El aire se sentía denso, cargado de emociones y pensamientos que Mateo no podía ordenar del todo. Sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, todavía intentaba procesar lo que había ocurrido. El ente que lo había controlado seguía latente en su mente, su presencia era como una sombra constante que no se desvanecía, incluso después de que se hubiera ido. El eco de su poder todavía resonaba en cada fibra de su ser, pero lo que más le desconcertaba no era el control que había ejercido sobre su cuerpo. Era la conexión, el deseo que había despertado dentro de él.
Emma estaba a su lado, en silencio, pero sus ojos no dejaban de observarlo. Su curiosidad era palpable, una llama que no paraba de crecer mientras esperaba que Mateo hablara. Lo había visto transformarse, había sido testigo de cómo ese ente lo controlaba con solo un gesto, pero algo dentro de ella no se limitaba solo a preocuparse por él. Había más. Mucho más.
—¿Qué... fue lo que pasó? —preguntó Emma finalmente, su voz suave, casi un susurro. Quería sonar preocupada, pero había una clara nota de excitación en su tono.
Mateo tardó en responder. Aún estaba procesando lo que sentía, lo que ese ente le había hecho experimentar. Cerró los ojos, tratando de poner en palabras algo que ni él mismo comprendía por completo.
—No lo sé... —comenzó a decir lentamente—. No es como el amor que conocía. No es... humano. Es algo más. Es... deseo, pero más fuerte. Es... —sus palabras se perdieron mientras intentaba encontrar una manera de describir lo que había sentido.
Emma se inclinó un poco más cerca de él, su curiosidad creciendo con cada palabra que Mateo dejaba escapar. Quería saber más. Quería entender cada pequeño detalle de lo que había pasado en la mente de Mateo.
—¿Qué quieres decir? —
—No es como cualquier tipo de deseo que haya sentido antes —respondió Mateo, su voz temblorosa mientras luchaba por ordenar sus pensamientos—. Es... es como si todo lo que conocía sobre el amor y el deseo fuera... insuficiente. Esto es algo mucho más profundo. Más oscuro.
Emma lo miraba con ojos llenos de expectación, inclinándose hacia él, como si cada palabra que decía la envolviera más y más en la historia que estaba contando. Su curiosidad era insaciable, y Mateo lo sentía. A pesar del miedo y la confusión que lo invadían, no podía ignorar el brillo en los ojos de Emma, una chispa que mostraba que su interés no era solo intelectual. Era algo visceral.
—¿Cómo se siente? —insistió Emma, su tono ahora más suave, más íntimo—. ¿Cómo es ese deseo?
Mateo se quedó en silencio por un momento, cerrando los ojos mientras recordaba la presencia del ente, su mano moviéndose en el aire y el modo en que su cuerpo había reaccionado. Era algo más que control físico. Lo que ese ser le había despertado dentro era una necesidad, una urgencia que lo envolvía por completo.
—Es como si... —Mateo hizo una pausa, intentando encontrar las palabras adecuadas—. Como si te arrastraran hacia un abismo y no pudieras resistir. Pero lo peor es que no quieres resistir. Es deseo puro. No hay espacio para dudas o miedo. Sólo una necesidad desesperada de entregarte.
Emma tragó saliva, su respiración se volvió más profunda mientras escuchaba. La emoción que sentía no se limitaba solo a la fascinación. Había algo en la manera en que Mateo describía lo que había experimentado que la excitaba de una forma que no esperaba. Sus labios se entreabrieron ligeramente, y su mirada se volvió más intensa, casi hambrienta.
—Y... ¿cómo es ese amor? —preguntó, su voz ahora un susurro lleno de anticipación.
Mateo la miró, viendo cómo la curiosidad de Emma se mezclaba con algo más oscuro. Sabía que lo que estaba diciendo no solo la intrigaba. La estaba excitando. Y eso lo desconcertaba tanto como lo atraía. Quería advertirle, decirle que no debería querer saber más, pero las palabras no salían de su boca.
—Es difícil de explicar —admitió, sus manos temblando ligeramente sobre sus muslos—. No es amor como lo conocemos. No hay ternura, no hay... suavidad. Es posesión. Es una fuerza que te consume por completo. No hay espacio para ti, solo para lo que él quiere de ti. Y lo peor es que... —hizo una pausa, su mirada desviándose—, una parte de mí lo desea.
