Capítulo 49 - Extra

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El viento susurra suavemente entre los árboles mientras acaricio la fría lápida de Luka, junto a la de mi abuela

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El viento susurra suavemente entre los árboles mientras acaricio la fría lápida de Luka, junto a la de mi abuela.

Isabela me saca de mis pensamientos, retorciéndose en mis brazos, con sus pequeñas manos aferrándose a mi collar, jugueteando con esa curiosidad insaciable que siempre me hace sonreír.

Mateo corretea alrededor de nosotros, con su risa llenando el aire y suavizando la tristeza que normalmente acompaña estas visitas. Es como un pequeño torbellino, lleno de vida y energía, tan parecido a Dante que a veces me deja sin palabras.

—Mateo, no te alejes —intento sonar seria, pero mi voz carece de dureza, es difícil regañarlo cuando su risa es tan contagiosa.

Mientras bajo la mirada para arreglar el sombrerito de Isabela, siento una presencia a mis espaldas. Antes de girarme, sé quién es.

Dante.

Siempre tiene esa forma de llegar sin anunciarse, como si el mundo mismo se detuviera por él.

—¡Papi! ¡Papi! —mi hijo lo ve primero y grita emocionado.

Levanto la vista justo a tiempo para ver a mi marido caminar hacia nosotros con esa seguridad que nunca lo abandona. Su porte es imponente bajo su abrigo negro, incluso con los años. Las líneas en su rostro son más marcadas, pero lejos de disminuir su sensualidad, lo hacen parecer... más intenso. Su cabello está ligeramente canoso en las sienes, y su barba, cuidadosamente recortada, es un recordatorio de los tirones que Isabela solía darle cuando era más pequeña. Y a pesar de todo, sigue siendo el hombre más atractivo que he visto en mi vida.

Mateo corre hacia él, y Dante lo alza en el aire como si no pesara nada, girándolo mientras el niño rompe en carcajadas.

—¡Mira, papi! ¡Soy un avión! —grita extendiendo los brazos a ambos lados.

—Eres el avión más rápido que he visto —la voz de Dante es suave, cargada de una ternura que pocos fuera de nuestra familia han presenciado.

Isabela empieza a agitarse en mis brazos, extendiendo sus manitas hacia él.

—¡Papi! —balbucea, apenas sabe hablar, pero reclama su atención con fuerza.

Dante se acerca a nosotras, con Mateo todavía colgado de su cuello, y me dedica una sonrisa que me deja sin aliento. Esa sonrisa que guarda solo para mí, esa que me recuerda que, a pesar de todo, sigo siendo el centro de su mundo.

—Ven aquí, mi amor, déjame ayudarte —susurra mientras extiende una mano para levantarme.

Sus dedos rozan mi cintura y se deslizan suavemente en mi vientre, donde crece nuestro tercer hijo. Y siento un calor recorriendo mi columna, tan familiar, tan embriagador. No sé cómo lo hace, pero siempre sabe cómo hacerme sentir única, incluso cuando mis inseguridades intentan ganar terreno.

—No deberías esforzarte tanto, Patrizia —su tono es suave, pero su mirada firme deja claro que no aceptará excusas.

—Tenía que venir —sueno más tranquila de lo que esperaba—. Luka merece que estemos aquí, es su cumpleaños.

Él asiente, su expresión de jefe de la mafia me deja sin aliento durante un breve segundo. Luego, sin previo aviso, me besa. Es un beso breve, pero cargado de promesas y emociones que no necesitan palabras. Su barba raspa ligeramente mi piel, y sonrío al recordar cuántas veces Isabela ha intentado arrancársela.

—Vamos a casa, te he echado de menos —murmura, sus labios apenas separados de los míos.

Mi mano descansa en su mejilla mientras sus ojos me dicen todo lo que necesito saber y que sus labios callan al estar nuestros hijos delante.

Antes de que pueda reaccionar a su sonrisa pícara, toma a Isabela en un brazo mientras Mateo sigue colgado del otro, y comienza a caminar hacia el coche. La imagen de Dante cargando a nuestros hijos, con esa mezcla de autoridad y ternura, hace que mi corazón se llene de amor y gratitud.

