Chapitre treize

164 15 0
                                    

El palacio de Jerusalén amanecía envuelto en una luz dorada, bañando las piedras antiguas y los jardines en un resplandor suave y cálido.
Ángeles había dormido poco esa noche, sus pensamientos giraban en torno a todo lo que había sucedido el día anterior.

Sus palabras a Balduino aún resonaban en su mente, y no podía dejar de pensar en la expresión de asombro en su rostro.

Balduino, por su parte, tampoco había encontrado el descanso. Aquellas palabras que Ángeles le había dicho, su confesión de amor y afecto eran como un bálsamo que lo hacia sentir pleno y ilusionado y al mismo tiempo le hacia sentir una carga ya que él deseaba, más que nada, ser digno del amor que ella le había confesado y que indudablemente él también sentia por ella , pero su enfermedad lo consumía y lo mantenía a una distancia amarga.

Esa mañana, Ángeles decidió visitar los jardines del palacio, buscando un momento de paz.

Los rosales estaban en plena floración, y el suave aroma de las flores y los limonarios le calmaban el alma, era su lugar favorito y el de Balduino también.

Mientras caminaba, Sibila la sorprendió.-Buenos días, querida amiga -dijo Sibila con una sonrisa radiante-. ¿Cómo te sientes después de nuestro paseo de ayer?Ángeles la miró con gratitud y le devolvió la sonrisa.-Aún no puedo creer lo que viví ayer.

- Jerusalén es más hermosa de lo que imaginé. Y... tu hermano, Balduino... -su voz se apagó un poco, al recordar el momento en que se atrevió a confesar lo que sentía-. No sé si hice bien, Sibila.
Debo confesarto algo son mis sentimientos por él...Sibila la tomó de las manos con calidez interrumpiendola al mismo tiempo.

-Lo sé, los escuche y lo que dijiste se que es auténtico.

Balduino ha vivido tanto tiempo rodeado de soledad, incluso entre sus propios súbditos. Creo que tu presencia le ha traído una luz que hacía mucho no veía.
Antes de que Ángeles pudiera responder, asombrada pues no creia que Sibila los hubiese escuchado y eso al mismo tiempo la apenaba.
la conversación fue interrumpida por Tiberias, quien llegó con paso firme.-Su Majestad ha pedido que le acompañe mi Lady -dijo con su voz solemne, pero sus ojos mostraban alegria-. Esta mañana desea verle.

Ángeles asintió, sintiendo un ligero nudo en el estómago. Sabía que aquella reunión sería importante. Sibila la miró con una mezcla de esperanza y complicidad al mismo tiempo.

Al llegar al salón privado de Balduino, lo encontró sentado cerca de la ventana, la luz del sol iluminando su figura.

La máscara de plata seguía ocultando gran parte de su rostro, pero sus ojos, esos ojos azules que tanto la habían impresionado, la miraban con una mezcla de incertidumbre y... algo más.

-Mi Lady -dijo suavemente, su voz ronca por la enfermedad-. Quería verla... necesitaba hablar con usted.

Ángeles se acercó lentamente, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que este momento sería decisivo. Lo que más temia era que el decidiera apartarla definitivamente de su lado, ella sabia que él sentia lo mismo que ella. Pero estaba esa muralla, la lepra.

-Balduino, yo... -comenzó a decir, pero él levantó una mano para detenerla.-Por favor, déjeme hablar primero -dijo él, su voz quebrándose levemente-. Ayer, sus palabras... no sabe
cuánto significaron para mí. Me han dado esperanza, una esperanza que creí perdida hace tiempo. Pero... -hizo una pausa, luchando con sus emociones-. Soy un hombre enfermo, Ángeles. La lepra me consume. No puedo permitir que se acerque más a mí... no quiero que sufra por mi culpa.Ángeles lo miró directamente a los ojos, sin vacilar y nuevamente confirmar aquellos sentimientos que habia confesado ayer.

-No me importa, Balduino. Ya se lo dije, quiero estar con usted. No importa lo que pase.El rey bajó la mirada, incapaz de sostener la intensidad de sus palabras.-No lo entiende, Ángeles. Mi enfermedad no tiene cura. No quiero que su vida se vea arruinada por mi destino. Tiene tanto por delante... no puedo arrastrarla a esto. Esas palabras le dolian más a él que a ella. La amaba de eso estaba seguro.

Ella se arrodilló frente a él, tomando suavemente su mano vendada.-No le estoy pidiendo que me proteja de usted -dijo con firmeza-.

Estoy aquí porque quiero estar con usted, ahora se el motivo por el cual estoy aqui en este lugar, no es un sueño y no lo comprendia hasta ahora, porque lo que siento es más fuerte que cualquier temor.

Balduino cerró los ojos, incapaz de contener las lágrimas. Nadie, desde que enfermó, le había hablado con tanta dulzura, con tanta verdad. Era como si Ángeles pudiera ver más allá de la máscara, más allá de la lepra, y ver al hombre que él era, más allá de la enfermedad.
-Mi Lady... -susurró con la voz entrecortada-. Eres... mi luz.

Un momento lleno de emociones lleno ese momento, ambos saben que aunque el futuro es incierto hay una conexión entre ellos que es innegable.

Sibila, desde lejos, observaba con una sonrisa. Por su parte, Tiberias mira a Balduino con alegria , esperanzado a que el rey podría llegar a ser feliz depués de todo.

Mientras Ángeles sale de la sala, después de aquella intensa conversación, se encuentra nuevamente con Sibila.-¿Cómo te fue? -pregunta la princesa con curiosidad.Ángeles sonríe, aunque sus ojos reflejan cierta tristeza.-Él... es un hombre maravilloso, pero lleva un peso que lo consume. No sé qué nos depara el futuro, pero estoy decidida a no dejarlo solo.
Sibila asiente alegre de escuchar a su querida amiga,comprendiendo más que nadie los miedos de su hermano. Ángeles no lo sabe, pero la verdadera batalla de Balduino no será solo contra la lepra, sino contra su propio corazón.

Mi ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora