La fuerte migraña de Ik no se había detenido ni un segundo, y el cielo oscurecido por las nubes parecía reflejar su propio malestar. Decidió salir a la farmacia, buscando desesperadamente algo que pudiera aliviar su dolor palpitante.
—Dolor de cabeza y muscular... supongo que esto servirá, espero poder dormir al menos esta noche —murmuró Ik para sí mismo, sus palabras apenas audibles sobre el zumbido constante en su cabeza, mientras tomaba dos frascos de pastillas y los llevaba al mostrador.
El encargado de la farmacia observó con preocupación el estado del joven.
—Parece que no has estado durmiendo bien, chico. ¿Te interesan algunos caramelos somníferos? —ofreció, sugiriendo una solución alternativa para su insomnio.
—¿No necesitan prescripción? —inquirió Ik, con un deje de incredulidad en su voz, mientras consideraba la oferta.
—La empresa que los hace los vende como dulces relajantes, así que la prescripción no es necesaria. Aun así, solo los puedes conseguir en farmacias —explicó el encargado, con una sonrisa amable pero preocupada.
—Bien, agréguelos y también una bolsa de esas frituras de envoltura azul —respondió Ik, buscando un pequeño consuelo en una simple bolsa de aperitivos.
—¿Esas? Solo son de queso, no tienen ninguna clase de relajante.
—Lo sé, solo quiero frituras de queso —contestó Ik, con un suspiro resignado, mientras sacaba algunas monedas de su billetera y las entregaba al farmacéutico.
Al salir de la farmacia, Ik levantó la mano para detener un taxi que pasaba cerca. El brillo repentino del sol, que había vuelto a iluminar el cielo después de la breve pausa de las nubes, le provocó un dolor punzante en las sienes. Con pasos apresurados, se deslizó dentro del asiento trasero del taxi, buscando alivio en la sombra que ofrecía el interior del vehículo.
El taxi arrancó con un suave rugido de motor, e Ik se recostó contra el asiento, cerrando los ojos para escapar del resplandor implacable del sol. El dolor en su cabeza seguía pulsando con intensidad. Ik anhelaba llegar a casa y sumergirse en la oscuridad reconfortante de su habitación.
Lyra y Lewa se encontraban en la góndola que se deslizaba hacia la isla central, pero la travesía para el joven nativo estaba resultando particularmente angustiante. Lewa había estado vomitando casi todo el trayecto, incapaz de contener la reacción visceral desencadenada por la escena horrenda que había presenciado momentos antes, combinada con el mareo provocado por el vaivén de la plataforma y el penetrante olor de la muerte que impregnaba el aire.
—Lo mejor será que no te vuelvas a poner los vendajes, mejor usa una de las máscaras anti olores que nos dio el maestro Mado —aconsejó Lyra, intentando ofrecer alguna forma de alivio a su compañero, aunque evitaba mirarlo directamente para no empeorar su malestar.
—Pensaba usar la máscara sobre los vendajes, pero estos mareos me están agitando y hacer eso no me dejaría respirar bien, tienes razón —respondió Lewa con voz débil, mientras se pasaba la mano por la boca para limpiarse y trataba de controlar las náuseas que aún lo afectaban.
La góndola llegó al final del cable, deteniéndose con un ligero chirrido metálico que resonó en el aire cargado de tensión. Los novatos descendieron, con cautela, a la isla central, y se encontraron con un paisaje desolador. Las calles estaban sembradas de escombros y fragmentos enormes de vidrio que habían caído de los edificios derrumbados que los rodeaban, creando un laberinto de peligros y desesperación.
—¿Crees que deberíamos anunciar nuestra presencia? —preguntó Lyra, su voz apenas un susurro en medio del silencio opresivo que los rodeaba.
—Para algo nos dieron los silbatos —respondió Lewa, buscando en su mochila para asegurarse de que tenía el suyo a mano.
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LYRA Temporada 1
Storie d'amoreLyra Yoto, una joven e inexperta miembro del gremio militar "Warriors" en la ciudad de ZeN, enfrenta un desafío inesperado cuando, tras una agotadora misión, su maestro queda gravemente herido y es hospitalizado. Su lugar es tomado por un misterioso...