Capítulo nueve. 🔞

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Kaiser nunca bebía leche.

La razón por la que no lo hacía era simple.

Por los tormentosos recuerdos de su terrible infancia al lado de un hombre al que llamaba «padre». Todos los días eran sufrimiento, gritos y golpes.

Con cada golpe de su padre biológico, imaginaba cómo sería sentir ese dulce aroma maternal, junto con pequeños besos y caricias que solo una madre podía dar. El pequeño alfa Michael deseaba con todas sus fuerzas tener una mamá, pero lo que recibió a cambio fue abandono, miseria y oscuridad. ¿Por qué las omegas dejaban a sus hijos al borde de la muerte?

Con el tiempo, su deseo y nostalgia se fueron transformando en odio. Al punto de que todo lo que incluyera sobre relacionarse con omegas le parecía repugnante, no podía estar en una misma habitación que un omega por más de cinco minutos. Ese aroma lo asfixiaba y fue empeorando en su adolescencia, consciente de que en días de rut necesitaba a un omega.

Lo intentó varias veces yendo a los burdeles de los barrios bajos de Alemania, pero nada, no lograba nada.

Cada vez que lo intentaba terminaba sintiendo náuseas y vomitando delante de todos. Las miradas que lo juzgaban, solo hacían que tuviera más rencor de la vida y terminaba atacando a todos en el lugar. Era un verdadero desastre. 

Incluso creyó que tendría un cambio en su vida cuando Ray Dark decidió sacarlo de la miseria al adoptarlo después de caer arrestado, pero nunca hubo resultados. Las omegas femeninas siempre terminaban por ahuyentarlo.

Sin embargo, cuando llegó el día en que su ahora padre adoptivo apareció con un pequeño omega masculino en su oficina, —algo totalmente imposible para Kaiser—, todo había cambiado.

Jamás había visto un omega masculino, eran escasos en todo el mundo, parecía que se estaban extinguiendo, hasta llegó un punto en donde no creía que existieran y que solo se trataba de un mito.

Ese chico había llegado únicamente para confundirlo, porque la primera vez que encontró el aroma de un omega como lo más placentero del mundo, fue cuando conoció a Yoichi.

Tener adicciones con sustancias o involucrarse en peleas a muerte ya no era lo que le generaba una obsesión enfermiza. Ahora todo eso parecía haber quedado atrás.

Sus ojos celestes solo podían ver una cosa, oscurecidos por la lujuria al apreciar la belleza absoluta. Se prometió a sí mismo nunca más beber leche, pero mierda, los pechos lactantes de Yoichi estaban haciendo que perdiera la cabeza.

—¡Kaiser! Deja de mirar —le reprochó el omega tapándose con los brazos, pero rápidamente Kaiser las apartó para seguir viendo—. Es vergonzoso, detente. 

—Mamá, ¿no vas a darme un poco? —dijo fingiendo hacer un puchero que puso a Yoichi los pelos de punta. Sonrojado, asintió y evitó la mirada de Kaiser.

El alfa estaba consciente de lo feliz que se ponía Yoichi cada vez que lo llamaba «mamá». Con ver sus brillantes ojos azules y sus mejillas rojas como un tomate, lo confirmaba y eso hacía que fuera más fácil manipular al omega, encontró el truco perfecto.

—¿Está bien así? —musitó Yoichi dejando al descubierto sus tetas y abrió las piernas para que Kaiser pudiera acomodarse entre ellas con más facilidad.

El rubio sonrió triunfante y lentamente acercó sus labios hasta el pezón de Yoichi, suspiró al tenerlo tan cerca e inhaló el aroma que desprendía. Se relamió los labios para después comenzar a atacar con su lengua.

Solo bastó un sorbo para hacer que la mirada de Kaiser se convierta en una de placer puro.

Era lo más dulce y delicioso que había probado en toda su miserable vida.

Through the Dark 《 kaisagi • kiis 》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora