Cuando el anochecer empezó a teñir el cielo de tonos dorados y púrpuras, las mujeres y yo recogimos nuestras cestas y comenzamos a caminar de vuelta a la aldea. El aire fresco traía consigo un suave aroma a flores silvestres y hojas húmedas. A lo lejos, pude ver la silueta de Amaru apoyado en un árbol, con los brazos cruzados y una expresión serena en su rostro.Al notar mi presencia, su semblante se iluminó con una sonrisa cálida y, sin dudarlo, se acercó a mí con pasos seguros. A mi lado, Dalia soltó una risita juguetona y, al inclinarse hacia mí, murmuró en voz baja:
-Dejo a los tortolitos solos.
Me guiñó un ojo antes de alejarse, dejándome un tanto avergonzada, aunque no pude evitar sonreír.
-Alaida -dijo Amaru suavemente, mientras su mirada se fijaba en mí, llena de una calidez que me hacía sentir extrañamente tranquila-. ¿Cómo te fue con las hierbas?
-Fue... interesante -respondí, intentando no pensar en la picardía de Dalia mientras sentía mi corazón latir un poco más rápido de lo habitual.
Amaru se acercó un poco más, lo suficiente para que pudiera percibir el suave aroma de la naturaleza en su piel, mezclado con un toque de humo, probablemente del fuego de la aldea.
-Salí de caza al amanecer -me explicó mientras me miraba, con una mezcla de disculpa y calma en su voz-. No quería perturbar tu sueño, así que decidí irme sin decir nada.
Lo observé, notando las pequeñas marcas en su ropa, signos de su travesía. Me sorprendió la consideración que había tenido, y me pregunté si habría escuchado algo más de mis gritos anoche.
-Dormías profundamente cuando me fui -continuó, bajando un poco la voz-. Parecías tranquila, y después de lo que pasó, pensé que sería mejor que descansaras.
Asentí lentamente, agradecida por su delicadeza.
-Gracias, Amaru -dije suavemente-. Creo que realmente lo necesitaba. Pero... ¿Cómo te fue en la caza?
Sus ojos brillaron con una mezcla de orgullo y emoción, y una pequeña sonrisa apareció en sus labios.
-Fue bien. Cazamos lo suficiente para alimentar a la tribu durante los próximos días -respondió-. La caza es importante, pero... también estaba pensando en volver más rápido para asegurarme de que estabas bien.
Me ruboricé ligeramente, algo en su tono era sincero y protector, pero no paternalista. No sabía qué decir. Amaru siempre parecía encontrar el equilibrio justo entre cercanía y respeto, y eso me desarmaba.
-Estoy bien, de verdad -le aseguré-. Aunque debo admitir que me alegra que ya estés aquí.
Ambos sonreímos, compartiendo un momento de calma en medio de la aldea mientras el crepúsculo descendía lentamente sobre nosotros.
-¿Tienes hambre? -preguntó Amaru, su voz suave pero firme.
De repente, me di cuenta de que no había comido en todo el día. Mi estómago gruñó en respuesta, recordándome cuán distraída había estado recolectando hierbas con Dalia y lidiando con mis pensamientos.
-La verdad... sí, bastante -admití con una risa ligera.
Amaru sonrió de lado, con esa expresión que parecía siempre transmitir seguridad.
-Ven, te llevaré al centro de la aldea. Las mujeres están preparando lo que cazamos hoy.
Caminamos juntos hacia el corazón de la tribu, donde las luces del fuego y el olor a carne asada comenzaban a envolvernos. El aroma de jabalí cocinado lentamente sobre las brasas era irresistible, y el calor de las fogatas dispersas iluminaba las sonrisas y las conversaciones de las personas que ya estaban reunidas alrededor.
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Amaru ©
Mystery / ThrillerAlaida jamás pensó que un vuelo de rutina terminaría en una lucha desesperada por su vida. Tras un brutal accidente aéreo, se despierta en una isla perdida en el océano, rodeada por una naturaleza implacable y un silencio abrumador, pero pronto desc...