Emma respiró profundamente, mordiéndose el labio mientras procesaba lo que Mateo decía. La intensidad del momento la envolvía, y aunque sabía que debería sentirse perturbada por lo que escuchaba, lo único que sentía era una necesidad creciente de saber más.
—¿Te refieres a que lo querías? —preguntó, inclinándose aún más cerca—. ¿Querías ser consumido por ese deseo?
Mateo la miró, sorprendido por su pregunta, pero no podía negarlo. El demonio dentro de él había despertado algo que ni siquiera sabía que existía. Una parte de él había querido entregarse por completo, dejar que ese ente lo poseyera en cuerpo y alma.
—Sí —susurró finalmente—. Es como si ya no pudiera resistir. Quiero huir, pero al mismo tiempo... quiero estar cerca de él. Es un amor que consume, que no deja espacio para nada más. Y lo peor es que, aunque sé que está mal, no puedo evitar sentirlo.
Emma se estremeció, sus ojos brillando con una mezcla de excitación y asombro. La idea de ese amor demoníaco la fascinaba. Quería entenderlo, sentir lo que Mateo sentía. Pero más que eso, quería ver hasta dónde podía llegar.
—Eso suena... increíble —susurró, su voz cargada de deseo.
Mateo la miró fijamente, sintiendo cómo el ambiente en la habitación cambiaba. Emma no estaba simplemente escuchando. Estaba disfrutando lo que escuchaba, dejando que su curiosidad la guiara hacia un lugar mucho más oscuro. Su proximidad, la manera en que sus ojos lo miraban con ansias, lo desconcertaba y lo atraía al mismo tiempo.
—Emma... —murmuró, pero no supo qué más decir.
—No lo entiendes, ¿verdad? —Emma sonrió, su mirada fija en él—. Todo lo que estás describiendo... esa intensidad, ese deseo puro... me fascina. Es lo más cercano a lo que siempre he querido sentir. Esa libertad de ser completamente consumido por algo.
Mateo retrocedió ligeramente, sorprendido por la confesión de Emma. Sabía que ella era diferente, extraña, pero no esperaba esto. La manera en que hablaba, como si anhelara sentir lo mismo, lo dejó sin palabras.
—No es libertad —intentó explicarse—. Es estar atrapado. Te consume, te devora, y ya no eres tú mismo.
Pero Emma negó con la cabeza, sus labios curvándose en una sonrisa que mostraba su emoción.
—No lo entiendes, Mateo. Eso es lo que quiero. Quiero sentir lo que tú sientes. Quiero entender lo que es ser poseído, ser controlado de esa manera. No hay nada más puro que eso.
El corazón de Mateo latía con fuerza, y aunque sabía que debía advertirle, decirle que lo que estaba sintiendo no era algo que ella quisiera experimentar, parte de él comprendía lo que Emma estaba diciendo. Esa mezcla de deseo y miedo, esa atracción hacia lo prohibido... ahora la entendía.
—No debería gustarte esto —susurró, pero incluso mientras lo decía, sabía que ya era demasiado tarde.
Emma se inclinó más cerca, su rostro a solo unos centímetros del de Mateo. La intensidad en sus ojos era casi hipnótica, y él no podía apartar la mirada.
—Tal vez no debería, pero... —Emma sonrió—, no puedo evitarlo. Quiero saber más. Quiero saber lo que significa ser completamente consumido por algo... o alguien.
El silencio en la habitación se volvió sofocante, la tensión entre ellos palpable. Emma había cruzado una línea, y Mateo lo sabía. Pero no podía negar la verdad: también estaba cruzando esa línea con ella.
Y mientras la sombra del ente seguía latente en su mente, Mateo comprendió que el amor demoníaco que había comenzado a experimentar no era algo que pudiera contenerse fácilmente. Ni dentro de él, ni dentro de Emma.
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Chica Demoníaca /TG/
FantasyMateo un chico de 20 años con un bajo perfil esta cursando la universidad. Por cuestiones del destino se topa con una chica que lo convence de ir a una reunión el cual resulto ser una secta. Mateo se termina involucrando en una fallida invocación de...