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El menor se encontraba divagando
entre los ojos rasgados del empresario
y sus labios carnosos, increíblemente
hinchados por su culpa.

Si, su jodida boca había tomado
posesión de la del mayor y ahora se
encontraba con esos labios esponjosos
al rojo vivo. Y sus palabras lo habían
desestabilizado, aquel hombre de
ensueño lo deseaba de la misma forma que él.

— De acuerdo... — soltaba Bill sorprendido.

¿Se estaba acobardando, quizás? Porque ahora solo miraba al mayor
sin despegarse y ambos sentían la
respiración del otro golpear el rostro
ajeno, pero ninguno volvía a atacar.

— Lo estamos pensando demasiado?
— soltaba Tom.

Bill se mordía su labio inferior incapaz de quitar su vista del trenzado. Negando y apretando sus ojos. Se alejaba apenas un poco y comenzaba a desabrocharse la camisa que su amigo le había prestado.

Su mirada intensa recaía sobre el
empresario como volcán que quemaba cada parte de su piel. Este en silencio comenzaba a imitar su acción.

— ¡No! — gritaba Bill haciéndolo saltar del susto.

— ¿Por qué no? — cuestionaba divertido.

Bill terminaba de desprender el último botón y volvía a acortar
la distancia. Tom miraba su piel y su torso al descubierto.

«Quiero pasar mi lengua por cada
rincón»

El azabache ponía su mano derecha
en el abdomen del mayor y con una
caricia que dibujaba un camino hasta
llegar a posicionarse en su nuca, lo
atraía y rozando sus labios susurraba:

— Quiero quitarla con mis dientes. — Tom tenía sus labios entreabiertos y los cerraba dos segundos para tragar duro el nudo en su garganta y disfrutar de aquella descarga eléctrica que las palabras y cercanía de Bill le habían provocado.

Luego recorría con su mirada las
facciones del azabache, quería
memorizar aquel bello rostro, si es que por equis motivo, no podía repetir con él.

Las manos del trenzado sorprendían al chico cuando rozaba apenas su piel
expuesta y descendían a su trasero
para apretarlo.

— Arriba. — ordenaba el mayor.

Una sonrisa torcida tiraba de los
labios de Bill entendiendo a la perfección aquella orden. Así que sin
preámbulo rodeaba el cuello del mayor para colgarse y así rodearlo con sus piernas. Al instante en que aquellos fuertes brazos sostenían su completa anatomía, volvía a atacar aquella boca.

— Mhmm... — Tom se iba en gemidos
delicados y comenzaba a caminar.

Bill ahora soltaba su boca y besaba su lóbulo y parte de la curvatura del cuello blanquecino del mayor. Este los dirigía a la habitación sin dejar de masajear el culo que se cargaba aquel chico y le tenía terribles ganas desde que había entrado.

— ¿Te gusta, no? — susurraba la voz
grave de Bill en su oído.

Joder, esa voz era un vicio y su piel se
enchinaba al oírlo con los vellos de su
nuca completamente erizados.
Empujaba una puerta y una habitación perfectamente iluminada se abría paso en el campo de visión de Tom, por qué Bill seguía perdido en las sensaciones que el empresario le
proporcionaba al estar apretando a su
antojo su parte trasera.

Sin aviso, se echaba en la cama con
Bill en brazos quedando encima de él.

— Ah... — un chillido grave se le
escapaba al azabache.

Tom sonreía ladino al ver que las
piernas del chico aún lo envolvían
y a causa de la posición que tenían
en la cama, ahora ambas erecciones
se sentían la una a la otra a la
perfección. El empresario se apoyaba en sus manos para mirar al menor desde arriba y mordiendo su labio inferior comenzaba a dar unas erráticas y suaves estocadas para provocar más fricción entre ambos.

𝙡𝙞́𝙣𝙚𝙖 𝙚𝙨𝙘𝙖𝙧𝙡𝙖𝙩𝙖 ↧✰࿚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora