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Cleo miraba su teléfono con frustración mientras se mordía el labio. El mensaje de Deuce, lleno de entusiasmo por la cita que habían planeado para ese fin de semana, seguía en la pantalla. Habían planeado todo para encontrarse en un café discreto lejos del campus, pero una llamada inoportuna de su padre, Ramses, había cambiado todos sus planes.

"Cleo, tenemos una cena importante esta tarde. No te retrases." —Había dicho con esa voz autoritaria que no admitía réplica alguna.

No había dado detalles, pero sabía que la presencia de su hermana, Nefera, en esa llamada significaba problemas. Cleo suspiró, sentándose en su cama y dejando caer la cabeza entre sus manos. Deuce no se lo tomaría mal, era comprensivo, pero eso no hacía que cancelar su cita fuera menos doloroso. Eran tan pocas las oportunidades que tenían para verse sin ser descubiertos, y su familia no hacía más que complicarlo todo.

Le envió un mensaje rápido a Deuce:

C: Lo siento muchísimo, Deuce. Mi padre organizó una cena de último minuto y tengo que ir. Te explicaré todo después.

Cleo se levantó de la cama con determinación. Si había algo que había aprendido en todos sus años siendo la hija menor de Ramses, era que no podía dejarse doblegar fácilmente, aunque las circunstancias parecieran estar en su contra. Caminó hacia su vestidor, observando su enorme colección de prendas de lujo. Esta no era una cena común, y si su hermana estaba involucrada, sabía que debía lucir impecable. Seleccionó un vestido dorado con detalles en negro, elegante y adecuado para una reunión con la realeza, pero lo suficientemente imponente para recordarles que, aunque intentaran controlarla, Cleo seguía siendo Cleo De Nile.

Cuando terminó de arreglarse, su mirada en el espejo reflejaba a la princesa segura de sí misma que el mundo esperaba ver, aunque por dentro su mente estaba en constante guerra. Con un último suspiro, salió de su habitación.

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La cena se llevaría a cabo en un restaurante de lujo en la ciudad, un lugar exclusivo que su familia frecuentaba para eventos de gran importancia. Cuando llegó, su padre ya la esperaba en la entrada, acompañado de Nefera, quien tenía esa sonrisa calculada que siempre lograba irritar a Cleo. Nefera llevaba un vestido ajustado color esmeralda, y sus ojos destellaban con un brillo de satisfacción, como si ya hubiera ganado alguna batalla que Cleo ni siquiera sabía que estaba librando.

—Llegas justo a tiempo, hermana —dijo Nefera con una falsa dulzura que solo lograba irritar más a Cleo.

—Sabes que siempre soy puntual —respondió Cleo con una sonrisa tensa, ignorando el subtexto en la voz de Nefera.

Ramses, por su parte, las observó con una expresión neutra. Sabía que había tensión entre sus hijas, pero nunca se había molestado en intervenir. Para él, ambas cumplían sus roles como piezas de un juego mucho más grande.

—Vamos, no hagamos esperar a nuestros invitados —dijo Ramses, guiándolas al interior del restaurante.

Cuando entraron en el salón privado, Cleo sintió cómo su estómago se tensaba. Sentado en la cabecera de la mesa estaba Amenhotep, el príncipe con el que su familia había intentado emparejarla en múltiples ocasiones. Su sonrisa era encantadora, como siempre, pero su presencia solo lograba que Cleo se sintiera atrapada. Sabía que Amenhotep no era una mala persona; de hecho, era todo lo contrario: amable, educado y siempre atento a sus necesidades. Pero eso no cambiaba el hecho de que ella no tenía ningún interés en él. Su corazón ya le pertenecía a Deuce, y nada cambiaría eso.

Amenhotep se levantó al verla entrar y le dedicó una reverencia exagerada.

—Princesa Cleo, siempre es un honor estar en su presencia —dijo con una sonrisa amplia, mostrando sus perfectos dientes blancos.

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⏰ Última actualización: Sep 26 ⏰

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