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Te despertaste con un golpe en tu puerta, te levantaste lentamente y miraste por la mirilla viendo a Wade también mirando por la mirilla.
Al abrir la puerta, Wade te saludó y te abrazó con fuerza. "¡Cariño! ¡Mi amorcito favorito! ¡Mi increíble pastelero! Amor de mi..." Parpadeaste confundida. "Um, Wade", gritaste, él te miró. "¿Sí?". "¿Podrías no gritar, por favor?". Wade asintió. "Está bien, olvidé que es bastante temprano".
Caminaste hacia tu sofá y te dejaste caer mientras Wade iba a tu cocina. "¡Hola, cariño!". Él gritó: "¿Sí?". Tarareaste mientras encendías tu televisor. "¿Crees que podrías ayudarme con algo?". Él regresó a la sala de estar. "Sí... sí, claro". Bostezaste, Wade se sentó a tu lado envolviendo sus brazos alrededor de tu torso y atrayéndote hacia su regazo.
—Entonces... eres panadero, ¿verdad? —Lo miraste y soltaste una risita—. Sí, lo soy. Él asintió mientras jugaba con una de tus manos mientras la otra pasaba por diferentes canales.
"Estaba navegando por Internet tratando de evitar una cuando vi esta idea de pastel absolutamente hermosa y genial... y me preguntaba si podrías hacerla para mí". Asentiste con la cabeza. "Seguro, ¿qué es?", preguntaste mirándolo. "Galletas de canela". Lo miraste fijamente tratando de asegurarte de que lo escuchaste correctamente. "¿Qué?". Él sacudió tus hombros. "¡Por favor, panecillo de miel! ¡Sería genial!". Agarraste sus muñecas. "Está bien...".
Levantándote, lo miraste. "¿Cuándo lo necesitas?". Él se emocionó. "¡Sí! Bien, eh, para mañana". "¡Wade!", te quejaste. Él te agarró de los hombros. "Primero, no te quejes de mi nombre así, me excitarás. Segundo, ¡por favor! ¡Será genial!". Apoyó la barbilla en la parte superior de tu cabeza, pinchando donde estarían tus pezones. "Extraño que comas tu postre... eso podría significar dos cosas". Te pusiste nerviosa y le quitaste la mano de un manotazo.
