Complot.

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Gabriella había luchado con todas sus fuerzas para obtener lo mejor para Michael: un mes de arresto domiciliario bajo una vigilancia implacable. Dos agentes, con sus miradas inquisitivas y sus posturas rígidas, se apostaron en su hogar.

Dos días habían transcurrido desde que comenzó esta vigilancia asfixiante. Era el 15 de junio, un día antes de las elecciones para un nuevo restrisor, donde Gabriella sería candidata. Su campaña política había provocado un revuelo en la ciudad; la promesa de redirigir los fondos de las actividades recreativas para forjar una división policial exclusiva, compuesta únicamente por Warriors experimentados, había despertado un interés ferviente. En una urbe donde la calma se deslizaba como una sombra efímera entre los edificios, la propuesta de seguridad había prendido la chispa de la esperanza en los corazones de los ciudadanos.

Los policías que conformarían esta nueva unidad no eran simples guardianes del orden; eran Warriors curtidos.

El arsenal de la policía global era una amalgama de tecnología puntera y pragmatismo brutal, diseñado para imponer el orden en un mundo cada vez más caótico. Entre los artefactos que portaban, se destacaban:

El Anillo Aturdidor, una maravilla de ingeniería que emitía una luz deslumbrante capaz de dejar a un individuo paralizado por el shock. Sin embargo, para evitar que los propios agentes fueran víctimas de su poder, llevaban consigo un par de pupilentes especiales, diseñados para proteger sus ojos de la intensidad cegadora de la luz.

Las esposas de hierro, símbolo de la autoridad y la restricción, eran el instrumento básico para asegurar a los delincuentes y llevarlos ante la justicia.

Y luego estaba el "Bastón de la Justicia", una herramienta versátil que encarnaba el poderío y la fuerza de la ley. Con tres modos de funcionamiento, cada uno más intimidante que el anterior, era el arma definitiva en manos de un agente decidido.

El primer modo, diseñado para paralizar a los más resistentes, liberaba una descarga eléctrica tan potente que podía dejar aturdido incluso a un elefante.

El segundo modo, apto para situaciones de media distancia, permitía a los policías lanzar descargas eléctricas como relámpagos desde la punta del bastón. Sin embargo, esta acción disminuía la potencia de la descarga, volviéndola más manejable pero igualmente peligrosa.

Y finalmente, el tercer modo, conocido como el modo pistón, prescindía de la electricidad en favor de una fuerza puramente mecánica. Al activarlo, los pistones internos del bastón se desplegaban, convirtiéndolo en un instrumento letal capaz de partir huesos con un solo golpe directo. Era la última opción, reservada para aquellos que desafiaban abiertamente la autoridad y no se sometían a la razón.

Ese día, la cocina de Michael era el epicentro de la actividad matutina. Mientras él saboreaba su desayuno en la barra, Jhonson y Emilio se sentaban frente al televisor, absorbidos por las noticias del día.

—¡Qué mal, amigo! Parece que hoy nos espera una tormenta eléctrica. ¿Y si se va la luz? ¿Vamos a tener que entretenernos jugando al ajedrez con este loco? —exclamó Emilio, visiblemente molesto al ver el pronóstico del clima. Su mirada reprobatoria se posó en Michael, quien aún disfrutaba de su comida.

—Ey, tú. Ve al supermercado y abastece la despensa para la tormenta —ordenó Jhonson, volteando lentamente hacia Michael.

—Estoy desayunando —se defendió Michael, antes de que Emilio interviniera lanzándole las llaves de la patrulla, las cuales cayeron con un chapoteo en su tazón de leche con cereal, salpicándole la cara.

—Estabas desayunando. Ya que vendiste tu auto para pagar la fianza, vas a ir en la patrulla. Toma —dijo Emilio, con una mueca de desdén.

—¿No es un poco irresponsable dejarme salir con su patrulla? Podría escaparme —planteó Michael, limpiándose la leche del rostro con la manga de su playera.

LYRA Temporada 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora