Revelaciones.

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Las manos de Lyra acariciaban con suavidad las delgadas sábanas de la enfermería, sintiendo la textura áspera y fría contra su piel mientras gradualmente recobraba el conocimiento en aquella sala impregnada del aroma penetrante de desinfectante.

"¿Dónde estoy?... ¿Gané?", se cuestionaba Lyra en medio de la neblina de la confusión, su voz apenas un susurro en el silencio que envolvía la habitación.

—Al fin despiertas, hermosa —resonó la voz de Touko, interrumpiendo la quietud con su tono jovial, mientras soltaba el hombro de Sombra, quien reposaba en una cama cercana.

—No me digas que me perdí tu pelea —musitó Lyra, luchando por mantener los ojos abiertos mientras su mente luchaba por aclararse.

—Oh, sí, me sentí terriblemente desamparada sin tu ánimo en las gradas —replicó Touko con un brillo travieso en los ojos, aunque su sonrisa se desvaneció al percibir el pesar en la mirada de Lyra —. No te preocupes, aún tienes la oportunidad de presenciar la pelea de Ik. De alguna manera, le debes eso más a él que a mí —añadió, tratando de aliviar la tensión en el aire.

—¿Por qué dices eso? —inquirió Lyra, su curiosidad despertando a medida que la bruma de la confusión comenzaba a disiparse.

—Porque estuvo a tu lado mientras estabas inconsciente —explicó Touko, observando con ternura cómo el rostro de Lyra se tenñia de un rubor sutil, sus ojos brillando con una mezcla de gratitud y sorpresa.

Decidida a no dejarse vencer por la debilidad, Lyra se levantó con cuidado y se encaminó hacia el baño de la habitación, donde se cambió de ropa con movimientos lentos y meticulosos. Una vez lista, se dirigió con determinación hacia las gradas de la arena, ansiosa por presenciar la batalla de Ik y devolver así el favor que le había sido concedido en su momento de necesidad.

—Bien, ya se fue. ¿Ahora sí me puedes contar? —inquirió la rubia con tono suave, acercándose a Sombra, quien permanecía recostado en silencio, con la mirada perdida en algún punto distante, su semblante ensombrecido por la tristeza que pesaba sobre él como una losa.

La madre de Sombra, una presencia constante en su vida, había luchado contra una enfermedad terminal durante años, una batalla que los había consumido física y emocionalmente. El tratamiento para su condición era exorbitantemente costoso, una carga que Sombra había llevado sobre sus hombros desde su más tierna infancia. La figura paterna había sido una ausencia dolorosa desde el momento en que Sombra llegó al mundo, abandonándolos a él y a su madre a su suerte.

Desde entonces, Sombra había asumido el rol de sostén de la familia, trabajando incansablemente desde una edad temprana para pagar los medicamentos que mantenían a su madre con vida, así como para cubrir los gastos básicos del hogar, ya que su madre estaba incapacitada para trabajar debido a su precario estado de salud.

Hace apenas unas semanas, el destino cruel había decidido jugar una nueva carta en su partida, transformando la enfermedad de la madre de Sombra en una variante más agresiva y devastadora. El tratamiento necesario para enfrentar esta nueva etapa era aún más costoso y exigente, elevando la carga financiera sobre los hombros de Sombra hasta límites insostenibles.

Fue en medio de este torbellino de dificultades que Sombra había vislumbrado una oportunidad, una pequeña luz en la oscuridad que parecía prometer un respiro momentáneo. Había conseguido reunir un equipo y entrar en el torneo, con la esperanza de alcanzar la gloria y, sobre todo, el premio monetario que podría salvar a su madre. Ciento cincuenta mil lanas, una suma que resonaba en su mente como un salvavidas en medio del océano de desesperación en el que se encontraba atrapado.

Lyra se acomodó en la primera fila de las gradas justo cuando la melodía vibrante de la música de presentación comenzó a llenar el aire. De uno de los costados de la arena emergió Akino Riot, una figura imponente de la nación Kaji, una año mayor que los integrantes del equipo de Lyra. Akino lucía una delgada blusa sin mangas en tono celeste salpicada con manchas blancas, combinada con unas licras ajustadas de color negro. Sin embargo, lo que más llamaba la atención de la joven era su cabeza, completamente rapada, un rasgo distintivo que imprimía una aura de singularidad y determinación.

LYRA Temporada 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora