Myriam, con un semblante serio, se acerca a Aldebert mientras él revisa algunos documentos en su oficina.
—Aldebert, necesito que seamos sinceros el uno con el otro —dice Myriam, cruzando los brazos con una mezcla de preocupación y determinación—. He notado cosas raras últimamente. ¿Hay alguien que esté visitando la mansión sin que yo lo sepa?
Aldebert, sorprendido por la abrupta confrontación, levanta la mirada de sus papeles.
—¿De qué hablas, Myriam? —responde, tratando de mantener la calma.
—No estoy ciega, Aldebert. He visto entradas y salidas extrañas, y no me refiero a las visitas de siempre. Además, tienes ese aire de secreto. —Myriam lo observa de cerca, buscando alguna señal de culpa.
Aldebert se pasa una mano por el cabello, intentando recordar los detalles que podrían haberlo delatado.
—Lo siento, pero no sé de qué estás hablando. Todo lo que ocurre aquí es para proteger a la familia. —Su tono se vuelve defensivo, y eso solo aumenta la sospecha de Myriam.
—¿Proteger a la familia? ¿O proteger tus propios secretos? —responde ella, alzando una ceja—. Estoy cansada de las mentiras, Aldebert. Si hay algo que deba saber, ahora es el momento de decírmelo.
Aldebert siente la presión. El ambiente se vuelve tenso mientras busca las palabras adecuadas.
—Myriam, lo que sea que hayas escuchado no es lo que parece. Estoy intentando hacer lo mejor para todos nosotros.
—¿Y eso incluye tener secretos? —interrumpe ella, claramente frustrada—. Necesito saber la verdad. Si realmente estás cuidando de nuestra familia, deberías poder confiar en mí.
Un silencio incómodo se instala entre ellos. Aldebert, finalmente cediendo a la presión, respira hondo.
—Está bien. No hay visitantes peligrosos. Pero... ha habido algunas conversaciones con antiguos amigos sobre el futuro de Alessia y la fortuna Marriot.
Myriam frunce el ceño, aún cautelosa.
—¿Antiguos amigos? ¿Por qué no me dijiste esto antes?
—Porque no quería preocuparte. Pero tal vez deberíamos hablar más sobre ello...
Myriam, aún insatisfecha pero con una ligera sensación de alivio, asiente.
—Está bien. Pero quiero que sepas que necesitamos ser un equipo en esto. No más secretos.
Aldebert asiente, sintiendo que la conversación solo ha sido un pequeño paso hacia la verdad. La tensión entre ellos se mantiene, pero hay un rayo de esperanza para sanar la relación.
A bordo de la limusina, Aldebert y Alessia se acomodaron en los asientos de cuero suave. La música suave de fondo creaba un ambiente relajante, pero la mente de Aldebert estaba lejos de la calma. Mirando por la ventana, trató de encontrar las palabras adecuadas para compartir con su hija.
—Alessia —comenzó, su voz tensa—, necesitamos hablar de algo importante.
Alessia, curiosa, se giró hacia él.
—¿Qué pasa, papá?
—Es sobre tu madre. Creo que ha empezado a sospechar que hay algo más en nuestra casa... alguien que no debería estar allí.
Alessia frunció el ceño, comprendiendo de inmediato a quién se refería.
—¿Te refieres a Zabivaka? —preguntó, bajando la voz.
Aldebert asintió, preocupado.
—Sí. Myriam ha notado entradas y salidas extrañas. No puedo dejar que descubra la verdad.
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Rebeldes Sin Causa 2: El desafío
Fiksi Penggemarel año es 2005 y nos trasladamos a Berlín, Alemania. Donde dos chicas de clase alta: Alessia y Monroe, reciben un reto: conseguir una cita antes del mundial del 2006 qué se celebrará pronto en la ciudad. Las dos chicas tienen en claro que necesitan...