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Hace veinte años, en los rincones más oscuros y olvidados de la sociedad, surgió una sombra que pronto se convertiría en una mancha imborrable en la historia. La secta de los sacros, una organización envuelta en el manto del misterio y alimentada por motivos religiosos desconocidos, se alzó como un titán oscuro entre los mortales.

Con más de mil fieles devotos, la secta marchaba al compás de las órdenes de su enigmático líder, Onaji Nikami. Su figura, envuelta en túnicas negras y ojos que parecían arder con un fuego profano, inspiraba tanto temor como devoción entre los suyos. A su lado, como una sombra fiel, se encontraba Guss Lincon, la mano derecha de Nikami, cuyo rostro marcado por las cicatrices hablaba de los horrores que había presenciado y perpetrado en nombre de su líder. Y entre las filas, emergiendo con la curiosidad y el fervor de la juventud, se encontraba Isabella Rojas, la aprendiz de Nikami, cuya mirada reflejaba una mezcla de admiración y ambición desenfrenada.

Los sacros, bajo la guía de Nikami, dejaron una estela de caos y desolación a su paso. Robos perpetrados con la precisión de una danza macabra, asesinatos envueltos en un aura de ritualidad siniestra, masacres que convertían los lugares más apacibles en campos de batalla infernales, y ataques terroristas que sembraban el pánico en los corazones de los inocentes.

Entre los callejones sombríos y los santuarios ocultos, los seguidores de los sacros conspiraban y tramaban, susurrando palabras impías y juramentos sellados con sangre. Y en el centro de todo, como una sombra omnipresente, Nikami dirigía los hilos de la oscuridad con una calma helada, su voz resonando como un eco de la misma perdición.

En el año 1526, la oscura maquinaria de los sacros se puso en marcha hacia un conflicto de proporciones épicas. La declaración de guerra resonó como un trueno en los corazones de aquellos que conocían el terror que los sacros podían desatar.

La causa de esta declaración de guerra se remontaba a un episodio olvidado por muchos, pero no por los seguidores de Nikami. Una división de la armada del estado "Gun" había proclamado al mundo que ellos eran los responsables de la purga brutal que había exterminado a todas las brujas en el año 1512.

Las brujas, un clan legendario conformado exclusivamente por mujeres, habitaban en las profundidades de un bosque abandonado, un lugar olvidado entre los estados de Saint Yura, Gun, Bellaniop y el Poblado Darmeno. Allí, apartadas de la sociedad, estas mujeres guardaban los secretos de una magia ancestral, una magia que se manifestaba a través de la energía zen de naturaleza mágica.

Esta energía les confería un poder único: la capacidad de crear objetos imbuidos con propiedades especiales y convocarlos a voluntad. Sin embargo, incluso con su dominio sobre la magia, las brujas no podían crear "Jibuns".

La declaración de guerra de los sacros contra el estado "Gun" no solo fue un acto de venganza, sino también una muestra de lealtad hacia aquellos que compartían su misma visión del mundo.

Tras un baño de sangre que tiñó los campos de batalla, la guerra de los treinta días llegó a su clímax con un acto de violencia sin precedentes. El presidente del estado "Gun" yacía sin vida, víctima frente al implacable Onaji Nikami.

Pero en el momento en que la victoria parecía estar al alcance de los dedos de los sacros, un giro inesperado sacudió los cimientos de la contienda. Desde las profundidades del horizonte, la armada de la Ciudad del Zen surgió como un titán en llamas, trayendo consigo a uno de los tres reyes de la marina: el temido contralmirante Pumba. Su presencia imponente marcó un cambio irrevocable en el curso de la guerra.

Con la llegada de la armada del Zen, la balanza se inclinó abruptamente en contra de los sacros. La batalla final se libró con una ferocidad indescriptible, cada bando luchando con una determinación feroz y un deseo desesperado de prevalecer.

LYRA Temporada 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora