Capítulo 21. Boda

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Anelix yacía en una cama de hospital, con el suave sonido de las máquinas monitoreando su estado. Su cuerpo descansaba, pero su mente no encontraba paz. Los recuerdos la asaltaban sin tregua, llegando como un torrente imparable. Cada imagen, cada fragmento de su pasado, surgía de la oscuridad y la inundaba con una intensidad insoportable. Eran demasiados, demasiado rápidos, sin dar espacio a respirar o procesar lo que estaba viendo.

Revivía momentos de su infancia, rostros familiares que creía haber olvidado, fragmentos de conversaciones con Antony, imágenes de su hija Sofía riendo y jugando. Pero entre todos esos recuerdos dulces y simples, otros la estremecían: el accidente, los rostros de extraños en la sombra, fragmentos oscuros que no lograba entender por completo. Su corazón latía con fuerza, mientras su mente luchaba por comprender.

Cada segundo que pasaba, la sensación de pérdida y confusión aumentaba. Se sentía atrapada en un ciclo interminable de recuerdos fragmentados que no podía controlar. El esfuerzo de procesarlos la debilitaba. A pesar de que sus ojos seguían cerrados, Anelix era consciente del caos interno, y sentía cómo su cuerpo se rendía ante el peso de todo lo que estaba sucediendo.

De repente, su conciencia se desvaneció. Otro desmayo, otra caída en la oscuridad.

Pero al despertar, un nuevo recuerdo se sumaba a su conciencia, uniendo piezas que no lograba acomodar. Los rostros de Antony, Cassius y Sofía se entrelazaban de formas inquietantes en su mente. Algo le decía que las respuestas estaban ahí, pero cada vez que intentaba aferrarse a un fragmento, este se esfumaba como un espejismo.

Desesperada, solo pudo dejarse llevar una vez más por el abismo de sus propios recuerdos.

.....

De vuelta al pasado, el día de la boda fue un evento digno de cuentos de hadas. La ceremonia tuvo lugar en una elegante iglesia, adornada con flores blancas y doradas. Los amigos de la oficina, Alfred y María, habían ayudado a organizar cada detalle, asegurándose de que todo fuera perfecto. Alfred, en particular, se ocupó de que la música y la decoración estuvieran a la altura del evento.

Rebeca, una de las hermanas de Anelix, hizo su entrada en la boda con su característico aire caprichoso y desinhibido. Su vestido vibrante y su actitud despreocupada contrastaban con la formalidad del evento. Parecía que, para ella, cualquier ocasión era una oportunidad para hacer una declaración.

"Vaya que esta boda es extravagante", comentó Rebeca, examinando el lugar con una sonrisa juguetona. "Creí que mi hermanita optaría por algo más íntimo".

María, quien ya sabía de la llegada de Rebeca, la observó mientras ajustaba un arreglo floral a su lado.

"No es extravagante, es perfecta", respondió María con una sonrisa tranquila. "Además, Anelix quería algo pequeño, pero su padre la convenció de todo esto".

Rebeca soltó una ligera risa, como si el comentario no le sorprendiera en absoluto.

"No esperaba menos de mi padre", dijo con un tono irónico. "Bueno, al menos el dinero que tenemos sirve para algo".

María asintió, pero sus ojos se fijaron en Alfred al otro lado de la sala, dirigiendo las últimas instrucciones para los organizadores.

"Aunque, en realidad, la mayor parte del crédito se lo debe llevar Alfred", dijo María, señalándolo, "es él quien ha hecho que todo esto salga perfecto".

Los ojos de Rebeca siguieron la dirección que señalaba María, sorprendida por lo que veía. Alfred, alto, masculino, un poco tímido tal vez, y con una presencia que no pasaba desapercibida, era justo del tipo que capturaba su atención.

El Mar de los Recuerdos PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora