Ya frente a la puerta de madera color café dentro de ese lujoso hospital, ambos tomaron aire.—La señora esa —habló Stefan y Calem le corrigió:
—La secretaria.
—Como sea, dijo que mi padre acaba de irse y mi hermano vendrá en una hora, tuvimos suerte, porque no tengo ganas de ver a nadie ahora mismo —advirtió sin emociones en su voz.
Calem asintió, sintiéndose extrañamente especial porque Stefan fue a buscarlo a él.
Deseaba verlo aunque no quería ver a nadie.
—Bien, entonces ve —le indicó y empuñó ambas manos, dándole ánimo para entrar a esa habitación silenciosa.
—En eso estaba —soltó orgulloso y pasó por su lado con la frente en alto.
Entró y cerró como si fuese fácil hacerlo, hasta que estuvo frente a la camilla, con esa delgada mujer repleta de aparatos y tubos que la mantenían con vida.
Su mirar flaqueó un instante, pero no apartó la vista, ya no.
—Hola, mamá —habló bajo, como si fuese a asustarla o despertarla si usaba su tono usual.
Ese hecho lo hizo sonreír irónico.
—Sigo siendo bastante idiota, ¿No crees?
Deslizó sus dedos a través de su semilargo cabello y suspiró, sentándose en la silla junto a la inerte mujer.
—Tranquila, eso no fue tu culpa, yo nací de este modo —ironizó y su semblante poco a poco se volvió serio.
Suspiró y dirigió su mirada a un punto fijo de la habitación, sin prestar atención realmente.
—Perdón por no venir antes, estaba... Aterrado. Carajo, todavía estoy ansioso, pero... es mi deber despedirme ¿No? Es decir, eres jodidamente fuerte, no podría llamarme tu hijo si no comenzara a serlo yo también.
Sujetó sus propias manos, entrelazando sus largos y grandes dedos entre sí.
—Nunca hablé de esto contigo... o con nadie, decidí ignorar el problema y fingir que seguías aquí como antes. Vaya caso.
Siquiera quiso indagar mucho sobre su madre con la terapeuta, su ausencia, o mejor dicho no aceptar tal ausencia, detonó varias de sus malas conductas.
—Durante años creí que volverías a casa, esperaba que fueras tú quien cruzara la puerta caminando y en cambio... Bueno, sí volviste, pero en realidad jamás lo hiciste. No como antes, no la radiante y amable como tú, sino como un vegetal movido por una silla de ruedas.
Recordó esa época en su niñez y cómo se refugió en los cuentos fantásticos que su madre solía leerle y regalarle. Aunque esa misma ingenuidad lo volvió blanco fácil para salir herido.
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EN EL ARMARIO (+18↔GAY)
RomanceLa historia comienza con una persona huyendo de lo que lo rodea y encontrando finalmente refugio dentro del armario... No, no es metáfora, literalmente nuestro intrépido y fuerte protagonista se encontraba esa agitada mañana huyendo de su secretaria...