realidad

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Pasaban los días en la vida de Kevin. Ya había transcurrido una semana desde que esos extraños lo buscaron. La ira de Kevin nunca había salido a relucir; siempre intentó conservar la calma, tragarse toda su frustración y vivir en serenidad porque siempre tuvo miedo de la soledad, que lo golpeaba sin escatimar.

Un día típico para él simplemente consistía en ir a hacer su espectáculo, pero el dueño del casino lo llamó a una junta.

—Hola, señor Vidal. ¿Para qué me llama? —preguntó Kevin.

—Siéntate, niño.

—¿Está todo bien?

—No, no lo está. Tus espectáculos son mediocres y la gente ya no se los cree.

—Pero usted sabe que no son falsos.

—No es lo que yo crea, es lo que ellos creen, y no creen en ti. Ya eres obsoleto.

—¿Qué quiere decir?

—Que ya no te necesito.

—Pero... pero... no me puede hacer esto. Yo le he dado mis años de vida, me he esforzado por este casino y lo siento como mi hogar.

—Eso es historia pasada. Ahora no me generas dinero.

—Si no puedo hacer mis trucos, entonces déjeme limpiar los baños o hacer lo que sea.

—No, niño. No harás nada, simplemente te vas.

—¿Por qué me hace esto? Yo siempre di lo mejor para usted.

—Tú para mí simplemente fuiste una herramienta. Acéptalo, así es la vida: todos somos herramientas de alguien más. Y si no quieres ser una herramienta, deberías estar en la cima, pero tú simplemente eres un gatito asustado de la vida.

—¿Por qué es tan cruel? Solo quería seguir aquí...

—Por dos simples razones: la primera es que coqueteaste con la camarera que yo deseo, y a ti sí te sonrió.

—Pero usted es casado, y Mary es solo mi amiga.

—Ese no es tu problema. Y la razón más importante es que no quiero tener a un fenómeno en mi casino. ¿Cómo era que te decían? ¡Ah, sí! "El demonio del orfanato". Yo solo vi en ti una oportunidad para generar dinero, y lo hice. Ya recuperé mi inversión y ganancias.

—Mary está enferma, señor. Le estoy ayudando a costear su medicina. Hace meses le diagnosticaron insuficiencia renal y debe recibir diálisis; necesita un nuevo riñón.

—Eso no lo sabía. ¿Por qué no me lo dijo ella?

—Mary no quiere causarle problemas con su esposa. Vidal, yo me iré, pero le pido que por favor cuide de Mary. Es lo único que necesito.

—Bien, muchacho. La cuidaré. Tú solo no vuelvas por aquí. No quiero más problemas con mis clientes por ti.

Kevin se levantó sin decir una palabra, aliviado de que Mary estaría bien, pero eso no quitaba el dolor personal que lo sumergía. Se sentía humillado, destruido, sin saber qué hacer con su vida. La tristeza lo envolvía, lanzándolo al frío agujero de la soledad. Llegó a un espejo donde solía arreglarse, se miró en el reflejo y, sin decir palabra, comenzó a llorar amargamente. Se sentía completamente destruido y empezó a decirse a sí mismo:

“¿Por qué yo? ¿Qué hice mal? Siempre seré la basura olvidada, solo soy un desecho, un pedazo de carne que ya no sirve para nada. Intento hacer las cosas bien, y ya no tengo ni para comer. No deseo seguir viviendo así”.

Kevin se jalaba el cabello mientras gritaba entre sollozos. Pasó las manos por su rostro, levantó la vista y se vio destrozado. Al mirar la esquina del espejo, vio su máscara: simple, con ojos de cristal, sin rasgos en ella. Totalmente blanca, con ojos amarillos. La máscara estaba junto a un sombrero. Se miró de nuevo al espejo y se dijo:

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