Pov Calem.
—Había una vez, en un reino muy, muy lejano —Stefan golpeó con su rodilla mi pierna y reí— ¡Bueno! Hay que ponerle humor... —suspiré y miré el techo color ocre.
Stefan se veía serio y calmado, como pocas veces estaba.
—No fue algo fuera de lo común en estos casos, ¿Cómo comienza las tragedias en las películas? Supongo que con una narración seria y mucho drama, en este caso fue un día tan normal que nadie hubiese imaginado que la noche sería una pesadilla.
Acomodé mi almohada y respiré hondo, hacia mucho no hablaba sobre esto.
—Nada sorprendente, nada inédito o impresionante, fue de hecho lo más común en estos casos: un accidente. Uno que fue enteramente mi culpa, eso sí. Mi hermano tenía una motocicleta preciosa, no sé de modelos, pero era como la de las películas de motoqueros, gigante, negra y muy cool. Yo le pedía de vez en cuando usarla en nuestro terreno, nunca salí muy lejos porque no medía los límites, era un desastre. En serio lo era. Ese día le pedí que me llevara a una fiesta en la cuidad cercana al pueblo, iba a ser genial porque la hacen una vez al año e iba gente de todos lados. Pero me encapriché en conducir, quería llegar en esa genialidad de moto, tan joven e inmaduro.
Reí por mi propia idiotez.
—Finalmente cedió, no sin antes obligarme a usar su casco e iba a ir conmigo en el viaje de ida, para luego traer la moto y que yo no fuese a jugar a las carreras callejeras o cosas así, solía hacerlo también. Hice... demasiadas cosas estúpidas. Entonces, a mitad de camino por la carretera, lo oía pedirme inquieto que bajara la velocidad, pero eso solo me impulsaba a acelerar, siempre rompiendo los límites, como si eso fuese libertad, no era libertad, era idiotez. Era falta de madurez y conciencia. No pude saberlo en ese entonces, para mí era genial, la adrenalina corría por la sangre en mis venas, la misma sangre que regaba el pavimento minutos después. Al ir tan rápido y toparme con un pequeño bache, en vez de ser una simple sacudida como sería si fuese a la velocidad permitida, volamos.
Los ojos de Stefan se abrieron ligeramente y cerré los míos unos segundos, esta parte es la que deseé cambiar tantas veces.
—Literalmente vi como mi amado hermano salió prácticamente disparado de mi lado y aterrizó de una forma muy brusca en el suelo, creí que el simple impacto lo había matado, mientras ambos eramos arrastrados metros y metros de distancia por el suelo, uno cree que en un accidente el vehículo se detiene y ya, no, una moto a tanta velocidad se arrastra por la carretera. Él se golpeó al salir despedido del vehículo, pero yo quede atrapado entre la moto, el suelo y mi pierna, no podía quitarla de encima y mientras eramos arrastrados mi pantorrilla y pie eran destrozados por la fricción. Finamente al detenernos, yo bastante lejos que Marc, tuve que hacer una fuerza increíble para quitarme esa monstruosidad de encima y al lograrlo supe que no iba a poder pararme. Había tanta sangre, huesos y carne que no me atreví a ver demasiado tiempo. Solo até mi pierna con el cinturón, como vi en viejas películas, y me arrastré hacia Marc. Creo que fueron unos minutos hasta que lo alcancé, pero se sintió eterno, como un sueño donde no puedes correr y tu cuerpo pesa una tonelada. Mi preciado y adorado Marc... lleno de sangre, su rostro estaba empezando a hincharse y brotaba sangre de su ojo izquierdo, mucha, diablos muchísima —dije, con un nudo en la garganta—. Mis manos temblaban y sentí que me desmayaría, pero antes quería despertarlo, oír su voz, ver que respirara y si no era así solo... Morir. Cuando noté que respiraba perdí la conciencia.
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EN EL ARMARIO (+18↔GAY)
RomansaLa historia comienza con una persona huyendo de lo que lo rodea y encontrando finalmente refugio dentro del armario... No, no es metáfora, literalmente nuestro intrépido y fuerte protagonista se encontraba esa agitada mañana huyendo de su secretaria...