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El empresario tenía mucho papeleo
y no estaba con un buen humor que
digamos. Ese día tenían una cena
especial con otros empresarios para
hablar de diferentes temas, tanto
empresariales como políticos.

Joder, como odiaba aquellas "cenas"
dónde lo único que hacían era
regordearse en lo que tenían y los
verdaderos negocios pasaban a último plano. Solo un par de cerdos ricos y
algunos "políticos" tomando whisky en las rocas, acompañados de sus mujeres que no podían ser más hipócritas, fingiendo tener un matrimonio feliz.

Su matrimonio era falso, pero al menos si él y Jessica intercambiaban sonrisas o caricias, eran sinceras y genuinas, pero bueno... era parte de ser una cabeza importante en la empresa de su padre.

Joder, era casi la cabeza oficial.

Mientras revisaba unos correos y unas carpetas con los ingresos e incrementos en el patrimonio neto de su empresa—mejor dicho la de su padre—la puerta sonaba con unos golpecitos suaves.

Dignos de Jessica.

— Pasa. — ordenaba.

La dulce sonrisa de la bonita chica era
la estrella en su bello rostro.

— ¿Cómo te encuentras?

— Estresado. — soltaba todo y presionaba su sien.

Automáticamente Jessica se posicionaba detrás de él y lo golpeaba
para que apoyara su cuerpo en silla y
así masajear los músculos de su cabeza en aquellos puntos que relajaban en sobremanera el dolor que se estaba acumulando.

Tom suspiraba: — ¿Quieres pedirme
que no te lleve a esa cena?

Jessica largaba una dulce risa.

— No haré eso, tonto. — decía moviendo sus dedos índices sobre la sien de Tom y los pulgares en la nuca de este. — ¿Que clase de amiga sería si te dejo solo en esto?

— Una muy mala. — respondía. — Y la
peor falsa esposa del mundo.

Jessica reía y bufaba.

— ¿Iremos de rojo o amarillo?  — preguntaba la chica.

— ¿Sabes que esos viejos nos odian
por combinar así, cierto? — decía
disfrutando los masajes.

— Lo sé y es muy gratificante ver cómo las señoras mayores y no tan mayores me envidian por tomar tu mano y besar tus labios. — decía con temblor en su voz.

Tom se tensaba un poco, hacía rato
no besaba a Jessica en público y mucho menos en privado. Ahora relacionaba los besos con unos labios carnosos y esos labios lo llevaban a Bill.

Si antes besar a Jessica era raro—por
estar ésta con Edward—ahora se sentiría doblemente extraño, porque ahora él tenía a alguien que era el dueño de sus besos y sus labios.

«Bill.»

Lo había pensado en demasía y
no había hablado mucho con él.
Cabía posibilidad de que quizás el
universitario se hubiera arrepentido de su acuerdo de palabras y al caer en la realidad, se arrepentía y ya no quería ser segundo de nadie.

¿Sería por eso que supo muy poco de
Bill aquella semana?

🦩

Era viernes y el día de la fiesta especial en el trabajo de Bill y Georg iba a ser dada.

Estaban más que entusiasmados al
respecto, Gustav era fanático de las
fiestas, Georg adoraba el hecho de
que no iba a pagar absolutamente por
nada y Bill, bueno él necesitaba despejar su cabeza.

𝙡𝙞́𝙣𝙚𝙖 𝙚𝙨𝙘𝙖𝙧𝙡𝙖𝙩𝙖 ↧✰࿚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora