Capítulo 6- Abrazo.

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-Hola- Saludó con más vergüenza de la que pretendía mientras levantaba sus gafas de sol y se las ponía sobre su cabeza para saludarla. ¿Qué hacía, le daba dos besos, un abrazo, un saludo informal con movimiento de cabeza?

-Hola-Contestó Yoko con otra sonrisa tímida.-Gracias por venir-

La agente, no tenía tampoco mucha idea de que hacer a continuación, no lo pensó mucho, se acercó a ella y le regaló un pequeño beso en la mejilla a modo de saludo.

Lo hizo rápido.

Muy rápido.

Rayo Mcqueen se quedó corto a su lado.

La médico, muerta de vergüenza, ya que era la primera vez que tenían un tipo de acercamiento similar, se permitió inhalar su olor a canela que tanto le gustaba y se le incrustaba sin remedio en el interior de su cerebro.

Avergonzada por que se le hubiera notado, la doctora se colocó nuevamente las gafas de sol. Cabía decir que estaba mucho más segura con ellas detrás de sus cristales, pues mirarla directamente a esos ojos color chocolate que tanto le maravillaban se sentía cómo si estuviera recibiendo un balazo a pecho descubierto.

A pesar de la noche, Yoko brillaba más que la mismísima luna llena, y Faye se anotó un punto mental por llevar sus gafas de sol puestas, así la belleza de la más pequeña no la paralizaría y deslumbraría. Yoko, esa noche llevaba una coleta desordenada dejando vía libre a su cuello largo y delicado. Maquillaje básico y un brillo discreto de labios que obligó a la doctora a tragar saliva varias veces. La castaña, con una sonrisa, montó en el coche de Faye, mientras la doctora se sentó al volante.

-¿Pasa algo?- Preguntó la médico ligeramente insegura.

-Nada, es la primera vez que nos vemos fuera del entorno laboral. Me ha parecido curioso cuanto menos- Contestó la más pequeña guardándose la mitad de la verdad que quería decirle para ella.

-Bueno, ya era hora que quedáramos sin la placa y mi bata de por medio- Contestó dándole la razón mientras empezaba a callejear por las calles de Bangkok.

Yoko, traviesa, alzó una ceja observando a la más mayor, mientras Faye, entendiendo rápidamente por dónde iban las intenciones de la más pequeña, se puso roja cómo un tomate.

-Me refiero a que me vieras de esta manera, sin el trabajo de por medio, no me refería a que me vieras sin la bata, yo.. es que..-

La castaña soltó una sonora carcajada tan cálida que congeló al mismísimo infierno.

-Olvidaba lo graciosita que eres a veces- Le dijo dándole un suave golpe en el hombro sin quitar la vista de la carretera y el tráfico.

La doctora, por el retrovisor interior, observó la sonrisa cálida de la agente que estaba contenta a pesar del cansancio y de las horas que eran y se conformó con admirarla en secreto mientras sentía su interior calentarse.

-Tienes que entrenar un poquito más sobre tu fachada de mujer de hielo, doctora, en el fondo eres una cómo una pequeña tartita de mermelada- Imagino que ya te lo habrán dicho alguna vez- Se lanzó la agente al espacio con aquella declaración.

Faye, al escucharla, soltó una sonora carcajada sincera.

-La verdad, que no... Además, que no se si me gusta mucho lo que me acabas de decir, no soy ninguna tarta de mermelada...- Por qué tu eres, mmm..- Eres cómo un pequeño mono, todo el día saltando, jugando y molestando a tu alrededor-

-¡Yo no soy un mono!- Contestó esta vez la más joven uniéndose a la risa de la más mayor.

Yoko tuvo la sensación de que por fin había acertado con su decisión.

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