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Los jóvenes iban en el auto de Gustav
ya que—aprovechando el camión de
mudanzas—, Bill había dejado el auto a su padre.

— ¿Le agradeciste?— preguntaba Georg desde el asiento de atrás.

— ¿Tú que crees, Geo? — soltaba sonriente el azabache.

— Te va a pedir el culo, otra vez. — decía Gustav.

— Y con gusto se lo daré. — respondía seguro de si mismo.

Al llegar finalmente a su apartamento
había llevado su tiempo subir las cosas, pero eran las cuatro para las cinco y él tenía todo ya en su nueva vivienda.

Realmente estaba muy agradecido con Tom por haberle facilitado aquello. Ahora con la ayuda de los chicos recibía buenos halagos por el lugar que había conseguido y, Bill no
tardaría mucho en dejarlo perfecto
y a su gusto. Se encontraba en la
habitación acomodando un par de
cosas con Georg mientras escuchaba a su espalda la voz de Gustav.

— Suertudo, suertudo... — musitaba
viendo su teléfono con el ceño
fruncido.

Georg y Bill cruzaban miradas
divertidas.

— ¿Quién es el suertudo, Gustav?— preguntaba el pelinegro.

Gustav lo ignoraba y preguntaba a
Bill: — ¿Tu gaydar está averiado
o qué?

Bill torcía su cabeza claramente
confundido ante aquella pregunta.
Definitivamente no estaba averiado,
funcionaba a la perfección.

¿A qué se refería Gustav, entonces?

— ¿Por qué haces esa pregunta tan
extraña? — cuestionaba doblando su
ropa.

Gustav se acercaba con su teléfono y le mostraba unas fotos.

— Porque se ven jodidamente enamorados. — soltaba desinteresadamente.

Bill fijaba sus ojos en la fotografía y reconocía finalmente a las
personas en ella.

Tom Kaulitz y Jessica Kaulitz.

El pecho del azabache sentía una leve
punzada, se veían sonriendose el uno
al otro con tanto amor que una oleada
de preocupación le palidecía su rostro.

Él jamás había preguntado por
Jessica cuando lo conoció, solo no
lo había hecho. A ver, eran adultos
¿no? ¿O es que Tom realmente estaba enamorado de aquella mujer
y él estaba siendo una muy sucia
aventura?

Bill devolvía el teléfono con sus
rasgos endurecidos.

— No lo sé, Gustav.

Se iba de la habitación para acomodar
otras cosas y había sido una reacción
tan extraña para sus amigos que no
pudieron evitar seguirlo.

— Oye, ¿estás bien? — preguntaba el
mayor de los tres.

Bill de espaldas a ellos se las arreglaba para dibujar una sonrisa fingida.

— Perfecto. — se giraba para continuar como si nada. — Solo que hay mucho por hacer y se me antoja salir.

Georg y Gustav se miraban extraños,
ese día más temprano lo único que
Bill quería era llegar a su
apartamento y quedarse ahí.

Este repentino comportamiento les
resultaba extraño, pero apoyaron las
ganas de su amigo.

— Saldremos, mañana te ayudamos a
terminar todo. ¿Quieres? — preguntaba Georg sin añadir más.

Bill asentía con euforia y volvía
a su habitación.

— Eso fue jodidamente raro ¿Quién va a preguntarle tú o yo? — cuestionaba Gustav.

𝙡𝙞́𝙣𝙚𝙖 𝙚𝙨𝙘𝙖𝙧𝙡𝙖𝙩𝙖 ↧✰࿚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora