Capítulo 9

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Davina

    Todos los empleados corrían de un lado a otro con la cabeza gacha, desde los ejecutivos hasta los de mantenimiento, arrugue la frente girando el cuello para visualizar mejor el comportamiento antinatural de las personas y a medida que avanzaba por el edificio veía rostros totalmente en pánico. Estaban aterrorizados y ninguno era capaz de hacer contacto visual con nadie.

No hay duda, mi hermano está de regreso. Darren está en la oficina.

Cogí una calada de aire, dispuesta a enfrentarme a él, pero a quien engaño, yo también estaba aterrorizada. Así que tragué saliva para mojar mi garganta seca y con zancadas largas me dirigí hacia el ascensor de ejecutivos para subir hasta el último piso del rascacielos, dónde la oficina del presidente se encuentra o sea la oficina de Darren.

Cómo Edison está en New Haven haciendo su posgrado está a salvo, pero Edward y yo no contamos con esa suerte. Y hablando del rey de Roma...

— ¿Qué tal?

...El burro se asoma

— Edward — le saludé con un pequeño abrazo para después meternos al ascensor — Darren está de regreso — informé.

— Lo sé, me di cuenta cuando me crucé con él director de estrategia y me dijo que Hitler se reencarnó y que renunciaba a su puesto por salud mental. Necesitamos contratar a un nuevo director de estrategia, por cierto.

— Los empleados que Darren no despidió empezaron a renunciar voluntariamente, ¿Que haremos si todos se van? Le tienen miedo, le tengo miedo yo — reconocí.

— ¿Crees que si mandamos a hacer una escultura de Samantha y la colocamos en la recepción le cambié su humor cuando llega a la oficina? — propuso rascándose la barbilla de manera pensativa.

Me encogí de hombros.

— A estas alturas intentaría cualquier cosa — reconocí — Cuando ella está cerca se vuelve tan dócil y casi un humano decente. Es totalmente otra persona si está Samantha.

— Es increíble que un hombre con ese temperamento sea manejado por una mujer que apenas mide 1,50...si es que mide eso — añadió Edward riendo, yo me uní a su risa y ambos nos seguimos burlando de Darren a sus espaldas entre carcajadas.

Hasta que el ascensor terminó de hacer su trabajo y las puertas se abrieron, y ahí estaba él. Un hombre de 26 años, de 1,85 de altura, cabello corto dorado, ojos verdes profundos, nariz recta y labios carnosos, vestido con un traje de tres piezas hecho a mediadas y con el rostro más serio de lo que podría ser posible. Estaba ahí, esperándonos y no precisamente para darnos la bienvenida.

— Llegan tarde — anuncio.

— Son las ocho de la mañana — repuse.

— Por eso, llegan tarde — declaró.

Luego se giró y regresó a su oficina, nosotros le seguimos como si fuéramos su guardaespaldas.

— Llegar puntual no es llegar tarde — dijo Edward en su defensa.

— Si pasarás menos tiempo mirándote en el espejo tal vez podrías llegar antes — observó Darren.

En respuesta, Edward levantó su puño como si quisiera golpearlo.

— Tengo tantas ganas de darle un puñetazo —me susurró, fusilando a Darren con los ojos.

— Te arriesgas a recibir mucho más — respondió Darren quien logró escucharlo, a pesar de que Edward no pretendía que lo hiciera.

Por Siempre Darren #4 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora