A casi un mes de que Oh Sehun volviera a irrumpir en su vida luego de dos años, el muchacho se encontraba sentado en el sofá de la sala, intentando comprender, una vez más, la serie de sentimientos que recorrían su cuerpo.
¿Le temía a Sehun? ¿Estaba agradecido con él por salvarlo? ¿Era solo eso, lo consideraba su salvador? ¿O, tal vez, estaba enamorado de él? Y de ser así...¿Cómo podía enamorarse de un sujeto como aquél, de quien apenas sabía su nombre?
Luhan no entendía nada y odiaba sentirse así.
Creía que el pelinegro lo tenía justo donde lo quería; en la palma de su mano. Quien, por lo demás, solo parecía considerarlo su banco de sangre y con quien cogía de vez en cuanto. Solo lo usaba. Eso era, precisamente, lo que más molestaba al rubio, que era el juguete del otro. Un objeto, nada más. Y aún así, le gustaba. ¿Por qué? No lo sabía. Quizás, pensaba el muchacho, simplemente estaba acostumbrado a ser utilizado de aquel modo. Tal vez, que lo tratasen así, para él era lo normal.
La televisión estaba encendida desde hace un rato, más no estaba prestando atención.
Observó a Wolf, durmiendo junto a la chimenea, tan tranquilo y sin preocupaciones, que llegó a envidiar su vida de perro.
Observó la televisión, pues algo llamó su atención. Vió a unos perros policiales, iguales a Wolf, junto a un grupo de policías a las afueras de un edificio, en Daegu. Al leer el titular, Luhan se acomodó en el sofá y subió el volumen de la televisión.
—El cadáver del profesor fue hallado en su departamento el día de ayer. Según las primeras pericias, se cree que el deceso habría ocurrido hace dos o tres semanas y que se habría tratado de un suicidio —dijo la periodista en la televisión.
El muchacho sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal al observar la imagen del difunto que mostraron en la televisión: Lee Donghae.
—Todavía se están realizando las investigaciones pertinentes, pero se cree que el profesor estaba involucrado en la red de prostitución y pornografía infatil desbaratada hace algún tiempo...
El rubio no escuchó más, pues apagó la televisión.
Después de todo, pensó, Oh Sehun si había cumplido con su parte del trato.
...
Con tal de salir a despejar su mente, Luhan se animó, por primera vez en varios meses, en ir a la ciudad, al mismísimo centro de Daegu, por su cuenta, completamente solo. En el autobús, mientras atravesaba la carretera, un pensamiento se le atravesó: ¿le ayudaría a tranquilizarse el visitar la zona en la que habían hallado el cadáver de su profesor? No lo creía. De hecho, ni siquiera tenía claridad de lo que estaba haciendo. Tal vez, solo tal vez, el muchacho quería despedirse silenciosamente del hombre en quien había confiado, negándose a creer que formara parte del grupo de hombres que habían fomentando sus abusos. Quería, muy en el fondo, perdonarlo. Empero, cuando llegó al centro y pasó cerca del edificio que vió en las noticias, rodeado de policías y reporteros, el pulso se le aceleró y su respiración comenzó a agitarse. De modo que se alejó de prisa y se ocultó tras unos callejones en lo que se recuperaba. Le estaba dando una crisis de ansiedad. Era la primera vez que le daba una sin Choi Minho a su lado, por lo que sintió miedo y se arrepintió de haber salido de casa.
Rebuscó entre su ropa, solo para notar que ni siquiera llevaba consigo los malditos ansiolíticos.
—Mierda, mierda, mierda —musitó Luhan, intentando controlar su respiración agitada. Apoyó su espalda en la muralla y, sintiendo sus piernas flaquear, tomó asiento en el suelo. Sentía que el corazón se le iba a salir. O que moriría ahí mismo, a cuadras de donde yacía el cadáver de Lee Donghae.
ESTÁS LEYENDO
EN LAS MANOS DE UN ASESINO (HUNHAN)
أدب الهواةUna noche, la vida miserable de Luhan da un vuelco. Frente a sus ojos, una escena que no debió haber visto cambiará su vida para siempre. Aquella noche, un sujeto, un asesino; Oh Sehun, se convertirá en su salvador. O quizás, en más que eso. Una hi...