Chapitre Huit

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Tiberias inmediatamente capto que la madre del Rey, deseaba conocer más a Ángeles, así como conocer la forma en que ella y Balduino se habían conocido.



-Su Majestad debo ir a atender otros asuntos, Mi Señora Inés sea nuevamente bienvenida. Sobrina que disfrutes de la compañía le dijo cerrándole un ojo.



Aquello le pareció gracioso a Ángeles y escucho cuando Balduino dio un suspiro, supuso que de alivio.



- Gracias por tus atenciones Tiberias si me lo permites deseo estar a sola con mi Hijo y la Señorita.



Tiberias asintió, para luego hacer una reverencia al Rey y retirarse.


Al caminar él también se sentía aliviado, pero le preocupaba un poco las consecuencias que podría tener todo lo que inventaron. Prosiguió su camino.



Mientras tanto en la estancia de las ceremonias Inés se encontraba aun mirando a Ángeles y a su hijo, el pobre todavía no sabía qué hacer ni cómo reaccionar. El Rey era un hombre que imponía respeto y autoridad, pero en cuestiones del corazón no sabía cómo actuar. Inés no quería agudizar más ese sentimiento, ahora que estaban los tres solos haría todo lo posible por que ambos jóvenes se sintieran cómodos.



- bien mi amado hijo, deseo estar en un lugar más privado. El viaje ha sido cansado y deseo comer algo.


- Madre, las puedo invitar al jardín principal, ordenaré que te preparen algo. Espero que tu estadía en mi palacio sea reconfortante.


- bien hijo, muchas gracias.


Balduino hizo un gesto para que ambas mujeres caminaran, el iría atrás de ellas. De nuevo la escena daría de que hablar, los guardias que custodiaban los pasillos los miraban entre murmullos, tratando de que el Rey no se diera cuenta de nada, pues a Balduino los chismes y rumores no le gustaban para nada y era severo a la hora de castigar a alguien por lo mismo, evitaba a toda costa que su palacio se viera envuelto en tales cosas bochornosas.





Ángeles comenzó a caminar junto a Inés. ¡Dios que nervios ¡


Caminaba junto a la temible madre del Rey eso hacía que sintiera unos temblores en su estómago.



Inés por su parte iba de lo más ansiosa, Ella estaba segura de los sentimientos de su hijo hacia aquella joven, pero quería saber si ella también sentía lo mismo, de ser así, tal confirmación le causaría mucha alegría ya que lo único que anhelaba era que su amado hijo fuera feliz al lado de alguien que lo quisiera.



- No ha cambiado nada desde la última vez que me fui, la pervinca rosa adornaba todo el jardín, también se encontraban olivos, kalonches de diferentes colores por doquier. Los pájaros cantaban y revoloteaban alegres, el olor de los limonarios impregnaba el lugar. Aquello era un encanto.


- Recuerdo que antes de irme a ti y a mi amada hija les gustaba jugar aquí. ¡Qué tiempos! suspiro Inés. A lo largo diviso unas bancas con una mesa de piedra en donde pensó que estarían cómodos, espero la orden de Balduino.


- Podemos tomar asiento le indico Balduino. Ambas mujeres procedieron a sentarse. Se sentaron a la par, quedando Balduino frente a ellas, Ángeles se sentía muy apenada no sabía que esperar de la reunión. Balduino sentía lo mismo, no quería que su madre hiciera sentir incomoda a su invitada, el evitaría a toda costa que su madre comenzase a preguntar o decir cosas que no debiera. Estaba dispuesto a si eso llegase a pasar suspender la reunión en cualquier momento y que su madre no dudara que recibiría un castigo si eso llegara a pasar. Ante todo, él era el Rey.

Mi ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora