Aldebert caminaba por los amplios pasillos de la mansión, admirando las obras de arte que adornaban las paredes. Cada cuadro, cada escultura, le recordaba momentos significativos de su vida. Sin embargo, su mente vagaba hacia el pasado, donde sus sueños de ser un destacado futbolista se encontraban con una realidad que nunca imaginó.
Recordaba con nostalgia su juventud, cuando corría detrás del balón, sintiendo la adrenalina y la libertad en cada partido. Era un jugador talentoso, con habilidades que prometían llevarlo lejos. Pero todo cambió cuando conoció a Myriam. Aquel encuentro marcó el inicio de un nuevo capítulo, uno en el que sus aspiraciones deportivas se desvanecieron ante la perspectiva de pertenecer a una de las familias más influyentes de Europa.
El eco de risas infantiles lo sacó de sus pensamientos. Recordó el día en que Alisson nació, su primera hija, el orgullo que sintió al sostenerla en brazos. Era una hermosa zorra, y en ese momento, Aldebert sabía que haría todo lo posible para brindarle una vida llena de oportunidades. Luego vino Alessia, su querida hija menor, quien trajo consigo una luz renovada. Cada risa, cada paso que daba, llenaba la mansión de alegría.
Mientras seguía caminando, los recuerdos de Myriam aparecieron vívidamente. Ella le había explicado las reglas no escritas del matriarcado Marriot, una estructura que le era completamente ajena en aquel entonces. Las expectativas eran altas, y Aldebert se encontró atrapado entre su amor por Myriam y la presión de ser un buen esposo y padre en una familia que valoraba la imagen y el estatus.
La mansión, que antes había sido un refugio de sueños, a veces se sentía como una jaula dorada. Aldebert no podía evitar preguntarse cómo habría sido su vida si hubiera continuado persiguiendo el fútbol. Pero cada vez que miraba a sus hijas, esos pensamientos se desvanecían. Sabía que su sacrificio había valido la pena, aunque el precio que pagó aún lo hacía sentir un poco resentido.
El sonido de la puerta principal interrumpió sus pensamientos. Se volvió hacia el vestíbulo y vio a Alessia entrar, su rostro iluminado por una sonrisa que podría deshacer cualquier sombra de duda en su corazón. Aldebert se acercó, y en ese instante, todos los recuerdos de sacrificio se desvanecieron, dejándolo con el amor incondicional que sentía por su familia.
—¡Papá! —exclamó Alessia—. ¡Tienes que escuchar lo que pasó hoy!
La emoción en su voz era contagiosa, y Aldebert sintió cómo su corazón se llenaba de orgullo. Era el momento que había estado esperando, el momento que le recordaba que, a pesar de todo, había tomado la decisión correcta.
Alessia se acercó a su padre y le dio un fuerte abrazo, como si quisiera transmitirle toda la emoción que sentía. Aldebert sonrió mientras la envolvía con sus brazos, disfrutando del momento. La energía de su hija era contagiosa, y en ese instante, todas sus preocupaciones desaparecieron.
—¡Papá! —comenzó Alessia, sus ojos brillando—. Hoy fue increíble. Fuimos a la Galería Nacional y luego a la feria. Zabivaka y yo... ¡no puedo esperar a contarte todo!
Mientras ella hablaba, Aldebert la escuchaba atentamente, disfrutando cada palabra que salía de su boca. Era evidente que estaba entusiasmada, y él no podía evitar sentirse orgulloso de cómo se estaba convirtiendo en una joven fuerte y segura de sí misma.
—Zabivaka es realmente genial —continuó Alessia—. Nos reímos tanto. Hicimos un montón de cosas juntos, como probar esos juegos de feria, y él incluso ganó un premio para mí.
Aldebert sonrió al escuchar las historias de su hija, sintiendo una conexión especial con el joven lobo. Recordó su propia juventud y cómo el fútbol lo había unido a sus amigos en momentos de diversión. Era claro que Zabivaka tenía un buen corazón, y eso lo hacía sentir tranquilo respecto a la relación de Alessia.
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Rebeldes Sin Causa 2: El desafío
Fanfictionel año es 2005 y nos trasladamos a Berlín, Alemania. Donde dos chicas de clase alta: Alessia y Monroe, reciben un reto: conseguir una cita antes del mundial del 2006 qué se celebrará pronto en la ciudad. Las dos chicas tienen en claro que necesitan...