Capítulo 18.- Música clásica

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Yoko lleva horas viendo barbaridades que Khalan guardaba en su disco duro. Las pasa deprisa, pero algunas, las más atroces, se quedan grabadas en su mente y ella sabe que estarán ahí para siempre. Hay varias peleas en las que ha participado Kanya, todas con idéntico resultado: luchas a muerte en las que ha salido victoriosa. Es probable que esa sea la causa de que siga con vida: ha ido imponiéndose a sus contrincantes, uno a uno, quién sabe cuándo empezó toda esa rueda cruel. Todos los vídeos que tenía Khalan la mayoría son de los últimos meses, no ha podido ver si la pequeña Kanya ha evolucionado, solo que es muy buena en lo que hace, no duda, no tiene remordimientos cuando llega el momento de ser cruel, ha aprendido todo lo necesario para sobrevivir.

Quien sí duda es ella:

¿Y una vez que la encuentren, que va a pasar con esa cría?

¿Será capaz de mirarla a los ojos?

¿Irá a un centro de acogida?

Nadie en su sano juicio querría adoptarla..

Eso sí la encuentran con vida...

Se intenta convencer de que la niña hace lo que hace solo por salvar la vida, que desde muy pequeña se ha visto envuelta en una encrucijada terrible, su padre, su tía enganchada a las drogas, las peleas en su casa.... Le abruma pensar en ella.

Se conmueve hasta un límite insoportable al imaginarla en el trance de asimilar las normas, con la curiosidad que ponen los niños a la hora de aprender un juego.

Está harta, no puede ver un segundo más de torturas o de peleas. Aun así, necesita encontrar algo que le dé un hilo del que tirar. Por eso sigue abriendo vídeos.

En ese disco duro habría pruebas suficientes para implicar a Khalan, alias el dragón, en la Red ilegal de peleas, pero ¿de qué serviría? Khalan está muerto y todas esas pruebas las ha obtenido de forma ilegal. Tiene que seguir buscando y hallar la forma de llegar al núcleo de la organización.

Al corazón de este monstruo.

Es consciente de las consecuencias que eso le traerá: Desvelar al resto del equipo la sospecha que tiene sobre su padre, pero Kanya no es la única víctima.

Debe pensar también en el resto de niños...

Son las ocho de la mañana, es la hora de regresar a la comisaría. De repente siente todo el cansancio de una noche entera en tensión. Lo que de verdad le gustaría es meterse en la cama con su doctora, tener algo de sexo casual y dormir abrazada a ella.

Olvidarlo todo durante un rato.

Tal vez luego la llame.

La echa de menos y necesita verla.

En lugar de hacer eso, se ducha, se viste y parte hacia su lugar de trabajo. Hoy no habrá parada en el bar a tomar un café, aunque sabe que necesita ese momento en que se siente normal, en que no todo el peso del mundo recae sobre sus hombros.

Cuando llega, encuentra a Ling sola, repasando las grabaciones de las cámaras de seguridad del chalet.

—¿Has dormido algo, Ling?-

—Desde el día de la desaparición de la niña, no puedo dormir —confesó la informática.

—Si te sirve de consuelo, yo tampoco. ¿Has encontrado algo en las grabaciones de las cámaras de seguridad?-

—Muchas cosas, pero ninguna que nos sirva por ahora..-

La informática, ha señalado momentos en las imágenes que sus compañeros deben ver: personajes famosos que fueron a la timba —desde un presentador de televisión hasta dos deportistas—, ha sacado primeros planos de los miembros de seguridad para tratar de identificarlos, cuando se llevaron a un jugador que protestaba al crupier por una jugada... Pero lo que llama la atención de Yoko es lo que Ling está viendo en ese instante: un hombre se acerca a Khalan y le entrega un sobre. Khalan lo mira, asiente y lo guarda en el bolsillo interior de su chaqueta.

Línea Roja.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora