El ambiente en la habitación estaba cargado de tensión. La energía del demonio era casi tangible, envolviendo a Mateo como un manto oscuro y sofocante. El poder de la presencia demoníaca se había apoderado de todo, y tanto Ema como Mateo eran conscientes de que había llegado el momento culminante, aunque sus reacciones eran completamente opuestas.
Mateo, sumido en un estado de deseo y control absoluto, podía sentir cómo el demonio se acercaba. Cada paso que daba hacia él resonaba en su mente, como un eco interminable de poder y tentación. Aunque en su mente intentaba resistirse, su cuerpo no le respondía; su piel ardía con el deseo demoníaco que lo invadía, y los instintos del súcubo dentro de él clamaban por rendirse por completo.
El demonio no necesitaba hablar. Su mera presencia lo decía todo. Mateo, aún temblando por la intensidad del momento, sentía cómo su cuerpo seguía reaccionando, como si cada célula estuviera conectada a esa oscura energía. El súcubo dentro de él deseaba al demonio, lo reconocía como su amo, y ese reconocimiento lo hacía aún más vulnerable.
Ema, desde las sombras, observaba con una mezcla de fascinación y excitación. Sabía que lo que estaba a punto de suceder era algo más allá de lo que jamás había presenciado. Ver a Mateo entregarse completamente al demonio, ser tomado por él, era la culminación de su obsesión. No podía apartar los ojos, su respiración acelerada mientras sentía cada segundo como una eternidad.
El demonio se acercó lentamente a Mateo, sus movimientos fluidos y llenos de un poder incontenible. No necesitaba palabras, su control era absoluto. Sus ojos brillaban con una intensidad oscura, como si todo en él estuviera diseñado para dominar, para poseer.
Mateo, sin poder resistirse, sentía cómo el calor dentro de su cuerpo aumentaba a medida que el demonio se acercaba. Su respiración se volvió pesada, y cada fibra de su ser clamaba por rendirse. Aunque una parte de él seguía luchando, el súcubo dentro de él ya había tomado la decisión. Quería al demonio. Lo necesitaba.
Finalmente, el demonio se detuvo frente a Mateo, y con un simple gesto de su mano, el cuerpo de Mateo se inclinó hacia él, como si todo su ser estuviera diseñado para someterse. El súcubo había ganado.
Los ojos de Mateo se encontraron con los del demonio, y en ese momento, todo lo que alguna vez fue su resistencia se desmoronó. El deseo demoníaco era más fuerte que cualquier otra cosa. El ente extendió su mano, acariciando el rostro de Mateo con una suavidad que contrastaba con el poder que emanaba de él. Era una caricia de posesión, un recordatorio de quién tenía el control.
Ema observaba, su cuerpo temblando por la intensidad del momento. Sabía lo que vendría, lo había anticipado, pero verlo suceder era más de lo que jamás hubiera imaginado.
El demonio tomó a Mateo. No fue una unión suave ni delicada. Fue una toma carnal, pura, visceral. El cuerpo de Mateo, completamente dominado por el súcubo y el demonio, se arqueó de placer, su piel ardiendo mientras el poder del demonio lo llenaba por completo. Cada toque, cada movimiento era como una ola de fuego que lo consumía desde adentro, y aunque su mente intentaba aferrarse a la realidad, el súcubo no le permitía escapar.
El placer era indescriptible. No era un placer humano. Era algo más profundo, más primitivo, más oscuro. El amor demoníaco no era suave ni considerado. Era posesión, era dominio absoluto, una conexión que no pedía permiso, que no dejaba espacio para la voluntad propia. Y Mateo, aún consciente de lo que ocurría, no podía hacer más que rendirse ante ello.
Cada movimiento del demonio era una afirmación de poder, una reclamación sobre el cuerpo de Mateo, y cada vez que Mateo intentaba resistirse, el súcubo dentro de él lo traicionaba, llevando su cuerpo a nuevos niveles de placer y sumisión.
El demonio dejo ver su miembro diseñado para dar placer a cualquier mujer sin hacerla daño pero Mateo al ser un súcubo podía sentir como el miembro de aquel ente exploraba zonas que solo un Súcubo soportaría. Su rostro estaba extasiado mientras sentía como el miembro de su amo acariciaba partes inexplicables.
Ema, aún observando desde su rincón, no podía apartar los ojos mientras se acariciaba y gemía esperando ser escuchada. La escena que se desarrollaba frente a ella era más de lo que jamás hubiera imaginado. Ver a Mateo siendo consumido por el demonio, viendo cómo se rendía completamente a su poder, la llenaba de una excitación incontrolable. No podía evitar desear ser parte de esa conexión, de ese poder.
El tiempo se volvió irrelevante. Todo en la habitación estaba centrado en esa unión demoníaca, en el deseo y la sumisión. El demonio se movía con una precisión implacable, su control sobre Mateo era absoluto. Y aunque Mateo seguía consciente de todo lo que estaba ocurriendo, su cuerpo ya no era suyo. Era del demonio.
Cuando finalmente la intensidad del momento comenzó a disminuir, Mateo yacía agotado, su cuerpo aún temblando por el poder que lo había consumido bañándose en los fluidos de su amo. El demonio, satisfecho, se apartó lentamente, su mirada aún fija en Mateo, como si estuviera grabando su posesión en su alma.
Ema, desde su rincón, finalmente pudo moverse. Sus piernas temblaban, y su respiración aún era agitada. Sabía que acababa de presenciar algo extraordinario, algo que cambiaría todo para siempre.
Mateo, aunque exhausto, no podía dejar de sentir el lazo que ahora lo conectaba con el demonio. El amor demoníaco que sentía no era amor en el sentido humano. Era una conexión profunda, inquebrantable, una necesidad de complacer, de servir, de entregarse por completo. Era el poder del demonio en su forma más pura.
Y aunque una parte de él quería resistirse, sabía que ahora pertenecía a esa oscuridad.
El demonio lo había reclamado.
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Chica Demoníaca /TG/
FantasiMateo un chico de 20 años con un bajo perfil esta cursando la universidad. Por cuestiones del destino se topa con una chica que lo convence de ir a una reunión el cual resulto ser una secta. Mateo se termina involucrando en una fallida invocación de...