En la constructora, Altagracia se sumergía en su trabajo, revisando cada uno de los documentos que Tania le había entregado. Los números y los contratos la ayudaban a mantener su mente ocupada, alejándola de las emociones turbulentas que la atormentaban desde hacía días.
Tania interrumpió sus pensamientos al entrar en la oficina con el teléfono en la mano.
—Señora, tiene una llamada de uno de los proveedores principales. ¿Quiere que le pase la llamada?
Altagracia asintió, tomando el teléfono sin dejar de revisar los documentos. Mientras hablaba con el proveedor sobre los detalles de un nuevo proyecto, su mirada se dirigió por la ventana de su oficina, donde podía ver a los empleados trabajando con la misma intensidad que siempre imponía. A pesar de la aparente calma, en el fondo sabía que algo más estaba por suceder, pero no podía detenerse a pensar en ello. La construcción de su imperio siempre había sido su prioridad, incluso por encima de sus propios sentimientos.
Mientras tanto, en la escuela, Lucía y Sam se alejaban del bullicio de los otros alumnos y se dirigían a un rincón más tranquilo en los jardines. Lucía, con los ojos brillantes de emoción, comenzó a contarle a su amiga sobre el viaje a Veracruz con su madre.
—Sam, no te imaginas lo que fue ese viaje. Nunca había pasado tanto tiempo a solas con mi mamá, y aunque al principio fue incómodo, luego todo cambió. Me contó cosas de su infancia, de su familia, y hasta vimos algunas fotos antiguas. Sentí que, por primera vez, me estaba dejando entrar en su vida.
Sam sonrió, contenta por su amiga.
—Eso es increíble, Lucía. Me alegra mucho que por fin estén conectando. Sé que siempre has querido eso, y parecía tan imposible antes...
—Lo sé —dijo Lucía, suspirando—. Y, aunque me cuesta admitirlo, siento que algo en ella está cambiando. Como si, después de todo, sí le importara.
Las dos amigas se quedaron en silencio por un momento, disfrutando de la brisa suave que pasaba por los árboles del jardín. Sin embargo, lo que Lucía no sabía es que a lo lejos, oculto entre las sombras de los edificios de la escuela, alguien la observaba atentamente.
De vuelta en la constructora, José Luis entraba en la oficina de Altagracia con una expresión seria. Había estado lidiando con problemas en el sitio de construcción de uno de sus proyectos más grandes, pero ahora necesitaba hablar con ella.
—Tenemos que revisar los nuevos contratos. Hay algo que no me cuadra —dijo, extendiendo unos papeles sobre el escritorio.
Altagracia, sin perder la compostura, asintió y comenzó a revisarlos con él. Aunque su relación personal siempre ha sido explosiva, en el trabajo seguían siendo socios exigentes y meticulosos. La presión del día a día no daba tregua, y aunque ambos sabían que sus vidas estaban plagadas de complicaciones, ninguno podía darse el lujo de bajar la guardia.
Mientras revisaban los contratos en silencio, Altagracia notaba que José Luis la observaba de reojo de vez en cuando. Su mente estaba enfocada en los números, pero el peso de esa mirada constante la desconcentraba. Finalmente, levantó la cabeza para enfrentarlo.
—¿Qué pasa, José Luis? ¿Hay algo que quieras decirme? —preguntó sin rodeos, dejando el contrato a un lado.
José Luis, que había estado tratando de contener sus pensamientos, suspiró profundamente antes de hablar.
—Es solo que... no puedo dejar de pensar en lo que dijiste esta mañana. Sobre los resultados médicos, sobre que todo está bien. No me convenciste, Altagracia. Y con el estrés que hemos estado teniendo últimamente, creo que deberías tomarte las cosas más en serio. No quiero perderte...
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El pasado. Tú y yo.
FanfictionUna mujer ultrajada, triste, melancólica y con un pasado oscuro, Una niña herida, ¿Podrán sanar y iniciar una vida lejos de todo lo malo que arrastran? Averígualo.