El aire a su alrededor se tornaba pesado, denso, como si la gravedad misma estuviera cambiando. Mateo, congelado en su lugar, no podía apartar la mirada del ente que lo observaba desde el otro lado de la tienda. Emma, con el rostro pálido y los ojos desorbitados, no sabía cómo actuar. El miedo era palpable, pero era Mateo quien sentía la verdadera fuerza de la presencia oscura.
El ente avanzó lentamente, cada paso resonando en los oídos de Mateo como un trueno lejano. Su figura se mantenía envuelta en sombras, pero sus ojos brillaban con una intensidad peligrosa, una mezcla de deseo y autoridad que atrapaba a Mateo, impidiéndole moverse o pensar con claridad.
"Carolina...", la voz del ente retumbó en su mente, profunda y resonante. Sin siquiera tocarlo, el ente levantó una mano, y al instante, Mateo sintió una fuerza invisible apoderarse de su cuerpo. No era dolorosa, pero era imposible resistirla. Como si fuera una simple marioneta bajo el control de su amo, Mateo sintió su cuerpo estremecerse, y de repente, algo empezó a cambiar.
Sus piernas se tensaron, sus caderas se ensancharon, y un calor familiar comenzó a recorrer su pecho. Era la misma sensación que había experimentado antes durante sus transformaciones en Carolina, pero esta vez no tenía control alguno sobre el proceso. El ente lo estaba transformando solo con un movimiento de su mano.
Mateo jadeó mientras su pecho se inflaba, sus pechos femeninos creciendo bajo su ropa, el peso de la transformación haciéndose insoportable. Su piel se suavizó, sus rasgos se refinaron, y en cuestión de segundos, Carolina estaba allí, de pie, mirándose a través de los ojos de Mateo. Pero esta vez, no era sólo un cambio físico. Había algo más, algo más profundo que tiraba de su mente y sus emociones hacia ese ente.
Él seguía moviendo su mano en el aire, con una sonrisa casi imperceptible en sus labios. No estaba allí sólo para observar. Tenía un propósito, uno mucho más antiguo de lo que Mateo podía entender. El ente quería recuperar a Carolina, su amada demoníaca, la esencia que había poseído a Mateo desde el principio. Pero a medida que avanzaba, su sonrisa se desvaneció.
—Carolina... —susurró, y aunque las palabras no salieron de su boca, Mateo las escuchó en su mente como si fueran gritos—. No puedes volver a mí, ¿verdad?
El ente se detuvo, bajando su mano lentamente mientras miraba a Mateo con una mezcla de deseo y frustración. Sabía lo que estaba sucediendo. Carolina y Mateo no eran ya dos entidades separadas. Se habían fundido en un solo ser. Ya no podía separar a su amada del cuerpo de Mateo. Carolina y Mateo eran uno solo, y por mucho que lo intentara, el ente no podía deshacer ese vínculo.
Mateo sentía la presencia del demonio dentro de él, pero también el creciente poder del ente que lo controlaba. Era consciente de todo lo que estaba sucediendo, pero su resistencia comenzaba a desmoronarse. Sentía el poder del ente, pero más que eso, sentía una atracción que lo debilitaba, que hacía que sus pensamientos se nublaran.
"Resiste", se decía a sí mismo, intentando mantener algo de control sobre su mente. Pero cada vez que miraba los ojos oscuros del ente, su cuerpo reaccionaba de manera involuntaria. Un calor crecía dentro de él, un deseo tan intenso que apenas podía respirar.
El ente se acercó aún más, su presencia envolviendo a Mateo como un manto. Podía sentir el calor de su cuerpo demoníaco, sus manos temblando mientras luchaba por no sucumbir. Pero era inútil. Los sentimientos que Carolina tenía por su amo estaban mezclándose con los de Mateo. No era solo una atracción física; era algo más profundo, algo que provenía del propio demonio que había sido parte de Mateo desde su primera transformación.
