Capítulo 4

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Jaemin apenas pudo contener su emoción a la mañana siguiente. Había dormido como un bebé y se había despertado con el aroma de Jen todavía impregnado de él. Pero después de tomar una ducha, el olor desapareció.

Quería recuperarlo.

Parte de él estaba sorprendido por su propio entusiasmo, no recordaba haber estado tan ansioso por ser marcado por su madre, pero de nuevo, era algo que Jaemin había dado por sentado cuando su madre estaba viva. Quizás su entusiasmo tenía algo que ver con el hecho de que había vivido más de un año sin un alfa; el tío Yixing no contaba, porque ni Jaemin ni Chenle o Ten lo habían aceptado realmente como el alfa de la familia. Lo había echado de menos, había echado de menos esta dinámica de manada, este sentimiento de pertenencia, de alguien fuerte y confiable que estaba allí para él y se ocupaba de todo. Parte de él se encogió porque esa necesidad era tan estereotípicamente omega. Estaba científicamente probado por qué un alfa traía la sensación de seguridad y bienestar a un omega (tenía algo que ver con las feromonas y la química cerebral), pero Jaemin siempre había pensado que la necesidad de un alfa que supuestamente todos los omegas sentían era exagerada. Ahora sabía que no lo era, por fin lo sintió.

Jaemin sonrió un poco cuando vio a Jen ya sentado en la cabecera de la mesa, ni Chenle ni Ten habían llegado todavía.

Jen se quedó quieto con la taza contra los labios cuando vio a Jaemin y lentamente, dejó la taza.

—Buenos días —dijo

Jaemin le sonrió más ampliamente, su alivio casi abrumador.

Había estado medio asustado de que Jen olvidara su promesa y volviera a ignorarlo. Claramente ese no fue el caso.

La expresión de Jen se contrajo un poco por un momento antes de suavizarse, se puso de pie y acercó una silla a Jaemin.

Sonriéndole, Jaemin tomó el asiento ofrecido. Solo después de estar sentado se dio cuenta de que era un poco extraño. Era costumbre que los nobles alfa se comportaran cortésmente con los omegas, era de esperar, pero normalmente no lo hacían con los omegas relacionados con ellos.

Pero, de nuevo, Jen había estado en la guerra la mitad de su vida. Podría ser el vizconde ahora pero no había estado en buena compañía durante más de una década. No era de extrañar que sus modales estuvieran un poco oxidados y que hubiera mezclado algunas costumbres.

A Jaemin no le importaba, disfrutaba de la presencia y la atención de su hermano, absorbiéndola. Fiel a su promesa, Jen ya no intentaba ocultar su olor, dejando que se espesara y rozara a Jaemin. Joder, ese olor, era oscuro y rico, con un toque de cítricos y una base amaderada. A Jaemin se le hizo la boca agua, deseó que su propio olor fuera tan bueno.

—Buenos días, —dijo Jaemin tardíamente, y puso su mano sobre la mesa, con la muñeca desnuda hacia arriba. Una invitación sutil para marcarlo con su olor. Jen podría ignorarlo si quisiera; Jaemin no se ofendería, aunque estaría decepcionado.

Jen miró su mano, un músculo saltó por su sien, sus ojos centellearon. Parecía... ¿frustrado? Pero su mano ya se estaba moviendo. Acarició con el pulgar la muñeca de Jaemin, su aroma se hizo más rico.

Jaemin se estremeció, sus párpados se volvieron más pesados. Se quedó mirando la mano grande de Jen alrededor de su muñeca delgada y sintió... no estaba seguro de qué. Su estómago estaba muy caliente, se sentía bien y extrañamente agitado al mismo tiempo.

Todo lo que sabía era que quería girar la mano y entrelazar sus dedos, lo cual era... bueno, un poco extraño.

Las fosas nasales de Jen se ensancharon, el aroma de alfa se volvió tan abrumador que fue todo lo que Jaemin pudo respirar.

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