Y empiezo a caminar detrás de ellos, abrigándome con el chal que cubre mis hombros y posando mi mano en mi vientre cada día mas hinchado.

La cena es un caos, como siempre. Mateo insiste en que las verduras son "veneno para los dragones", mientras Isabela decide que su puré de patatas está mejor en su cabello. Dante, con una paciencia infinita que solo muestra con nosotros, negocia con Mateo como si estuviera cerrando un trato multimillonario y limpia a Isabela sin perder la sonrisa.

Cuando finalmente logramos que los niños se duerman, subimos a nuestra habitación. Cierro la puerta detrás de mí y dejo escapar un suspiro, sintiendo el cansancio del día acumulado en mis hombros.

—Ven aquí, pipiola —la voz de mi marido es suave pero autoritaria y envía un latigazo de placer a mi entrepierna.

Me acerco a él, y antes de que pueda protestar, me alza entre sus brazos y me guía hasta la cama. Me tumba sobre el colchón, bocabajo y se arrodilla entre mis piernas, sus manos firmes se deslizan por mis pantorrillas, ascendiendo hasta acariciar mis nalgas.

—Estás agotada, déjame cuidarte —su voz ronca me eriza la piel.

—¿Un masaje? —me dejo hacer bajo su tibia caricia, dejando salir un breve gemido cuando sus dedos aprietan mis carnes.

—Mmm —sus dedos cada vez mas atrevidos buscan colarse bajo mi ropa interior—. Bueno, un masaje puede encajar en lo que tenia pensado hacerte esta noche.

Sus manos encuentran mis hombros, y sus dedos comienzan a trabajar los nudos de tensión que ni siquiera sabía que tenía. Sus movimientos son suaves, y me dejo llevar por la sensación, cerrando los ojos mientras un suspiro escapa de mis labios.

—Eres increíble, ¿lo sabías? —murmuro, sintiéndome completamente desarmada bajo su toque.

—Soy increíble, porque tengo a una mujer increíble a mi lado.

Lo miro por encima del hombro y lo encuentro mirándome con una intensidad que me deja sin aliento. Sus manos bajan lentamente por mi espalda, con sus dedos rozando la curva de mi cintura hasta mis nalgas.

—¿Como puedo seguir gustándote? —mi voz es apenas un susurro tímido, he engordado demasiado con los embarazos.

—Voy hacer como que no me has preguntado eso.

Su boca encuentra la curva de mi trasero y siento sus dientes clavándose en mi piel, sus labios suaves y cálidos me besan el mismo camino que sus manos. Su barba raspa ligeramente mi piel, pero en lugar de molestarme, hace que me encienda bajo su toque. Siento cómo sus manos exploran mi cuerpo con una mezcla de familiaridad y adoración, como si estuviera redescubriéndome.

—Eres perfecta, Patrizia —susurra contra mi piel, y sus palabras me envuelven como una caricia.

Quiero responder, pero nunca he podido pensar cuando recibo sus atenciones. Cada inseguridad que he sentido por los cambios de los embarazos en mi cuerpo desaparece bajo sus manos, bajo su mirada. Me siento amada, deseada, como si fuera la única mujer en el mundo.

Siento sus manos abrir mis nalgas y su boca enterrándose en el interior de mi cuerpo cuando la puerta se abre de golpe.

—¡Papi! ¡Tengo miedo! —Mateo entra corriendo hacia la cama, con una sonrisa inocente en el rostro.

Dante se detiene en seco, y deja escapar un suspiro de resignación.

—Voy a poner un pestillo en esta puerta, te lo juro —me desliza la sábana por el cuerpo, cubriéndome.

Río suavemente, acariciando su cabello mientras Mateo se acomoda entre nosotros como si ese fuera su lugar favorito. Y aunque nuestro momento a solas es interrumpido, no cambiaría nada de esta vida que hemos construido juntos. Porque, al final, este caos es lo que nos hace completos.

Secretos con el señor de la mafia (+18) [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora