Capítulo 14. Ecos resonantes entre el pasado y el presente

3 1 0
                                    

El amanecer había traído consigo un nuevo día, pero para Anelix, el sueño de la noche anterior la dejó intranquila. Despertó sobresaltada, jadeando mientras su corazón palpitaba con fuerza. Un fuerte golpe resonó en su ventana. Un pájaro, desorientado, se había estrellado contra el cristal, pero ese no era el verdadero motivo de su agitación. Los fragmentos de su sueño revoloteaban en su mente, como piezas desordenadas de un rompecabezas que no lograba encajar.

Se llevó las manos a la cabeza, tratando de recomponer lo que había visto. ¿Había soñado? Sí, tiene que haber sido solo un sueño, pero... en esos fragmentos vagos, Antony aparecía, y él se me confesaba. ¿Confesado qué? No podía recordarlo con claridad, pero el impacto emocional que le había dejado era innegable. Su rostro se sonrojó al pensarlo. ¿Un sueño? Tiene que serlo. Pero entonces, ¿por qué mi corazón late a mil por hora?

Anelix se sentó en la cama, tratando de calmar sus pensamientos. ¿Y si no es solo un sueño? ¿Podría ser un recuerdo de mi pasado perdido? La idea le revolvía el estómago. La única manera de confirmar si era un recuerdo era preguntarle a Antony, pero solo imaginar la conversación le generaba una profunda repulsión. ¿Cómo voy a enfrentar al hombre frío que afirma ser mi esposo? Esa posibilidad la aterraba. Sentía que al preguntarle, le estaría dando la razón de alguna manera, cediendo a algo que no quería aceptar.

El sonido de unos golpes suaves en la puerta la sacó de sus pensamientos.

"¿Hija? ¿Estás despierta?", era la voz de su padre, Frederick, del otro lado.

"Sí, papá. Pasa".

Frederick abrió la puerta con su porte serio, pero con una leve sonrisa en el rostro.

"Ven, alístate pronto. Vamos a dar un paseo".

Anelix lo miró con una mezcla de desconcierto y sorpresa: "¿Un paseo?"

Frederick asintió, cruzando los brazos: "Sí. Sofía quiere ir al parque de diversiones con su madre, y pensé que sería una buena oportunidad para que te acerques más a ella".

El rostro de Anelix se iluminó un poco. La idea no le parecía mala. Sofía... su hija. Cada vez que estaba con ella, sentía una calidez indescriptible. Aunque Sofía era casi una desconocida para ella, siempre que la veía, su corazón se llenaba de alegría.

"De acuerdo. Dame un momento para alistarme".

Un rato después, Anelix salió de su habitación, vestida con ropa casual pero bonita. Al bajar las escaleras, se encontró con tres personas esperándola. Su padre, Sofía, y...

"¡Mamá!", gritó una vocecita, mientras una pequeña niña corría hacia ella y se lanzaba a sus brazos.

Anelix sonrió mientras la abrazaba con fuerza. Sofía. Su hija, aunque desconocida, siempre lograba hacerla sentir plena y feliz. Por un momento, el caos interno que sentía se desvaneció.

"¿Cómo has estado?", dijo de repente Antony, rompiendo el momento.

Anelix lo miró en silencio, con una expresión más seria. ¿Cómo estaba él aquí? Sentía una mezcla de emociones; no quería estar cerca de él, no después de los confusos sentimientos que su sueño le había provocado.

"¿Por qué estás aquí?", preguntó, más inquisitiva de lo que había planeado.

Antes de que Antony pudiera responder, Sofía se interpuso con su ternura infantil: "Mamá, no regañes a papá. Fue mi idea. Hoy vamos a salir todos juntos... ¡y con el abuelo también!"

La inocencia en sus ojos era desarmante, y Anelix no pudo evitar sonreírle. ¿Quién podría decirle que no?, era demasiado tierna.

Frederick sonrió también, y sin más palabras, todos se dirigieron al auto. Antony tomó el volante, mientras Frederick se acomodó en el asiento delantero. Anelix se quedó en la parte trasera con Sofía, que no paraba de hablar emocionada sobre todas las cosas que quería hacer en el parque.

El Mar de los Recuerdos PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora