Capítulo 8. Un Comienzo Explosivo

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Anelix había sido recibida cordialmente por el secretario en la recepción, quien la guió a su nueva oficina, donde trabajaría como auxiliar de proyectos. Mientras caminaban por los pasillos, el secretario le explicó que, si todo iba bien, podría ascender a gerente de proyectos en un futuro cercano, debido a su perfil capacitado. Eso le emocionaba, pero también la hacía sentir una ligera presión.

Mientras caminaban el secretario le entregó un gafete con su nombre: "como tus datos fueron enviados de antemano y entraste directamente, ya tenemos listo tu carnet, por favor úsalo para acceder a la oficina e identificarte a partir de ahora". Anelix estaba llena de felicidad al recibir su gafete, no puedo creer que ya es oficial, estoy tan feliz.

Una vez frente a la oficina, el secretario le se disculpó y salió un momento para buscar a la persona encargada de darle la inducción.

Sola, Anelix se sintió inquieta. Se colocó su gafete y se acercó a la puerta y, con curiosidad, comenzó a observar cómo trabajaban los empleados en el área común. A lo lejos, escuchaba el tecleo constante de los ordenadores y conversaciones en voz baja. Era un ambiente profesional, pero también algo frío.

En ese instante, se giró para regresar al lugar donde la habían dejado, pero su cuerpo chocó bruscamente contra alguien que no había visto venir. El impacto fue fuerte, y antes de que pudiera reaccionar, sintió una oleada de calor en su pecho y abdomen. El café que llevaba el hombre con el que había chocado se había derramado completamente sobre él.

"¡Dios mío!", exclamó Anelix, con las manos temblorosas mientras intentaba sacar un pañuelo de su bolso para limpiar al hombre, "Lo siento mucho, no te vi..."

El hombre, con el rostro endurecido y el ceño profundamente fruncido, la miró con una mezcla de furia e incredulidad.

"¿No puedes ver por dónde vas?", gruñó, apartando el pañuelo que Anelix le ofrecía, "¿Nadie te ha enseñado que debes estar pendiente de lo que te rodea?, ¡aquí no se permiten descuidos!"

Anelix se quedó paralizada por un segundo, su corazón latiendo rápido ante el tono cortante del hombre. Jamás se había sentido tan avergonzada y culpable en su vida. Mientras intentaba formular una respuesta, sus palabras quedaron atascadas en su garganta: "Yo... lo siento muchísimo, de verdad no fue mi intención..."

Antes de que pudiera continuar, otro hombre entró apresuradamente a la oficina. Tenía una venda en la frente, como si hubiera tenido algún accidente reciente.

"¿Señor, está bien? ", preguntó el recién llegado, con preocupación evidente en su voz.

"¿Te parece que estoy bien?", respondió el hombre del café, levantando los brazos manchados de líquido marrón, "averigua dónde trabaja esta inútil y despídela".

Sin siquiera dirigirle otra mirada, el hombre se giró y salió de la oficina, dejando a Anelix completamente aturdida. No puede ser, como tengo la identificación de la empresa puesta dedujo que ya trabajo aquí. El otro hombre, que había presenciado toda la escena, se quedó un momento sin saber qué decir.

"No te preocupes", dijo finalmente, intentando consolarla, "tal vez no lo decía en serio. Haré lo posible por hablar con él... Trata de no pensarlo mucho". Y con eso, también salió de prisa tras el hombre.

Anelix se quedó ahí, sin poder moverse. El silencio de la habitación le pesaba como una tonelada. Su primer día, y ya había arruinado algo. Llevó una mano a su rostro, frustrada, y luego murmuró para sí misma: ¿Despedida?... ¡Ni siquiera he empezado a trabajar y ya me echaron! ¡Nooooooo!, estaba en shock pero al mismo tiempo empezó a razonar de manera diferente: ¿y quién carajos es ese hombre para decir esas palabras?, ¿siquiera tiene autoridad?, solo derrame su café no es como si hubiera arruinado algún trabajo importante, el también debería mirar por donde va. Aaaaahhhhh lo desprecio. Calmémonos Anelix, tal vez fue una broma de mal gusto.

El Mar de los Recuerdos PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora