Capítulo 14: En las Sombras de la Debilidad

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Lilith

Desperté de golpe, con la sensación de haber estado atrapada en una pesadilla. Mi cuerpo estaba pesado y el aire en mi habitación se sentía denso, como si el mundo me aplastara con su peso. Apenas podía moverme, las lágrimas de la noche anterior aún secas en mis mejillas. A pesar de la luz matutina entrando por la ventana, todo dentro de mí seguía oscuro.

No había descanso para mi mente. Las palabras de mis padres seguían siendo un eco constante, "Tienes que casarte con Jackson". No podía dejar de pensar en esa frase, en la desesperación que sentí al oírla. No entendían lo que me estaban pidiendo. No sabían lo que realmente me habían hecho, o quizás lo sabían y no les importaba.

Cada parte de mí se sentía rota, frágil. Levantarme de la cama fue un esfuerzo titánico. Cuando por fin lo logré, me vi en el espejo, y apenas me reconocí. Mi reflejo mostraba una versión débil de mí misma, alguien que no tenía fuerzas para seguir adelante. No había odio, solo un profundo miedo y desolación.

Mis manos temblaban mientras trataba de hacer algo tan simple como peinarme. Sentía que no tenía control sobre mi propio cuerpo. Las lágrimas que habían estado guardadas empezaron a asomarse de nuevo, pero esta vez no las contuve. No podía hacerlo.

Pasé el resto del día vagando por la casa sin rumbo, evitando a mi familia. Sabía que no tenía nada que decirles. Sabía que no me entenderían. Comí poco y en silencio, mientras mis padres hablaban entre ellos, ignorando por completo mi presencia. No tenía fuerzas para hablar, ni siquiera para discutir. Solo quería desaparecer.

La tarde pasó como un suspiro y antes de darme cuenta, el cielo se había teñido de un tono rojizo. La ansiedad crecía dentro de mí a medida que la oscuridad se acercaba. Sabía que tenía que enfrentar a Jackson, aunque el solo pensamiento me aterrorizaba. No podía enfrentarlo directamente. No era lo suficientemente fuerte. Mi cuerpo temblaba solo de imaginarlo.

Caminé lentamente hacia la iglesia, el lugar donde siempre lo encontraba. Cada paso me parecía un desafío, como si estuviera caminando hacia mi propia ejecución. Las sombras de la noche comenzaron a envolver las calles mientras avanzaba, y el miedo me envolvía más con cada segundo que pasaba. Sentía que algo dentro de mí se quebraba cada vez más.

Cuando llegué, lo vi allí, como si nada hubiera pasado. Estaba rezando en silencio, su rostro sereno y calmado, como si fuera un santo. Sentí una rabia impotente arder en mi pecho, pero rápidamente se desvaneció, reemplazada por el miedo. No podía hacerle frente. No podía hacer nada.

—Lilith —dijo Jackson, alzando la vista para mirarme. Su voz suave, pero impregnada de esa condescendencia que siempre me hacía sentir pequeña—. Sabía que vendrías.

El simple hecho de que me hablara me hizo retroceder unos pasos. Mi respiración se volvió errática. Mi corazón palpitaba con fuerza en mis oídos. Quería decir algo, gritar, hacerle ver todo el daño que me había causado, pero no podía. Las palabras se atoraron en mi garganta, y todo lo que salió de mí fue un débil susurro.

—Jackson, por favor... —mi voz sonaba patética, ni siquiera era una súplica firme. Era puro miedo.

Él se levantó de su asiento y se acercó lentamente, como un depredador acercándose a su presa. El suelo pareció desaparecer bajo mis pies. Mis manos seguían temblando, y el peso de la navaja en mi bolsillo me recordaba lo desesperada que estaba, pero no podía usarla. No podía siquiera sacarla. Era demasiado débil, demasiado asustada.

—Al final, tus padres entienden lo que es mejor para ti —continuó Jackson, con esa sonrisa cruel que nunca se borraba de su rostro—. Pronto estarás a mi lado, como debe ser.

Sus palabras cayeron sobre mí como una sentencia. No podía evitarlo, no había escape. Mis rodillas empezaron a temblar, y antes de darme cuenta, caí al suelo. Lágrimas rodaron por mis mejillas, pero no pude levantarme. No pude hacer nada. Me sentía atrapada, pequeña y rota.

Jackson se agachó frente a mí, sus ojos fijos en los míos. Su mano fría tomó mi barbilla, levantándome la cara para que lo mirara. El asco me invadió, pero no tenía fuerzas para apartarlo. No tenía fuerzas para nada.

—¿De verdad crees que puedes escapar de esto? —preguntó en voz baja, su tono casi divertido—. No tienes a nadie, Lilith. Estás sola.

Cada palabra que salía de su boca era como una daga clavándose en mi corazón. Sabía que tenía razón. Estaba sola. Nadie vendría a salvarme. Mis padres me habían vendido, y Jackson era mi único destino. La desesperanza me envolvía, sofocándome.

Dejó caer mi barbilla y se puso de pie, mirándome desde arriba con esa expresión de superioridad. Su desprecio era palpable. Me miraba como si fuera una niña que había hecho un berrinche inútil. No dijo nada más, solo me dejó ahí, tirada en el suelo de la iglesia, rota y derrotada.

Lucifer

Desde la penumbra, observaba cómo Lilith se desmoronaba frente a Jackson. La rabia dentro de mí ardía, pero no era el momento de intervenir. Sabía que ella no estaba lista, aún no. Todavía había una fragilidad en su alma, una debilidad que no le permitía ver el verdadero poder que yacía dentro de ella.

"No te preocupes, Lilith" susurré en su mente, sabiendo que no podía escucharme del todo, "Esto no es el final. Es solo el comienzo de tu transformación."

Ella permaneció en el suelo, sollozando, pero algo dentro de ella había cambiado, aunque fuera apenas perceptible. Su dolor, su desesperanza, eran el combustible que algún día la haría arder con más fuerza. Solo necesitaba tiempo.

Pronto, cuando estés lista, no necesitarás una navaja ni la ayuda de nadie para enfrentarlo. Cuando tu verdadero poder despierte, serás imparable.

La observé un poco más, en silencio, dejándola sentir su debilidad. Sabía que esa sensación, por más dolorosa que fuera, era necesaria. Cada lágrima, cada grito ahogado, forjaba lentamente a la Lilith que estaba destinada a ser.

No dije más, solo esperé. Porque sabía que el día en que su debilidad se transformara en fuerza, yo estaría allí, junto a ella.

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⏰ Última actualización: Oct 01 ⏰

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