—Carolina... —susurró el ente nuevamente, su voz acariciando cada rincón de la mente de Mateo—. Estás atrapada, y lo sabes. No puedes volver a mí, pero yo sigo aquí, y no te dejaré ir.
Mateo cerró los ojos, intentando luchar contra la oleada de emociones que lo asaltaban. Pero el deseo era demasiado fuerte. Cada vez que el ente lo llamaba, Mateo sentía cómo su cuerpo cedía más y más. Su resistencia se debilitaba. A pesar del miedo que sentía, había algo en la presencia de ese ser que lo atraía irresistiblemente, como si fuera un imán. Un calor extraño se propagaba por su cuerpo, y sus piernas temblaban bajo el peso de la atracción que no podía ignorar.
—No... —susurró Mateo, en un intento débil de resistir, pero incluso él sabía que su voluntad estaba cediendo. La fuerza del ente lo envolvía, y mientras más cerca estaba, más difícil se hacía luchar contra el deseo.
El ente levantó una mano hacia el rostro de Mateo, sus dedos rozando suavemente su mejilla. Mateo sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo, pero lejos de ser desagradable, era una corriente de placer que lo debilitaba aún más. Su corazón latía con fuerza, y sus labios temblaban al sentir el contacto. Quería resistirse, quería huir, pero su cuerpo lo traicionaba. Carolina lo quería, y Mateo no podía evitar sentir lo mismo.
—Puedo sentirlo... —murmuró el ente, sus ojos fijos en los de Mateo—. No importa lo que pase, tú y ella están conectados para siempre. Y ahora, tú también me perteneces.
Mateo se estremeció, y aunque quería apartarse, no podía moverse. El control del ente sobre él era absoluto. Sabía que algo terrible estaba sucediendo, pero al mismo tiempo, el deseo que sentía hacia esa figura oscura crecía en su interior como una llama imposible de apagar.
Emma, paralizada por el terror y el desconcierto, observaba todo desde la distancia. Podía ver cómo Mateo—o Carolina—era completamente controlado por esa presencia, y aunque quería intervenir, sabía que no podía hacer nada. Lo que estaba ocurriendo superaba cualquier cosa que pudiera imaginar.
El ente bajó su mano, pero no perdió el control sobre Mateo. Era como si la conexión entre ellos fuera ahora inevitable. La resistencia de Mateo, aunque aún presente, estaba siendo devorada por el deseo que sentía. Ya no era sólo Carolina la que quería a su amo. Mateo también lo deseaba, aunque una parte de él seguía luchando por mantenerse a salvo.
—No puedes escapar de mí —susurró el ente, con una sonrisa que mezclaba autoridad y promesa—. Te encontraré siempre, Carolina... y a ti también, Mateo.
Con un último gesto, el ente dio media vuelta, dejando que su presencia se desvaneciera en el aire. Pero Mateo sabía que no había terminado. A pesar de haber desaparecido de su vista, el ente seguía allí, latente, esperando el momento en que su atracción fuera tan poderosa que Mateo no pudiera resistir más.
Mateo cayó al suelo, respirando agitadamente. Sabía que no podía huir. No sólo era Carolina la que lo mantenía atado a esa figura oscura, sino también su propio deseo, ahora incontrolable.
Emma corrió hacia él, arrodillándose a su lado, sus manos temblando. Su pantalón estaba empapado de fluidos que su ser femenino había dejado salir con solo su presencia
—¿Mateo? —susurró, mirándolo fijamente.
Pero Mateo no podía responder. Su mente estaba atrapada en la atracción hacia ese ente, y cada vez que lo llamaba, sentía que una parte de él ya no quería resistir.
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Chica Demoníaca /TG/
FantasyMateo un chico de 20 años con un bajo perfil esta cursando la universidad. Por cuestiones del destino se topa con una chica que lo convence de ir a una reunión el cual resulto ser una secta. Mateo se termina involucrando en una fallida invocación de...