C25| Interludio.

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El reino del Centro, había sido desde hacía años, el más próspero, nada tenía que ver con el favoritismo del rey, sino más bien de los recursos naturales que éste era acreedor, sin embargo, jamás se habían descuidado los demás por dedicarse a ese, así que la paz había sido algo que los cinco reinos gozaban como ningún otro fuera de sus fronteras.

A pesar de eso, en algunas ocasiones, el rey había sido alentado a invadir otros territorios para agrandar más el poderío del que era dueño ya, la falta de diversión, éste había aceptado, anexando un par más, que tenían que rendir tributo, lo que no gustaba tanto a los nobles, era la cierta independencia que éste había dado a esos pueblos, para mantener sus usos y costumbres y no imponer todo en lo que ellos creían, así que veían a la gente de esos lugares como salvajes sin educación, algunos habían ido hasta esos lugares, para hacer lo que sus títulos y su dinero les permitía, muchos de ellos, siendo acreedores a las sanciones más horrendas que podían otorgarles.

En ese tiempo, Druella Malfoy, había solicitado a su madre un consejero que les fuera leal a ellos, así que cuando ese hombre llegó al reino del centro, la joven reina consorte, fue capaz de comenzar a fomentar alianzas importantes dentro del reino, los ocupaba, ya que no tenía el favor del rey, tenía que tener amigos poderosos fuera y dentro de la corte, ese varón sin duda era bastante inteligente.

Para la desgracia de la joven, su hermano seguía cuidando de ella, a pesar de que en repetidas ocasiones lo había removido de su cargo —aconsejada también del guía—, el rubio nunca se había movido, a menos que fuese el rey mismo quien le diera la orden, como lo hizo cuando lo quitó del a seguridad de la pequeña princesa Lily, él no se movería, a ella, no le guardaba ni le guardaría un grano de arena de lealtad.

Sin duda había intentado a lo largo de esos años, intentar ganarse su lealtad, apelando a lo más grande que podría existir —según las grandes familias—, que eran los lazos de sangre, tal parecía que no compartían ni una gota de la misma.

Los ojos grises de la reina se posaron en el hombre que había estado leyendo para ella en voz alta, que se detuviera sin razón sin duda la distrajo de sus bordados, se puso de pie una vez que dejó todo sobre el lujoso sofá y quedó de pie junto a él.

Un carruaje había sido dejado a la puerta del castillo, traía bastante gente, nadie había dicho nada sobre una importante llegada, claro que su esposo no se lo compartiría jamás, pero nadie de la gente que tenía como amiga en la corte había dicho algo así.

El hombre que bajó no lo reconoció, pero por la forma en que la servidumbre se había juntado en la entrada para recibirlo, suponía que tenía que ser alguien importante, su atención cambió, cuando vio que el rey en persona se acercaba rápidamente hasta el recién llegado, al que le sonrió y le otorgó un abrazo amistoso.

—¿Quién es ese hombre, Blaise? –Preguntó consternada –mi marido ha sido demasiado amable con él.

—Lo desconozco, su majestad, pero haré mis investigaciones, para que esté más tranquila.

—Gracias, realmente no sé qué sería de mí, si no hubieses llegado –sonrió.

—Solo hago lo mejor para los nuestros, majestad –contestó con una amable sonrisa, pero su vista se posó en el rubio que observaba con el ceño fruncido la escena a la entrada del castillo –quizás, majestad, su guardia tenga más información de lo que pensé.

Druella se giró hasta su hermano, por su expresión, el hombre recién llegado le desagradaba, quizás desconfiaba de sus buenas intenciones, no estaba segura del porqué aquella actitud, si tan solo estuvieran en aquella bienvenida, tendría más oportunidad de entender aquel comportamiento.

La Hermana del Rey || Jaly | James S. P x Lily Luna PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora