Capítulo 7.

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- Tranquila, mi niña. Tu mamá va a estar bien, ya la doctora está con ella.

- Soy una tonta, no debí ser tan hiriente con ella nana - me sinceré - tu conoces nuestra historia.

- Mi niña, ustedes deben sanar, sé que se aman. He visto a tu madre llorar noches por ti, y te he visto a ti, esconder tus lágrimas y dolor por su rechazo; es cuestión de que busquen ayuda, sus fantasmas son demasiado grandes.

- Eso nunca pasará. El rechazo seguirá intacto y es que para ella yo simplemente soy una equivocación, sus palabras aún taladran en mí «Eres un error, debí haberte abortado cuándo pude» - pensé.

Disculpen, Altagracia ya despertó y está bien nuevamente. Pidió verte Lucía.

- Muchas gracias, Doctora. - Ella responde que no hay de qué, mientras yo me aproximo a la puerta y la abro.

- Permiso. ¿Como te sientes? - pregunté de forma tímida.

- Estoy bien, fue un simple desmayo por el estrés. Lu, por favor perdóname, sé que te he lastimado toda una vida, pero quiero que las cosas cambien.

- No hagas promesas vacías que no vas a poder cumplir. Me alegra saber que estás bien, pero yo ya no puedo permitirme que me lastimes nuevamente.

- Pero - carraspeó - podemos intentarlo, lo merecemos.

La que hablaba era una Altagracia distinta, su mirada estaba perdida y triste, las lágrimas amenazaban con salir pero esta vez ni siquiera se molestó en retirarlas, simplemente estaba allí, vulnerable, con deseos de borrar todo el daño causado a su pequeña hija.

- Me acomodo a un lado de ella, estiro mi mano y le acomodo el cabello detrás de la oreja - Altagracia, aquella noche caliente sigue impregnada en mi ser, a veces trato de imaginar recuerdos bonitos juntas, pero es en vano, porque no existen, no entiendo el porqué de tu rechazo y eso es lo que me ha hecho quién soy hoy, te amo y no sabes cuanto me duele hacerlo, pero yo ya me cansé, no quiero falsas promesas porque sé que no me quieres o quizás sí, no lo sé, pero cada vez que me ves a los ojos algo cambia, es distinto a como ves a Isabella, tus ojos brillan cuándo ella está, solo existen ustedes.

- Hay cosas que tu no entiendes Lu, todo tiene un porqué, yo no nunca quise ser como soy hoy, pero el destino me obligó a serlo - me sincero - sé que son pocas las veces que hemos hablado como lo estamos haciendo, pero tu no sabes cuanto te amo, daría mi vida entera por ti si fuera necesario, pero existe algo más poderoso que yo que me impide poder demostrarlo, mi pequeña - por inercia intento acercarme, pero sin más ella me detiene.

- Esta vez no quiero historías a medias, quiero la verdad, creo que la merezco. - solté de golpe.

Altagracia estaba inmóvil en aquella cama, sin decir ni una palabra, los malestares habían vuelto, Lucía en busca de una verdad, la cual Altagracia no estaba lista para contar, su vida se dividía en dos; su corazón de madre que amenazaba con salir, decir la verdad y amar a su hija con todo su corazón y luego estaba su consciencia que solo mostraba vagos recuerdos de aquella noche, solo gritos, sangre y aquellos ojos marrones idénticos a los de su primogénita.

- Tu silencio lo dice todo. Me alegro que estés bien, pero esto no servirá de nada - sin mas, me levanto de la cama y voy directo a la puerta.

- Lucía, yo te amo - dije en un pequeño hilo de voz.

- Yo también, mamá - respondí para mis adentros, cerré la puerta y salí directo a mí cuarto.

Y allí estaba nuevamente Altagracia, sola en aquellas cuatro paredes, con infinitas emociones encontradas, informaciones por digerir y una noticia que le cambiaría su vida totalmente hasta la llegada de una voz que la saca de su trance.

- Amor, me contó Rosalva que te desmayaste, ¿cómo estás, preciosa? - dejó un casto beso en sus labios y me siento a un lado de la cama.

- Mi amor, estoy bien. Solo fue un leve desmayo, discutí con Lucía, tuve un golpe de estrés postraumático, no tienes de que preocuparte.

- ¿De verdad? Cuándo salí te pedí que hablaran, no que se pusieran a pelear.

- Lucía me confesó algo que no recordaba o no quería recordar, no lo sé.

- ¿Qué fue eso? - pregunté con incertidumbre.

- Me mostró su espalda - callé y una lágrima rebelde salió - Vi su espalda llena de cicatrices de algún tipo de laceraciones, yo no entendí al principio, pero me confesó que yo había sido quién la golpeó de tal forma, la golpeé como si de un animal se tratase - sollocé - y lo peor es que ni siquiera puedo recordar lo qué pasó.

- ¿Qué hiciste que diablos, Altagracia?

- No sé, ni siquiera estoy consiente de eso, Lucía me dijo que estaba bajo los efectos del alcohol, no sabes lo que daría por no haberle hecho eso - intenté secar las lágrimas pero fue en vano.

-Te desconozco Altagracia, porque siempre he sabido que ninguna madre está lista para serlo, sin importar las circunstancias en las que fue concebido el hijo, pero tú Altagracia, has sobrepasado los límites, no tienes entrañas, te he perdonado todo, Altagracia, los malos tratos hacía Lu, los regaños sin motivo, la falta de atención, y todo porque no es mi hija biológica, pero tu sabes que la amo porque es la hija que mi corazón escogió, pero esto no te lo perdono, la heriste de todas las formas posibles, y sabes que lo único que agradezco es que no hayamos tenido hijos juntos, porque te juro, te juro que nunca en la vida los verías.

Las palabras del empresario le habían caído como
un balde de agua fría, pensó que el actuaria de manera diferente pero no, sabía que Lucía era la luz de sus ojos, pero nunca pensó verlo así. Altagracia sintió aún más las últimas palabras de su esposo, y más por las últimas noticias que había recibido por parte de su doctora, el mundo entero se le vino abajo.

- No es Justo todo esto para mí, José Luis, tú más que nadie sabes de qué es producto Lucía, no me puedes culpar de algo que yo no elegí.

- Y es que a yo a ti por eso no te culpo, Altagracia. Te culpo por herirla, por hacer de la niña tierna que era Lucía, una adolescente reprimida, herida y con marcas que llevará en su ser por mucho tiempo sino es que toda la vida.

Poco a poco, las cosas estaban cayendo bajo su propio peso, Altagracia estaba perdiendo a las personas que más amaba por culpa de su afán ha estar aferrada a su pasado.

El pasado. Tú y yo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora