alrededor pareció desvanecerse, quedando solo ellos, envueltos en la melodía y en un silencio compartido que lo decía todo.
Cada paso que daban en ese pequeño baile despertaba recuerdos olvidados. Antony no pudo resistirlo más. Sin previo aviso, inclinó la cabeza y la besó. Fue un beso suave, pero lleno de pasión contenida, como si quisiera transmitirle todo lo que no había podido decir en palabras.
"Quiero que recuerdes cada parte de ti que has perdido... Por favor, déjame estar cerca de ti, Anelix. Quiero ser parte de tu vida de nuevo", Antony susurraba contra sus labios.
Las palabras cayeron como un eco suave en su corazón, y aunque Anelix no respondió, el silencio fue suficiente para Antony. La conocía bien, sabía que el silencio también podía ser una afirmación. Tomó su mano con suavidad, guiándola con cuidado por el pasillo, hasta llegar a la puerta de su habitación.
Antony se detuvo frente a la puerta: "¿Recuerdas este cuarto? Hasta hace unos meses, vivías y dormías aquí... Extraño despertar y no verte junto a mí".
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El Mar de los Recuerdos Perdidos
Teen FictionAnelix despierta en un hospital tras un aparatoso accidente de auto, solo para descubrir que ha olvidado los últimos ocho años de su vida. Atrapada entre la confusión de no recordar su matrimonio ni a su pequeña hija, su mundo se convierte en un cao...