Balduino se sentó junto a Ángeles, el leve crujido de la piedra bajo su peso fue el único sonido que rompió el silencio del jardín. Su mano temblorosa descansó sobre la de ella, y sus dedos se entrelazaron casi sin darse cuenta. Era un gesto simple, pero lleno de significado, y por primera vez en mucho tiempo, Balduino sintió que el frío de su alma comenzaba a desvanecerse.
—Quiero intentarlo —dijo, con una voz cargada de fragilidad y deseo.
Ángeles sintió como su corazón estallaba de emoción, como si cada latido fuera una pequeña explosión de vida dentro de su pecho. Apretó la mano de Balduino con fuerza, como si temiera que al soltarlo, este momento tan precioso se desvaneciera. El amor que sentía por él era profundo y sincero, pero más que decirlo, quería demostrarlo, en cada gesto, en cada mirada.
—No puedo acercarme a usted de la manera en que se espera que un caballero corteje a una dama —continuó Balduino, su voz quebrándose un poco bajo el peso de su confesión—. Sabe que mi enfermedad me lo impide.
Cada palabra parecía dolerle profundamente. Para él, el simple deseo de acariciarla, de sostenerla sin restricciones, se había convertido en una tortura. Pero más que el dolor físico, era el anhelo emocional lo que le quebraba. Aun así, Ángeles le sonrió con una dulzura que le atravesó el alma.
—No necesitamos seguir lo que otros dictan —respondió ella con calma, su mirada firme—. Lo haremos de otra manera, y será igual de hermoso.
El corazón de ambos latía al unísono, cada uno sintiendo la misma energía, la misma conexión. Ángeles sabía, con una certeza que jamás había experimentado antes, que su destino en Jerusalén estaba entrelazado con el de Balduino. La historia no tenía que terminar con la tragedia que todos predecían; no tenía que ser la crónica del rey leproso que moría joven y solo. Ellos podían reescribirla.
Balduino la observó con asombro. En sus tiempos, no existía el concepto de noviazgo como lo conocemos ahora. Los matrimonios eran arreglados, y el cortejo, si existía, era solo una formalidad breve. El objetivo final era siempre el matrimonio, nada más. Pero Ángeles tenía algo diferente en mente, algo que resonaba profundamente con lo que Balduino deseaba, aunque nunca había sabido cómo pedirlo.
—Nunca he conocido algo como esto... —susurró él, más para sí mismo que para ella.
El sol finalmente aparecio por completo, dejando al jardín envuelto en una suave calidez. El aire se llenó de la fragancia de los limoneros, y el sonido lejano de las campanas del palacio marcaba el inicio del día. Era hora de regresar a sus aposentos, pero ninguno de los dos quería moverse.
Ángeles fue la primera en ponerse de pie. Se inclinó hacia Balduino y, con una suavidad infinita, trazó la línea de su mandíbula, justo donde la máscara de plata ocultaba su rostro. Era un toque cargado de ternura, y Balduino cerró los ojos, dejándose llevar por la sensación. Sin dudarlo, apretó la mano de Ángeles, guiándola más cerca de su piel, como si ese contacto pudiera llenar el vacío que sentía desde hacía tanto tiempo.
—Debo regresar —murmuró Ángeles, su voz casi un suspiro—. Rosario me espera para comer.
Balduino asintió lentamente, pero no soltó su mano. No quería que ese momento terminara. Se levantó, su cuerpo dolorido por la enfermedad, pero su corazón más liviano que nunca. Miró a Ángeles a los ojos, esos ojos que siempre parecían llenos de luz, y por un instante deseó poder dejar atrás todo lo que lo limitaba, todo lo que lo separaba de ella.
—Lo sé, mi Lady —respondió finalmente, su voz cargada de un afecto que ya no podía ocultar.
Sin pensarlo, tiró suavemente de su mano, atrayéndola hacia él una vez más. Esta vez no hubo máscaras, ni palabras de despedida. Solo se miraron, con el jardín como único testigo de lo que estaba naciendo entre ellos. El amor que sentía por ella era tan grande que temía no poder contenerlo, pero sabía que debía ser cauteloso, que debía ir lentamente. No quería que esto terminara en dolor, y sobre todo, no quería lastimarla.
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Mi Ángel
RomanceTe espere desde hace mucho mi Ángel Por favor no realizar adaptaciones. ! Esta es mi historia.