Capítulo 29. Los recuerdos de rebeca

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Desde aquel día en casa de Antony, Anelix no podía evitar sentirse como una novia recién casada, con mariposas en el estómago y una sonrisa que no se borraba de su rostro. Cada vez que miraba su teléfono y veía un mensaje de Antony, su corazón se aceleraba, y Rebeca, que vivía con ella, no tardó en notarlo.

"Vaya, miren esa sonrisa de oreja a oreja", comentó Rebeca, mientras cruzaba los brazos y la observaba con ojos entrecerrados. "No dejas de mirar tu teléfono... ¿Es Antony, verdad?"

Anelix se sobresaltó, su rostro sonrojándose levemente mientras intentaba disimular.

"¿De qué hablas? No estaba sonriendo", dijo con un tono algo apresurado, aunque su sonrisa aún permanecía en sus labios.

"Sí, claro", respondió Rebeca, con una sonrisa pícara. "El amor, hermana, te hace débil. Ten cuidado, tengo entendido que no estabas del todo bien antes del accidente".

Anelix la miró con una mezcla de sorpresa y duda.

"¿Qué? No lo creo... no lo sé", dijo, como si intentara recordar algo que aún estaba nebuloso en su mente. "Pero, espera... ¿por qué estamos hablando de mí? ¿Qué hay de ti y Alfred? ¿Qué pasó entre ustedes?"

De repente, el semblante de Rebeca cambió. Aquella seguridad que siempre irradiaba se desvaneció momentáneamente.

"No quiero hablar de eso", respondió Rebeca con frialdad, desviando la mirada.

Anelix, con una ceja levantada, no pudo evitar insistir.

"¿Por qué no? Recuerdo perfectamente que lo acosabas el día de mi boda. Estabas detrás de él todo el tiempo".

Rebeca soltó un suspiro, sus ojos se nublaron con una sombra de arrepentimiento: "Pues... me arrepiento un poco de eso", admitió en voz baja.

Anelix abrió los ojos con sorpresa. Su hermana, la mujer arrogante y decidida, nunca solía admitir errores, mucho menos arrepentirse de algo.

"¡Vaya!", dijo Anelix, cruzándose de brazos. "Ahora me da aún más curiosidad. Si no me lo dices, voy a llamar a Alfred y le diré que no dejas de pensar en él".

Los ojos de Rebeca se agrandaron y, en un rápido movimiento, se abalanzó sobre Anelix, arrebatándole el celular de las manos.

"¡No te atrevas!", dijo, con una mezcla de nerviosismo y diversión.

Anelix, riendo, se recostó en el sillón.

"No puedes evitarlo para siempre", le dijo con una sonrisa burlona. "Solo dime qué pasó".

Rebeca sostuvo el teléfono de Anelix, pero no lo desbloqueó. Respiró hondo y, después de unos segundos de silencio, accedió.

"Está bien... pero promete que no intervendrás", dijo, con una voz más suave de lo habitual.

Anelix sonrió triunfante, levantando una mano en señal de juramento.

"Lo prometo. Bien, ahora cuenta".

Rebeca soltó el celular de Anelix y se sentó a su lado, mirando hacia el horizonte como si buscara las palabras exactas.

"Alfred... es complicado", comenzó. "No es como yo pensaba. Al principio, solo me atraía. Era alguien diferente, algo en él me intrigaba. Pero luego... bueno, después de la boda, todo cambió".

Anelix la observaba con interés, casi conteniendo el aliento.

"¿Qué pasó?", preguntó suavemente, tratando de no interrumpir el flujo de pensamientos de su hermana.

El Mar de los Recuerdos PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora