El demonio

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Ema no podía sacarse de la cabeza lo que había experimentado la última vez que el ente se manifestó. La intensidad, el poder, el deseo... todo la había consumido de una forma que jamás había anticipado. Desde aquel día, su curiosidad se había transformado en algo más. Se había convertido en una necesidad. Una necesidad de sentir nuevamente aquella presencia, de sumergirse por completo en esa energía oscura y poderosa.

Sabía que Mateo no comprendía del todo lo que estaba sucediendo, pero ella sí. Había investigado. No podía quedarse quieta después de lo que había visto y sentido. Ese demonio, esa entidad, tenía un nombre, una historia, y había rituales para invocarlo. Todo estaba escrito en antiguos textos que había encontrado en lo más profundo de foros y libros prohibidos en la red. Ella sabía exactamente cómo traerlo de vuelta. Y más importante aún, sabía lo que le gustaba.

Los demonios no podían ser atraídos por cualquier cosa. Necesitaban ser provocados, y para eso Ema tenía un plan. Un plan que involucraba a Mateo, aunque él no supiera lo que ella estaba tramando.

Sabía que la clave para volver a atraer al demonio estaba en combinar ciertos elementos que lo excitarían, que lo harían regresar. La vestimenta, los olores, la presa adecuada. Todo debía ser calculado al milímetro. Y Ema estaba dispuesta a guiar a Mateo sin que él lo supiera.

—Mateo, tengo algo que puede ayudarte a controlar tus transformaciones —dijo un día, con una sonrisa seductora en los labios mientras lo observaba desde el otro lado de la tienda donde trabajaban.

Mateo levantó la mirada, algo desconcertado por el repentino comentario.

—¿Controlarlas? —preguntó, aún luchando por entender completamente lo que estaba sucediendo con su cuerpo—. ¿Cómo?

Ema fingió un aire de inocencia mientras se acercaba más a él, con una pequeña caja en las manos. Dentro de la caja había una selección de prendas y objetos cuidadosamente elegidos. Cosas que sabía que provocarían una reacción en el demonio.

—Bueno, he estado investigando un poco —dijo, manteniendo su tono ligero—. Y creo que si te vistes de una manera específica y usas ciertos elementos, podrías... disminuir las transformaciones. Tal vez incluso podrías evitar que pierdas el control.

Mateo la miró con desconfianza. Sabía que Ema era rara, pero también sabía que estaba desesperado por cualquier cosa que pudiera ayudarlo a mantenerse cuerdo. La transformación en Carolina lo aterraba, pero también lo seducía de maneras que no terminaba de comprender.

—¿Estás segura? —preguntó, mirando la caja con cautela.

Ema asintió, sus ojos brillando con una mezcla de excitación y anticipación.

—Confía en mí —susurró—. Esto te ayudará. Sólo tienes que seguir mis indicaciones.

Mateo suspiró, sin saber exactamente por qué confiaba en ella. Tal vez porque no tenía muchas opciones. Tal vez porque, en el fondo, también deseaba saber más. Deseaba dejarse llevar.

Lo que Mateo no sabía era que Ema ya había planeado todo al detalle. Dentro de la caja había un conjunto que sabía que provocaría una reacción inmediata en el demonio. Un vestido ajustado, de un rojo profundo y sensual, combinado con tacones altos y una lencería de encaje tan fina que parecía tejida por los mismos hilos de la tentación.

Sabía que el demonio sentía una debilidad por la sensualidad femenina, por los símbolos de poder erótico. Pero eso no era suficiente. También necesitaban a una presa, y Ema había encontrado a la persona perfecta.

Un hombre virgen. Puro de corazón, inexperto, pero lleno de una energía que lo hacía el blanco ideal para el demonio. Su nombre era Sebastián, un joven estudiante que trabajaba a tiempo parcial en la tienda de al lado. Ema lo había observado durante semanas. Sabía que era ingenuo, que nunca había tenido una relación seria. Lo había estudiado. Era el cebo perfecto.

Chica Demoníaca  /TG/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora