Primeras diferencias

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Hoy Harry se encontraba en un sótano que servía como laboratorio para su sensei de este día. Como cada vez que Tsunade iba a divertirse (es decir jugar a los casinos y beber sake) y Jiraiya iba a hacer sus investigaciones (mirar furtivamente los baños públicos de mujeres) él debía quedarse a cargo de Orochimaru, algo escalofriante si le preguntaban. Ahora él tenía como profesores solamente de los tres Sannin, porque gracias al pedido (léase obligado) del consejo de ancianos de la Aldea, él no pudo regresar a su equipo de Genin con Fugaku-san, por motivos que ya todo Konoha sabe y no había otro equipo en estos momentos al cual le faltara un miembro.

Entonces, hoy trabajaba en algunos Jutsus de tierra (Dotôn) que Orochimaru le había dado como lección en la clase pasada. Solo faltaba cinco meses para el examen de Chuunin y los tres Sannin estaban de acuerdo en que él debía tomarlo.

- Pareces trastornado, Harry-kun. - siseó Orochimaru. - ¿Algo mal con mis serpientes...?

Harry hizo una mueca y miró a su sensei. Reprimió un escalofrío al ver que lo estaba mirando con intensidad, casi como si él fuera un gran tesoro, y esa sonrisa de lado tampoco lo hacía sentirse muy cómodo. En estos momentos, Orochimaru estaba acariciando una serpiente bastante grande, mientras veía sus avances.

- Tuve malas experiencias con ellas. - murmuró. - Una muy grande me mordió cuando tenía doce y de ahí fue de mal en peor. Digamos que ellas y yo simplemente no nos llevamos.

- Eso es muy malo, Harry-kun. Si eres mi alumno, irremediablemente tendrás que aprender a como usarlas en Jutsus o convocarlas. No debes temerles, son animales muy domésticos si sabes tratarlas... además yo estaré siempre allí para que no te lastimen. - sonrisa.

Harry lo miró con sospecha, pero él aún seguía siendo ingenuo para algunas cosas y no estaba al tanto de la sutil nota posesiva en la voz del Sannin de la Serpiente. Era un defecto que no podía corregir.

- Eh... bien, no es que tenga miedo. También tengo un recurso para detenerlas en caso de que las cosas se pongan malas.

- Oh. - enarcó una ceja, curioso. - ¿Y qué sería eso?

Harry se removió incómodo en su asiento, no sabiendo si era buena idea decirle ese secreto. Pero ya había metido la pata y no creía que Orochimaru ande regando por allí su única capacidad.

- Ven, pequeña. - habló en Parsél, mirando directamente a los ojos de la serpiente.

- Eres un hablante de nuestra lengua. - siseó ella, sorprendida. - Nunca he conocido uno. Espera a que se lo diga a las otras. - comentó feliz, mientras dejaba los brazos de Orochimaru para subir a los de Harry.

El moreno miró al adulto y sonrió al ver la absoluta sorpresa en su rostro. Si lo pensaba, ésta era la primera vez que dejaba al Gran Sannin de la Serpiente sin palabras.

- ¿Sensei...?

Orochimaru pestañeó, saliendo de su deslumbramiento. Si era posible, la curiosidad hacia el joven Genin se hizo aún mayor en el brillo de sus ojos, sonrió de lado.

- Tienes una capacidad desconocida para mí, Harry-kun. ¿Cómo la llamas...?

- Es simple... es Parsél, el idioma de las serpientes.

- ¿Es un límite de sangre? (NdN-C: Aquí en España lo han traducido como 'Barreras de Sangre', no sé por que ¬¬?)

- Mmmhhh... se podría decir, porque soy el único que puede hablarlo. El resto de las personas que lo tenían han muerto.

- Que interesante. - susurró para sí.

Unos golpes a la puerta interrumpieron la conversación y Harry suspiró. Nunca se sentía a gusto estando completamente a solas con este Sannin, algo le hacía no confiar del todo en él. Orochimaru dio permiso para entrar a quien sea que estuviera allí. La puerta se abrió y una niña de no más de 11 años entró. Su cabello era púrpura y algo rebelde, sus ojos oscuros y sin pupila y la piel era morena.

Pacto Con Shinigami-samaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora