30

6 2 0
                                    

Pasado.

Diana Bowles:

Me encontraba hablando con Rousy, pues, pasábamos por las mismas circunstancias, bueno en algún momento, ya que yo no entendía que me pasaba.

Al parecer habían jugado con nosotras el año anterior a aquel. Al parecer, eso creyó mi mente.

Pues, difícil nos resultó aceptar un sentimiento genuino en nosotras hacia otras personas para que luego hicieran trizas nuestros sentimientos.

Lo peor: Nos comentaban felices de sus amoríos escasos, vacíos y algo menor a temporales, ya que no duraban nada.

Me alejé de lugares y de vanas fantasías. Me esforcé por olvidar, pero no pude, más sin embargo perdoné y me perdoné a mi misma, ya que mi mayor pecado y error fue esperar algo de alguien más y martirizarme por ello.

Que jodida era la vida para ese entonces.

Y luego Val se unió al dúo de corazones rotos, pero esa vez ella sufría por una amistad confusa y negativa, mientras que yo tenía un desbarajuste de emociones y Rou estaba peor que yo.

Lo malo de ser una persona altamente sensible para mí, es que, mi mente  trabajaba a cada nada, incluso cuando dormía podía descansar algo, pero esta seguía su trabajo como si nada.

Rousy estaba peor que yo, porque yo lloraba sin sentido alguno, ya que entendía el desencadenante de por qué la mujer que amaba actuaba así conmigo y por eso estaba tranquila, pero no me entendía a mí e incluso nadie lo hacía.

Esperaba que todo mejorara para mis amigas, tan sensible yo que lloraba por sus problemas, pero oraba porque se resolvieran y permaneciera la paz.

Mientras seguía amando a aquella mujer, en silencio, pero sin extrañeza, con los mismos sentimientos, pero no con expectativas, con entusiasmo, pero no creyendo algo que no era, con alegría, porque por supuesto mi corazón se incaba ante ella.

Claro que la amaba, pero ocultaba muy bien mis sentimientos, y al parecer descubrió que aún existían, porque a pesar de todo ella me conocía, amaba cada parte de mí y adoraba cada toque de rareza, porque yo era un libro infinito.

Esa noche hablamos demasiado, la chica que amaba y yo. Y los días restantes a esa noche de agosto, ella decidió dejarlo y terminar con aquella chica que sin duda apedraba y acuchillaba cada parte de ella, con palabras feas y odiosas, y con comentarios que nadie desearía. Pero, también sus sentimientos fuertes hacia mí la hicieron tomar aquella decisión, porque quería luchar por mí y lo hizo.

Rousy y Val pudieron arreglar todo aquello que las horrorizaba, sí,  porque el dolor también horroriza a las personas al notar hasta que punto y cantidad de lágrimas llega.

★★★

Presente.
Diana Bowles:

—Amor, llegarás tarde. —escucho a Alana recordarme que tengo que ir a trabajar hoy.

—No quiero. —casi chillo.

—Ya tienes el desayuno listo, ven, cielo. —insiste entrando a la habitación.

—Dame la mano, por favor. —pido, ella me la extiende y yo la jalo hacia mí, nuestros cuerpos y rostros rosan.

—Nena...—susurra y mira mis labios, un atisbo de nerviosismo intercaló en cada espacio de su ser.

—¿Por qué estás nerviosa? —pregunto, doy un pequeño beso en sus labios, ella quedó con ganas de más.

—No me provoques si no me vas a besar bien. —gruñe intentando safarce de mí.

—Te besé bien. —afirmo.

—Eso no fue un beso. —refuta.

—¿Por qué? —frunzo el ceño mientras mis manos toman sus glúteos y los aprietan.

—Fue un pico y me dejaste con ganas de más. —se mueve un poco y suspira al sentir mis manos en sus glúteos— ¿Podrías dejar mis nalgas, por favor? —intenta quitar mi agarre con sus manos libres, pero no pude. —Diana. —quiere lucir seria.

—¿Me amas? —instigo y ella me mira, sus ojos brillan.

—Te amo más que a nadie, cielo. —asegura y por cada palabra que suelta mis manos se alejan de sus glúteos.

—Quedate aquí conmigo, abrázame toda el santo día, la tarde y la noche. Solo quiero estar contigo, hoy, ahora, mañana y siempre. —la abrazo, lo he dicho muchas veces y sé que es cansón para algunos, pero me vale, mi mujer tiene una calidez que nunca encontraré en otra persona.

—Siempre estaré contigo, hoy, ahora, mañana y siempre, mi dulzura. — besa mi frente y luego roza sonriendo su nariz con la mía.

—Rousy me dijo que nos odiaba. —mi voz ronca sale a flote.

Me ve y se ríe, mientras se acomoda.

—Porque no le avisamos que iríamos a Francia. —supone, y nos cubre con el edredón.

—Sí, estás en lo correcto, amor. —me río para luego acomodar mi cabello. —Me duele la cabeza. —hago una expresión de molestia.

—Hmm, ahora sé porque quieres quedarte a dormir todo el bendito día. —se levanta, y se coloca sus pantuflas. —Esperame, ni te muevas, te voy a traer tu pastilla y agua.

—Ya me la tomé. —digo y se detiene, rebusco en una cestita de la mesita de noche. —Mira, cuentalas. —le extiendo el blíster de pastillas.

—Eso, mereces un premio. —me sonríe alegremente.

Se acuesta y me abraza como si su vida dependiece de ello.

—Ahorita no me puedes coger, más tarde. —le saco la lengua.

—Sucia. —me lanza una almohada.

—Sucia tú, tú me corrompiste. —toco con el dedo índice mi cabeza recordando.

—Amor, qué, si tú fuiste la que me dijiste esas cosas y me volviste una sucia al igual que tú, y pensaba que era peor. —se tapa la cara dejando sus labios al descubierto, así aprovecho y la beso.

—Es que eres bien caliente, cariño. —es mi corta explicación.

—Y tú, uffs. —se muerde los labios.

Ella me corrompió, yo era una muchacha con la mente súper inocente.




TROUVAILLE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora