Nombre completo del capítulo: Capítulo 3. Que no sea por no intentarlo. «Haré todo lo posible e incluso lo imposible, si también lo imposible es posible»
—¿A Alemania? —Él solo asintió con la cabeza y su desconsuelo se me clavó en las entrañas—. ¿Por qué?
Mi pregunta hizo eco en la habitación. Era una noche tranquila. Había llovido y el olor a humedad que entraba por la terraza abierta nos envolvía. Nadie escuchaba nuestra conversación; todos en la residencia estaban en la sala común y los que no, dormían ya. En esa quietud su tristeza resonaba con tanta fuerza como si gritase a la oscuridad en vez de sollozar en voz baja. Me pregunté por qué lloraba. Sentía, de algún modo, que Andreas estaba dejando ir mucho más. Casi parecía lamentar toda su existencia, una frustración tan densa y profunda que me dificultaba respirar.
—Mi padre no va a permitir que me quede en Sevilla. —Contrajo la mandíbula y vi la ira en sus ojos—. Me mintió. Cuando le ofrecieron el trabajo en Alemania le pregunté, le pedí... —su voz perdió intensidad y cerró los ojos—. Me prometió que no tendría que ir con ellos. Y ahora... —sus manos se convirtieron en puños y vi en su rostro algo que no terminé de comprender, algo que no comprendería en mucho tiempo—, ahora dice que solo dijo aquello para no tener que discutir conmigo, como si yo fuera un nene de tres años... —Bufó, un bufido cargado de sarcasmo amargo—. Me obliga a mudarme, a empezar los estudios allá, a vivir en Alemania... —entonces se cubrió la cara con las manos y dejó salir el aire despacio. Un instante después, sin embargo, levantó la vista y me miró a los ojos. Había tanto cansancio, tanta impotencia y frustración en ellos que alcé una mano y le rocé la mejilla. Él siguió hablando, pero su voz era tan débil que casi no podía oírla por encima del silencio—: Lo dejé todo, Nina. Todo. A ellos, mi carrera deportiva, a María... —cerró los ojos, conteniendo sus emociones, sus recuerdos; y volvió a abrirlos un momento después. Yo esperaba, sin saber qué decir o qué hacer—. No es por Alemania. No es por no hablar el idioma, no conocer a nadie o no tener ni idea de qué debería hacer allá. Es porque no puedo hacerlo otra vez. Otra vez —pronunció las dos palabras como un jadeo, una mezcla entre súplica y asco—. No quiero mudarme otra vez. Siempre hacen lo mismo, mi madre y él. Cambian y cambian, de ciudad, de casa, de colegio. ¡La concha de la lora! ¡Yo solo quiero una vida normal! —El agotamiento pareció hacer mella y se desplomó contra el cojín que reposaba sobre su cama. Sus siguientes palabras fueron un murmullo, fueron poco más que un silencio ruidoso, fueron extenuación y congoja expresados más allá de sus gestos y facciones—: Me engañó. —Y vi en sus ojos que se refería a otro momento, su mirada parecía estar lejos, tal vez años atrás—. Lo dejé todo y a todos —repitió—. Por España. Por venir. Por estudiar acá. Ahora... —se echó hacia delante y dejó caer la cabeza en mi pecho, como si estuviera tan agotado que no pudiese sostenerse por su cuenta. Yo lo envolví con mis brazos con la mayor dulzura que pude. Entonces farfulló—: Ahora siento que lo dejé para nada...
Algo pareció romperse en ese instante y simplemente lo abracé, intentando que las piezas que se resquebrajaban se mantuvieran todas juntas, para cuando él necesitara volverlas a unir.
Solo lo abracé durante un rato, mucho rato, pues no parecía haber nada adecuado que decir. Yo..., mi vida era la antítesis a la de Andreas. Nunca me había mudado, o si lo había hecho era tan pequeña que no lo recordaba; siempre había ido a los mismos sitios, había vivido en el mismo barrio y mis amigos eran los mismos desde que empecé a tenerlos. Mi vida había sido estabilidad y rutinas. Todo sencillo, cómodo... fácil. Me daba cuenta de eso por primera vez. ¿Cómo habría sido mi niñez cambiando de colegio cada poco tiempo? Era extrovertida y segura de mí misma pero ¿cuánto de eso se debía a que había ido ganando confianza a lo largo de los años, rodeada de respeto y espacio suficiente para crecer? ¿Cómo debía ser sentirse siempre observado?, ¿ser siempre el niño nuevo?, ¿el que no sabe que están impartiendo en clase, que aún no tiene los libros, que no ha aprendido qué debe decir o cómo son los demás?
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CATORCE
Romantiek¿Conoces esa sensación en la que el corazón parece querer salirse del pecho y un sudor frío te recorre la espalda, la mente se vacía y todos los instintos ruegan a la vez y a voz en grito que salgas corriendo sin mirar atrás? Yo he experimentado eso...