La Manifestación del Demonio

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El aire en el departamento se volvía cada vez más pesado, cargado de una energía que casi podía sentirse en la piel. Mateo estaba absorto en el deseo que lo dominaba, sus movimientos sobre Sebastián eran lentos, casi predatorios, mientras su cuerpo demoníaco absorbía la pureza del hombre que, sin darse cuenta, se estaba desvaneciendo bajo sus caricias.

Sebastián, con su mirada perdida, apenas era consciente de lo que ocurría. Cada toque, cada susurro de Mateo lo debilitaba más, y la sensación de placer que lo invadía era tan abrumadora que lo dejaba completamente indefenso. Mientras tanto, Mateo seguía consumiendo la energía de su presa, sin darse cuenta de la sombra oscura que se cernía sobre él.

El demonio estaba allí.

Desde las sombras de la habitación, la presencia demoníaca observaba con ojos invisibles. Disfrutaba de cada segundo, de cómo el súcubo que habitaba en Mateo tomaba lo que necesitaba de Sebastián, consumiendo la pureza de su alma. El placer que esto le causaba era inmenso. Ver cómo la energía de un virgen era corrompida y absorbida por un súcubo era uno de sus mayores deleites.

Ema, sentada en su rincón, observaba todo con ojos brillantes. Sabía que estaba a punto de presenciar algo mucho más grande de lo que jamás había imaginado. El demonio estaba cerca de manifestarse, y ella estaba allí para verlo. La excitación corría por sus venas mientras miraba a Mateo y a Sebastián, y sabía que su plan estaba funcionando a la perfección.

Mateo, por su parte, aún no comprendía lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Su mente estaba nublada por el deseo, por el placer que sentía al absorber la energía de Sebastián. Todo lo que podía sentir era el poder fluyendo a través de su cuerpo, haciéndolo más fuerte, más irresistible. Sus labios rozaban la piel de Sebastián, sus manos acariciaban su cuerpo, y cada movimiento lo acercaba más al límite.

Pero entonces, algo cambió.

El ambiente en la habitación se volvió aún más pesado, casi insoportable. Mateo, sin darse cuenta, comenzó a sentir una presencia, algo oscuro y poderoso que lo envolvía. Aunque no podía verlo, lo sentía. Era como si el aire mismo vibrara con energía demoníaca, y por primera vez, Mateo empezó a darse cuenta de que no estaba solo.

El demonio se acercaba. A medida que Mateo seguía consumiendo a Sebastián, el ente que lo había estado observando desde las sombras decidió que era el momento. La pureza del hombre virgen estaba casi completamente agotada, y el demonio sabía que la transformación de Mateo estaba completa. Era hora de intervenir.

Ema lo sintió antes que nadie. La energía en la habitación cambió por completo, y un escalofrío recorrió su cuerpo mientras la presencia del demonio se hacía más tangible. Su respiración se aceleró, sus ojos se abrieron de par en par, y una sonrisa casi involuntaria se formó en sus labios. Sabía que el momento había llegado.

De repente, Mateo sintió algo que no había experimentado antes. Un calor intenso recorrió su cuerpo, desde sus pies hasta su cabeza, y por un segundo, sus manos temblaron. El placer que sentía comenzó a intensificarse, volviéndose casi insoportable, como si algo estuviera a punto de romperse dentro de él.

Y entonces, el demonio apareció.

No fue una aparición física. Su presencia se manifestó en el aire, una energía oscura y poderosa que envolvió a Mateo por completo. El súcubo dentro de él reaccionó de inmediato, como si reconociera a su amo. Los instintos de Mateo se apagaron por completo, y lo único que quedó fue la influencia del demonio.

Desde las sombras, el ente extendió una mano, un simple gesto que tuvo un efecto devastador sobre Mateo. Su cuerpo respondió al instante, como si cada fibra de su ser estuviera conectada con el demonio. Los tacones que llevaba resonaron suavemente contra el suelo, y su espalda se arqueó en una postura de completa sumisión, como si algo invisible lo controlara.

Ema lo observaba todo, maravillada. El demonio no necesitaba tocar a Mateo para controlarlo. Con un simple movimiento de su mano, podía moldear su cuerpo, podía hacer que Mateo se rindiera completamente a su voluntad. Y eso era precisamente lo que estaba sucediendo. Mateo, aún confundido y perdido, sentía cómo su cuerpo se movía por sí solo, cada gesto, cada movimiento era dictado por la presencia que lo rodeaba.

Pero lo más perturbador para Mateo no fue el control. Fue el deseo. Un deseo tan intenso, tan profundo, que lo abrumaba. Era como si todo en él estuviera diseñado para desear a ese ente, para querer complacerlo, para buscar su aprobación. No era amor, al menos no como lo entendía en su forma humana. Era algo más oscuro, más puro en su naturaleza demoníaca. Un amor que no requería reciprocidad, un amor que se alimentaba del poder, del control.

El demonio lo había moldeado.

Mateo, aunque consciente de lo que estaba ocurriendo, no podía resistir. Cada vez que intentaba luchar, el calor en su cuerpo aumentaba, el placer se intensificaba, y todo lo que podía hacer era rendirse. El demonio había fusionado su esencia con él, y ahora eran uno solo.

Ema no podía apartar los ojos de la escena. Había querido esto desde el principio, había deseado ver cómo Mateo se rendía por completo a la presencia demoníaca. Pero lo que no había anticipado era la fuerza del deseo que sentía al presenciarlo. Su propio cuerpo reaccionaba, su respiración se volvía más rápida, y sus pensamientos se nublaban por la excitación.

El demonio seguía observando, disfrutando del espectáculo. Sabía que Mateo estaba completamente bajo su control, que ahora no había forma de que pudiera resistirse. Su risa resonaba en la mente de Ema, una risa profunda y oscura que hacía eco en toda la habitación, aunque sólo ella podía escucharla.

Sebastián, por su parte, ya no era más que un cascarón vacío. Su energía había sido completamente consumida, y su cuerpo estaba débil, incapaz de moverse. Pero eso ya no importaba. Lo que importaba ahora era el lazo que se había formado entre Mateo y el demonio, un lazo que Ema sabía que sería imposible romper.

Mateo, ahora completamente entregado, sintió cómo el demonio lo envolvía, cómo sus manos invisibles lo guiaban. El placer era abrumador, y aunque una parte de él todavía luchaba por entender lo que estaba ocurriendo, la mayor parte simplemente quería rendirse. El amor demoníaco que sentía hacia esa presencia era un amor que no podía controlar, una necesidad de complacer, de servir, de entregarse por completo.

Ema, desde las sombras, observaba y sabía que su plan había funcionado. El demonio estaba allí, y ahora, Mateo y él estaban conectados de una manera que jamás podría deshacerse. Todo lo que ella había deseado estaba ocurriendo frente a sus ojos.

Pero lo que no sabía era que este era solo el comienzo.

Chica Demoníaca  /TG/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora